sábado, 16 de julio de 2011

DESPERTANDO AL INCESTO 3


Otra tarde, otra vez la confluencia de los deseos incestuosos en el lecho materno, otra vez la dulce modorra de la siesta, otra vez la complicidad materna por omisión, ella hace que duerme. Está desnuda sobre la cama, él entra sigiloso, también esta desnudo. El pene grueso y largo del hijo se encontraba completamente endurecido y para aliviar su deseo se fue montando sobre ella. El grueso glande purpúreo se acercó a los delicados labios vaginales, lentamente se fue introduciendo hasta perderse en la deliciosa y apretada vagina. El tronco también avanzó al mismo paso y en cuestión de pocos segundos las bolas del joven macho rebotaban contra las preciosas nalgas de su madre. Con movimientos lentos pero profundos él comenzó la cogida, se meneó con toda la poca experiencia de sus pocos años, la humedad de la vagina hizo que los movimientos fueran suaves y deliciosos, tanto para ella como para él. Empujó una y otra vez con total serenidad y pronto consiguió otro orgasmo que su madre ya no pudo callar. Esa conversación entre madre e hijo liberó de culpas a ambos y se entregaron ahora si completamente a amarse de esa manera incestuosa pero placentera. Ella se separó del cuerpo de su hijo, se acomodó en la cama a cuatro patas invitándolo a penetrarla desde atrás. Sin perder un momento él se acomodó detrás de ella y guiando el pene con su mano lo introdujo en la vagina, la verga se perdió en cuestión de segundos y la comenzó a bombear sin descanso sujetándola de la cintura. Tras unos minutos de estar cogiendo en esa posición la matrona de amplias curva dejó que sus pechos cayeran contra el colchón dejándole a su hijo macho un delicioso retrato de su culo perfectamente levantado. La imagen fue en verdad una revelación para él, que ahora más excitado empujó y empujó con más fuerza hacia el interior de la deliciosa vulva que puesta en esa posición hacía mucho más satisfactoria la penetración. Cuestión de segundos o quizá un par de minutos bastaron para que él explotara en el interior de su madre en un vértigo compartido. Lentamente el peso del hijo fue venciendo la resistencia de la madre y él quedó recostado sobre ese delicioso y generoso trasero. Se besaron, se acariciaron y esperaron hasta que finalmente el pene perdiendo su dureza salió por propia cuenta de tan suculento lugar.

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