martes, 12 de julio de 2011

UN INTENSO VERANO

Fue cuando mi hijo cumplió los 14 años, yo tenía poco mas de 40 años y como madre soltera teníamos una relación de amistad y confianza total. Hacia un par de años que había dejado de ducharme junto con él pues me di cuenta que ya tenía erecciones, y hacia unos meses, cuando descubrí que se masturbaba por los vestigios en sus bóxer, le había explicado casi todo sobre el sexo. Los veranos nos íbamos de vacaciones con mi hermana y su familia. Ese año ellos y yo andábamos bastante cortos de dinero así que arrendamos una cabaña pequeña en la costa. Era un camping en una quinta con piscina, muy cerca de la playa. Éramos muy compinches entre todos, mi hermana, mi cuñado, sus dos hijos de edades cercanas a la de mi hijo, mi hijo y yo. Ese verano sucedió algo que cambió nuestras vidas. La cabaña tenia solo dos dormitorios, uno con una matrimonial que tomaron mi hermana y su esposo, y otro con dos camas mas pequeñas, en una dormirían mis sobrinos y en la otra yo con mi hijo. En las noches nos quedábamos conversando y bromeando con la luz apagada hasta que nos vencía el sueño. Todo era muy divertido... quizás el verano más divertido que tuve... también el verano que descubrí cosas que me marcaron para siempre. Como dije, con mi hijo teníamos una relación especial. Y en lo físico nos habíamos acostumbrado a un cierto nivel de caricias y contacto físico, sin otro sentido que la expresión normal de nuestro amor entre madre e hijo, intensificado por nuestra vida social un tanto solitaria. Ambos sentíamos de vez en cuando la necesidad de la cercanía del otro. Esa vez en al camping, nos divertíamos juntos pero cada tanto había algún roce de nuestros cuerpos, casual o adrede, era difícil de definir. En la piscina, era la situación ideal donde nuestros cuerpos se rozaban casi sin poder evitarlo debido a los juegos de todos contra todos. En algunos momentos, sentía una dureza en mis nalgas, el sexo de mi hijo presionaba sobre mi cuerpo y me gustaba sentirlo cerca... era una complicidad que fue creciendo casi sin palabras... Por las noches, ya en la cabaña, la situación se fue poniendo más excitante. Como la cama era pequeña, él se quedaba dormido muy cerca de mí. Pero descubrí que se hacía el dormido. Cuando pasaba suficiente tiempo como para que los primos se durmieran en la otra cama, sentía el calor de su cuerpo pegarse al mío. Sobaba todo mi cuerpo, me acariciaba por encima de la ropa, probablemente pensando que también yo dormía. Una noche, me desperté mientras jugaba conmigo. Me di cuenta que estaba metiendo su pene adolescente entre mis piernas, usaba el hueco entre ellas como si fuera mi sexo... entraba y salía suavemente hasta que acabó, dejando entre ellas una sensación de calor y viscosidad que con el correr de las vacaciones me resultaba cada vez mas agradable. A mí me encantaba sentirlo pegado a mi cuerpo, en cucharita. Dejaba que jugara con mi cola y metiera su miembro todas las noches hasta vertir ese líquido tibio entre mis piernas y nalgas. Disfrutaba de todo ese juego que era muy excitante para ambos. Una noche, como ya era costumbre, lo sentía hurgando mis intimidades, tenía toda la cola viscosa por sus eyaculaciones, como tantas otras veces. Y eso hacía el roce muy agradable y excitante... Siguió jugando, y en una de esas, al parecer sin quererlo, él apuntó su verga en mi ano, yo di un leve respingo y se me salió inconscientemente un “noo…”, aunque en voz muy baja, pero él se dio cuenta que yo no dormía. Advirtiendo que me gustaba, siguió el juego aunque con más energía... me quedé en esa posición con los ojos cerrados, con un poco por vergüenza por haberme descubierto, pero el placer que me daba esos roces impedían que me moviera... él continuó jugando con su miembro entre mis nalgas, rozando mi carne sensible, la sensación me desbordaba y yo gemía entrecortadamente... no podía evitar excitarme, siguió con su juego como lo hacía todas las noches, pero en uno de sus movimientos, su verga encontró otra vez mi agujerito... entre la humedad de nuestros cuerpos y algún resto de su semen previo, se alojó en mi cavidad suavemente. No sentí dolor, la sensación era extraña, de plenitud, aunque era la primera vez que experimentaba algo así. Cuando su pene fue atravesando suavemente mis carnes, sentí como su cuerpo se pegaba aún más a mi cuerpo, él temblaba de placer. Pero yo estaba en éxtasis y comencé a jadear suavemente, y él comenzó a gemir, estaba muy loco, y la calentura fue intensísima y con todo el morbo de estar concretando algo nuevo, prohibido y terriblemente placentero... explotó rápidamente... sentí como algo caliente me inundaba el interior y sentía cosas que jamás había sentido... fue hermosísimo. Mi hijo se quedó quieto detrás de mí. Ninguno de los dos decía palabra. Hasta que él reaccionó y me dijo al oído si me había gustado. Obviamente respondí que sí, y que quería repetirlo. Por suerte ninguno de mis sobrinos se había despertado. Mientras trataba de dormir, llena de sensaciones y temores y vergüenza, recordé lo que una vez me había dicho riendo una amiga, cuando conversábamos sobre lo complejo que era la educación sexual de un hijo para una madre soltera o divorciada: en todo caso, si no hay penetración vaginal no hay incesto. Ese verano estuvo increíble y fue el comienzo de nuestras equivocas prácticas sexuales. Buscábamos las ocasiones para estar a solas antes que sus primos se acostaran. Otra vez, paseando solos por la quinta nos escondimos entre unos densos arbustos a pleno día y permanecimos allí bastante rato. El entró primero entre las ramas y luego me metí yo, quedamos muy pegados y enseguida comenzó a tocarme muy suavemente como en la cabaña. Yo me derretía con sus caricias... tenía que controlar que no apareciera nadie. Quedé con mi cola entre sus piernas, sentí como bajó mi ropa para tocarme directamente mis nalgas... todo era en un silencio absoluto, solo se escuchaban nuestras respiraciones agitadas. Parecía nervioso pero se las ingenió para despejar la ropa... luego de varios toques sentí como hurgaba con su miembro por detrás... me encantaba ese roce tan caliente y tan prohibido... hasta que en esa posición me volvió a penetrar de una manera increíble, ya mas seguro de lo que hacíamos, metió su verga muy erecta suavemente... mi cola aceptaba su sexo muy libremente y sentía como colmaba mi interior, mi botoncito de carne madura aprendía a disfrutar de ese sexo incestuoso, latía de placer, ardía de pasión... la adrenalina por la situación de riesgo y la posición con movimientos limitados fueron condimentos extras y terriblemente excitantes. Metió muy levemente hasta dilatar mi apretado agujerito, jugó dentro mío moviendo la cadera, me abrazó desde atrás presionando mi cuerpo sobre el suyo, haciendo que su penetración sea completa, sentía todo su sexo dentro mío, adoraba sus caricias y juegos, me hacía sentir tan bien y me daba mucho placer... hasta que volvió a llenar mis entrañas de su dulce elixir... mi cola era adicta a su penetración, me estremecía cada vez que se derramaba en mi interior. Rápidamente, sin decir ni una palabra, salimos del escondite y nos unimos al grupo que jugaba y chapoteaba en la piscina... Éramos como dos amantes muy jóvenes, mezcla de inocencia con curiosidad y mucha apetencia sexual... esas primeras veces fueron increíbles. Durante el resto de las vacaciones no fue para nada fácil encontrar oportunidades ya que siempre había alguien dando vueltas y por lo tanto fueron pocas. Hacía el final de ese viaje, mientras se subían los bultos a los vehículos, mi hijo aprovechó que ya se habían ido de la cabaña todos los demás y comenzó a tocarme y apoyarme aún vestidos. Ya estábamos a full, súper excitados a punto de incursionar en esos nuevos placeres, pero él se distrajo y de pronto escuchamos la voz de mi cuñado: Qué están haciendo! Ya vamos a partir! No nos importó, ambos sabíamos que las cosas en nuestra casa ya no serian iguales, y que tendríamos todo el tiempo del mundo.

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