miércoles, 13 de julio de 2011

DE VUELTA A LA CASA MATERNA

Mi matrimonio no resultó, nueve años de noviazgo y tres de casado llegaron a su fin. Mi madre estaba separada de mi padre hace muchos años. Cuando andaba buscando donde irme a vivir mi madre me preguntó si no me gustaría volver a vivir con ella por un tiempo. La idea no era mala, al contrario. Seria una ayuda mutua para ambos ya que en vez de pagar a extraños le cancelaría a mi madre una especie de pensión para que ella se encargara de mis cosas y alimentación, mientras que ella como me dijo se sentiría más acompañada, ya que a principio de año, mi hermana se había casado y había abandonado obviamente el hogar. Fue a si como volví a vivir con ella, a mis 33 años de edad. Nuestra relación siempre había sido muy buena y ahora, yo ya grande y trabajando mucho mejor. Se formó una mayor confianza entre nosotros, siempre de acuerdo en todo, en que comeríamos, en arreglos para la casa, en fin. No era raro que mientras ella o yo, nos estuviésemos bañando uno u otro entrara al cuarto de baño, pero nunca mostrándonos completamente desnudos. Sin embargo una mañana en que sin pensarlo entré al baño, me encontré a mi madre saliendo de la ducha. Fueron solo segundos en que la pude ver desnuda, ya que ella inmediatamente se tapó con la cortina del baño, solo como un acto reflejo, sin sentirse avergonzada o algo por el estilo. Yo ya me había bañado y había entrado a colocarme perfume para salir a trabajar... Mientras iba rumbo a mi oficina, no podía sacar de mi mente la imagen de mi madre desnuda. No con morbo, pero si recordando cada parte de su cuerpo. A sus 53 años mi madre se mantenía muy bien. No era una diosa o algo parecido, pero si tenía un cuerpo bastante agradable para cualquier hombre, ancha de caderas, quizás para un perfeccionista, algo de vientre un poco abultado pero muy poco, y unos grandes pechos redondos grandes, con una aureola rosada muy marcada. Mientras trabajaba aun la imagen de mi madre desnuda estaba rondando mi mente hasta que bien su imagen me di cuenta que el color de su piel era de un tono parejo, lo que me llamó la atención. Pensé el por que, una y otra vez, como era posible, quizás en un solarium privado, pero no era posible ya que siempre andaba corta de dinero, Esa incógnita me quedó dando vueltas por mi cabeza, hasta que en la noche, mientras cenábamos le hice el comentario. Ella se rió y dijo que era un secreto hasta que después de mucho insistir me confesó que por el ventanal de su cuarto el sol entraba directamente toda la tarde, por lo que a veces dormía la siesta o veía televisión completamente desnuda para lograr ese color. Era una vanidad propia de las mujeres, ya que ni siquiera, al menos por lo que yo sabía mi madre tenía algún hombre en su vida por años. Esa noche tuve un sueño erótico con ella, donde me veía acostado con ella encima de mí con sus pechos sobre mi boca y al despertar me encontré que había llegado hasta eyacular con ese sueño. Me sentía raro, ¿como podía haber llegado a soñar de esa forma con mi madre?. Desde ahí mi vida cambio notablemente. Me comencé a fijar más en el cuerpo de mi madre, sus anchas caderas, su buen culo, sus piernas y por sobre todo sus grandes tetas. Por más que trataba de no mirar, mi vista no perdía ni una situación para ver cuando se agachaba con holgadas camisetas o escotes quizás no muy pronunciados, pero que dejaban ver ese hermoso canal que se les forma a las mujeres tetonas. Por más que trataba de evitarlo, la diaria convivencia me llevaba a echar a correr mi mente. A veces me estaba afeitando cuando mi madre entraba al baño y se sacaba su pijama entrando a bañarse y a conversar conmigo, mientras mi verga me indicaba que ya que el cuerpo de mi madre no me era para nada indiferente, cuando sin poder evitarlo por segundos a través del espejo mis ojos se fijaban en sus grandes pechos, ya que no se por que motivo, mi madre había adquirido mas confianza al hacer eso, cosa que tampoco antes hacía. Un día, a ella se le ocurrió pintar su cuarto. Estuvimos hasta tarde pintando los dos cuando ella hizo el comentario que esa noche, por el olor tóxico a pintura no podría dormir en el cuarto, por lo que esa noche dormiría conmigo en mi cama. Reconozco que no se que sentí en ese momento, si un grato pensamiento al acostarme con ella o nervioso al tenerla en camisa de dormir sin sostenes a mi lado. Cuando terminamos, cenamos algo rápido y nos duchamos para sacarnos la pintura. Ella fue la primera en acostarse, mientras que yo me di unas vueltas por la casa antes de entrar a ducharme, colocarme el pijama y acostarme junto a mi madre que veía televisión en mi cuarto. Solo duramos unos minutos, cuando ambos acordamos que no había nada bueno que ver en la TV y que estábamos cansados por lo que apagamos la TV y nos quedamos a oscuras. Ella acomodándose para dormir mientras a mi se me erizaba completamente la piel al sentir como sus pies helados buscaban los míos para calentarse. La noche estaba un poco helada, pero al no tener el cuidado de cerrar la puerta de mi cuarto, el olor a pintura había entrado a esta, por lo que mi madre diciendo que eso nos podía hacer mal, se levantó y abrió un poco la ventana, mirando unos instante hacia fuera. La luz del poste que estaba en la calle era lo suficiente para ver como se traslucía la silueta de mi madre, solo con su camisa de dormir y calzones. Sus grandes tetas, sus anchas caderas me despertaron inmediatamente mis instintos sexuales. Sabía que no me sería fácil conciliar el sueño con la tentación a mi lado. Mi madre volvió a la cama completamente helada y se pego completamente a mi cuerpo. Por hacer lo mejor, me di la vuelta dándole la espalda, pero fue peor ya que ella me abrazó por detrás apoyándome sus grandes tetas en la espalda, las que sentía perfectamente, incluso sus pezones que por el frió se habían endurecido. Sentía su respiración agitada por el frió, y su cuerpo pegándose cada vez mas al mío, acariciándome el vientre, mientras me hablaba al oído y sentir sus tetas en mi espalda, era demasiado lo que me habían despertado toda mi sexualidad. Me tenía en extremo nervioso casi sin poder seguir la conversación que ella trataba de entablar conmigo. Pero luego de un rato ella se dio vuelta tomándome de la mano y obligándome a darme vuelta, diciendo que tenía frió en la espalda. Quise no apoyar mi verga sobre su culo, pero no me dio tiempo ya que cuando me tuvo de espaldas, echó todo su culo hacia atrás chocando con mi verga que estaba en todo su esplendor. Fue recién ahí cuando ella se calló, dándose cuenta lo que tenía entre sus nalgas. Obviamente no hizo ni un comentario, y tampoco se movió, solo se quedó en silencio sintiendo ese enorme pedazo de carne que irremediablemente tenía que estar apoyado contra sus nalgas. Me sentía completamente avergonzado al estar así apoyado contra mi madre, pero ni siquiera me atrevía a moverme. Mis manos habían quedado abrazando a mi madre, apoyadas en su vientre, a escasos centímetros de sus tetas, que incluso rozaba con mi dedo. Por más que trataba repensar en cualquier cosa para que mi verga no se moviera, era imposible, al contrario como tratando de llevarme la contra, ella pensando por si misma, a veces se estiraba y se apoyaba más aun contra las nalgas de mi madre. Estuve un buen rato así, e inevitablemente mi verga debía moverse a lapsos de cinco minutos, como acomodándose. Casi transpiraba tratando de controlarme esperando el instante apropiado para darme vuelta. Sabia muy bien que mi madre sentía perfectamente cada vez que mi verga, con movimiento propio se acomodaba, pero ella no soltaba mi mano evitándome darme vuelta. Hasta que en un instante sentí un poco mas suelta mi mano y me di la vuelta dándole la espalda. Pero no pasó ni un minuto, cuando sentí que mi madre nuevamente se apoya contra mí, apoyándome sus tetas en la espalda y sus manos abrazándome por detrás. No sabía cuando podría dormirme sintiendo esas tetas en mi espalda y más aun cuando la mano de mi madre, cariñosamente me acariciaba el vientre bajo mi pijama. Sentía claramente sus dedos y sus uñas acariciándome, haciéndome estremecer. Como me hubiese gustado haber tenido el valor de decirle que esas caricias no hacían otra cosa más que excitarme. Sus caricias me volvían loco, y quizás por lo mismo sentía que cada vez sus dedos y uñas llegaban mas abajo, jugando con mis pelos, hasta que me di cuenta que sus dedos, de bajar un centímetro más inevitablemente se encontrarían con la cabeza de mi verga. Luchaba con mi yo interno para evitar que eso pasase, detener de alguna forma la situación pero la excitación me tenía loco, hasta que uno de sus dedos topo la punta de mi verga haciéndome estremecer. Inmediatamente sentí como su mano subió, dándose cuenta lo que había tocado, pero para sorpresa mía, no dejo de acariciarme y nuevamente sentía como milímetro a milímetro, en un lentísimo avance sus dedos bajaban poco a poco. Yo trataba de respirar con gran dificultad simulando que estaba durmiendo, hasta que nuevamente sentí como uno de sus dedos nuevamente me rozo y nuevamente me rozo. No podía creerlo que estaba pasando, sentía la respiración forzada de mi madre y su dedo casi sin moverse bajaba cada vez mas sintiendo toda mi dureza. Yo no me movía ni un centímetro hasta que con un gran respiro de ella sentí como su mano abarcaba completamente mi verga acariciándomela suavemente. Sentía su respiración agitada, incluso un sollozo me hizo saber que ella al igual que yo trataba con todas sus fuerzas de evitarlo, pero quizás, pienso yo , habían pasado años de estar en una situación así con algún hombre, también de alguna forma debe haber despertado su libido. Éramos madre e hijo luchando por no entregarnos al placer. Sentí como en un brusco movimiento su mano se retira y me da la espalda. Sentí sus sollozos silenciosos, no sabía que hacer, millones de ideas daban vueltas por mi mente en un segundo, hasta que sin pensarlo me di vuelta y tratando de consolarla, la abracé por detrás y le bese el cuello. Ella dejo salir un sollozo más fuerte y recibió a cambio un nuevo beso. Mi verga nuevamente se había alojado entre sus nalgas que con esa delgada tela de su camisa de dormir, sentía perfectamente. Uno y otro beso mas, sus manos tomaron las mías, su culo se replegó mas atrás hasta que sin darnos cuenta estábamos moviéndonos silenciosamente, haciendo que nuestros cuerpos se apretaran mas y mas, hasta que sin poder resistirlo mas descaradamente le tome uno de sus pechos y se lo comencé a acariciar. Sus sollozos se transformaron en pequeños gemidos, y sus movimientos cada vez mas pronunciados echando el culo para atrás frotándose con mi duro miembro. Al cabo de un rato, descaradamente estábamos entregándonos placer, frotando nuestros cuerpos, ya con mis manos apretándole ambas tetas afanosamente, mientras nuestros callados gemidos no podían ser contenidos. No pude aguantar mas y llevando mi mano bajo su camisa de dormir, se la levante dejándosela hasta la cintura y acariciando con toda mi palma sus grandes y frías nalgas apretándoselas fuertemente, sintiendo directamente sobre mi piel la piel de mi progenitora. Ya era como si estuviéramos follando con ropa, y sin poder aguantarme mas, ya con mis dedos trajinando hacía rato su húmedo sexo, le corrí los calzones hacia un lado y sin pensarlo mas la penetré violentamente. Un gran gemido salio de su interior y apretando fuertemente mi mano echó todo su culo hacia atrás haciendo que mi verga se perdiera en su interior. Fue un momento divino, madre e hijo compenetrados completamente, todo mi sexo dentro del de ella. Moviéndonos suavemente pero profundamente, entregándonos al placer mutuamente. Mis manos se liberaron y levantando mas su camisa de dormir se aferraron a sus tetas manoseándoselas fuertemente. No decíamos nada, estábamos entregados al placer, a la lujuria, a lo prohibido, al incesto. La mujer que me estaba culiando era mi madre, pero en ese momento, era una exquisita mujer madura, ansiosa de sexo, disfrutando en silencio hasta que con mi boca pegada a su cuello, penetrándola completamente, llenándola de verga comenzamos a sentir que nuestros deseos no podían ser mas retenidos. Apretándole fuertemente las tetas y apoyándome plenamente con su cuerpo y ella echándose hacia atrás comencé a botar toda mi leche dentro de mi madre, mientras ella sin ya poder resistir mas al verse inundada con el caliente semen de su hijo, descarga su orgasmo contenido durante años, gimiendo ya sin tapujos entregándose completamente a su hijo. No fue mucho rato que estuvimos así, pero completamente extasiados nos quedamos abrazados en esa posición acariciándonos por todas partes sin decirnos nada. Fue un momento de completo y verdadero amor. Que amor mas hermoso que el de una madre y un hijo, sintiendo millones de emociones en nuestras mentes. Mi madre me abrazó fuertemente y comenzó a llorar por mucho rato y a pesar de todas mis palabras no dejaba de pedirme perdón por lo que había hecho.

- ¡Hijo por favor perdóname!-.

- No tengo nada que perdonarte, fuimos ambos-.

- No, yo no supe detenerme... por favor perdóname-.

- Madre, ambos lo queríamos-.

- No hijo, no se como te mirare ahora, por favor perdóname-.

- Calla... yo te deseaba hace mucho, yo también luché mucho por no llegar a esto, pero ardía de deseos de tenerte-.

- No me mientas-.

- Es verdad... deseaba tenerte como mujer... Verte desnuda, estos pechos me volvían loco de deseos-.

- Te amo-.

- Y yo a ti-.

Nos fundimos en un apasionado beso, ya no tenía nada que ocultar y terminé por desnudar completamente a mi madre. La monté sobre mí y mis manos se deleitaron acariciando cada rincón de su culo, mientras ella no dejaba de besarme. Sus tetas llegaron a mi boca y como 33 años antes, las chupé extasiado, tratando de sacar esa leche que en mi infancia me alimentó. Mi madre estaba completamente entregada al placer y libero esa noche todos sus deseos acumulados por años. Se sentó sobre mí enterrándose completamente mi verga, preocupándose que a cada momento sus tetas estuviesen en mi boca, mientras mis manos la acariciaban por todas partes. Culiamos toda la noche como dos amantes, llenos de pasión, tuve a mi madre en cuatro patas aferrado a sus anchas caderas, metiéndole toda mi verga, luego la acosté de boca y separándole las nalgas mi lengua la recorrió completamente. Ella tenía un orgasmo tras otro sintiendo la lengua de su hijo intrusear su más profunda intimidad. Luego fue su turno, me hizo acostarme de espaldas y sin darme tiempo de darme cuenta me chupo la verga como poseída, cosa que según me contó después nunca había experimentado, pero esa noche lo quería todo y terminamos haciendo un bestial 69 terminando cada uno en la boca del otro. Nos quedamos así, con nuestros sexos en la boca del otro, saboreando hasta la última gota del orgasmo del otro. Luego abrazados los dos, sin parar de besarnos acariciando nuestros cuerpos hasta que luego de follar como por cuarta vez, terminamos abrazados, cuando ya comenzaba amanecer. Ahí recién sentí que mi madre dormía placidamente sobre mi pecho mientras yo aun no podía asimilar lo que había pasado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario