Mi mamá tiene
cincuenta y cinco años, se divorció de mi padre durante mi adolescencia y desde
entonces está sola, no se ha vuelto a casar ni tiene novio pero eso si puedo
decirles que yo desde temprana edad me di cuenta que es muy caliente. Todo
empezó en mis vacaciones, a mi me gustaba jugar mucho en la azotea de mi casa,
y mi madre siempre me lo prohibía por que no tenia protección y le daba miedo
que me pudiera caer. Nuestra casa era modesta y solo tenia un baño en la parte
posterior, el cual tenia lamina de asbesto, no se si la ubiquen pero es una
lamina muy utilizada hace algunos años una que parece que fuera ondulada, bueno,
continuo. En una ocasión me encontraba yo jugando en la azotea y me acerque a
la parte donde estaba el baño y por curiosidad descubrí un pequeño hoyo echo
accidentalmente en una esquina de esa lamina al asomarme fue grande mi sorpresa
al ver a mi madre casi desnuda y justo en el momento en que se quitaba de la
pierna derecha una tanga que traía puesta. Por supuesto que quede impresionado
jamás había visto una mujer desnuda y menos a mi madre, la tenia tan cercas que
casi podía escuchar su respiración, no pude evitarlo y me quede pegado al
hoyito viéndola, ver como terminaba de desnudarse, su tez es morena clara y vi
que sus senos estaban grandes y muy parados, sus pezones y aureola son café
obscuro, sus piernas son largas y blanca, su vagina tenia bello púbico, y sus nalgas
estaban grandes y duritas. Hacia muchísimo calor era verano y solo abrió el
agua fría, sus pezones de inmediato se pusieron bien parados y duros y ella
empezó a tocarlos, acariciaba despacio sus tetas y las miraba, no podía creer
lo que mis ojos veían, ese día no paso a mas, ella termino de bañarse digamos
que de forma normal, pero el espectáculo de verla enjabonarse y quitarse la
espuma fue memorable, el verla así me empezó a excitar y mi verga esta a mas no
poder, tragaba saliva y se me antojaba mucho esa mujer que veía ahí desnuda. Cuando
termino de bañarse se seco con la toalla y salió del baño, para ese momento yo
ya andaba en el patio y fingí como que no prestaba importancia, ella se metió a
la casa y yo entre al baño, examine mi escondite desde dentro del baño y pude
darme cuenta que no se podía ver absolutamente nada. Continúe pasando una
revista visual al baño como buscando algo y sin esperarlo encontre mi
recompensa, adentro del baño se había quedado la ropa que hace unos momentos se
había quitado entre ellos su sostén y su tanga, primero tome el sostén y lo
olía y después la tanga, yo la tome con curiosidad, estaba muy suave como
ninguna otra prenda que mis dedos habían tocado antes y por instinto la lleve a
mi nariz, el olor de esa tanga usada era muy rico y casi me la quería meter por
las narices, le empecé a buscar forma y la extendí imaginando la parte donde mi
madre ponía su vagina, tenia una pequeña mancha blanquecino y no pude
contenerme para probarla aun estaba fresco eran sus juguitos y me supieron muy
ricos, me baje el pantalón y me comencé a masturbar mientras olía su tanga y
cerraba los ojos viendo en mi mente el cuerpo desnudo de mi madre, me la
imaginaba agachada frente a mi verga y pidiendo que me viniera en su lengua,
mientras se tocaba los senos, por momentos intercambiaba y me ponía oler su
brasier y tomaba mi pene con su tanga excitándome mas pensando en que su
puchita y mi pene algún día podrían estar juntos, tuve un orgasmo chingon y
eche mi semen en su tanga limpiándome muy bien con ese trapito tan suave. Empecé
a tomar gusto por ver a mi madre bañarse, y cada vez que me tocaba estar en
casa en cuanto ella se metía al baño yo subía rápido a las escaleras y me
tiraba en la azotea viendo por el hoyito lo que pasaba, tratando de no perder
detalle desde el momento en que se empezaba a desvestir, fueron un par de días
muy ricos por que después del baño yo bajaba y me masturbaba con su ropa
interior, a veces mas impregnada que otros días, pero siempre oliendo a su
puchita. Llego el viernes y ese era el ultimo día de labores de mi madre, desde
ese día empezaba a ponerse mas relax y pude darme cuenta que los viernes no
solo se bañaba de forma acostumbrada, se tardaba un poco mas que los 4 días
anteriores ella se metió al baño y yo subí rápidamente a la azotea a espiarla,
y esta vez fue diferente, empezó a desnudarse como de costumbre traía un
conjunto negro compuesto de una calzón de normal pero muy sexy y su sostén
negro con florecitas claras. De entre la bata de baño saco un consolador de
plástico, lo tomo entre sus manos y lo chupo un poco, empezó a pasarlo por su
vagina acariciando solo el clítoris y sus labios vaginales, se tocaba los senos
masajeando en círculos con las manos, se arqueaba un poco para atrás y se
empezaba a meter el juguete en su puchita que ya estaba bien mojada, hasta que
lo introdujo todo, en ese momento jadeo y cerro las piernas apretándolo con
gran fuerza mientras se mordía los labios y se tallaba las piernas una con
otra, se masajeaba las tetas y también chupaba sus pezones con la lengua, el
espectáculo que veía era para no aguantar mas y con gran destreza me saque la
verga empezándome a masturbar mientras ella se metía y sacaba el vibrador, no
aguante mas y comencé a venirme, para ese momento quería que el techo
desapareciera y todo mi semen cayera en su boca y sus enormes tetas, tuve una
venida chingona y continúe viendo como ella empezaba a venirse gimiendo muy
fuerte y chupándose los labios con la lengua con los ojos cerrados. Esto se
repitió muchas veces hasta que entré a la escuela nuevamente y no coincidía con
el horario de trabajo de mi madre, sin embargo a la fecha me excita verla y ver
su ropa interior cada que puedo paso a su habitación a buscar en sus cajones y
empiezo a olerla e imaginarme su cuerpo desnudo, que tiene como quince años que
no lo veo, mientras vivi en el nido siempre fui muy cariñoso con ella y durante
ese tiempo aprovechaba para abrazarla parados, acostados, por atrás y no puedo
olvidar como le repegaba la verga en las nalgas mientras la abraza, claro que
ella nunca me dijo nada, casi estoy seguro que ella le gustaba pero ninguno de
los dos nunca se atrevió a dar el siguiente paso y no llegamos más allá de unos
roces de verga, de tetas y caricias “accidentales”, tengo una foto de mi madre bañándose
en un río, ella esta sin brasier, la escondo como un tesoro y cada vez que
puedo me masturbo viéndola e imaginándomela, me imagino que le mamo las tetas y
se las acaricio como ella lo hacia y también la imagino a ella de rodillas ante
mi recibiendo toda mi leche en la boca, y en sus tetas, pidiendo mas.
EL TEMPLO DEL DIOS PRIAPO
Vivencias sexuales e intimas confesiones de una mujer madura, con vergas, falos, penes, priapos, pichulas, picos, pijas, dildos, vibradores...
domingo, 5 de febrero de 2017
sábado, 4 de febrero de 2017
VACACIONES EN EL CAMPO
Somos naturales
de Santander y mi padre es ingeniero naval, a mediados de junio recibió orden
de desplazarse a Japón debido a unos problemas que habían surgido en un barco y
calculaba su estancia en unos dos meses aproximadamente, mamá entonces me
propuso pasar esos dos meses en la casa de campo de los abuelos. Como a mí me
encanta montar a caballo acepté de inmediato y el día 3 de julio los dos nos
dirigimos a casa de los abuelos como se nos ocurrió presentarnos por sorpresa,
la sorpresa mayúscula la recibimos nosotros, el abuelo tenía toda la casa en
obras y sólo tenía disponible una habitación situada en la planta baja, esta
era una habitación muy grande con baño incluido y disponía de una gran cama,
mama no se amilanó y me dijo…
-En esa cama
tenemos sitio más que sobrado ¿No te parece?
Yo me quedé muy
preocupado pues en ese tiempo hacía mas pajas que un mono pero…
– Seguro que sí
mamá, si a ti no te importa por mí de acuerdo.
Ver a mi madre
en bragas y sujetador no era novedad alguna, en casa sobre todo en verano,
andar en paños menores era lo más natural del mundo, jamás vi a mamá como un
objeto sexual, creo que no la veía ni como mujer, sencillamente para mí era mi
madre, lo que desencadenó los acontecimientos que a continuación se relatan
sencillamente fue una acumulación de circunstancias.
Los primeros
días de nuestra estancia en la finca fueron de lo más normal, todo empezó a
cambiar una tarde cuando regresábamos a casa, en lugar de la finca escuchamos
un relincho tremendo, con mucha curiosidad nos dirigimos hacia allí y entre
unos árboles nos topamos con un semental dando vueltas alrededor de una yegua,
olfateándola y tratando de montarla, la yegua relinchaba y le largaba mordiscos
pero no se alejaba de él, en un momento dado y muy fieramente el semental le
largó un par de coces e inmediatamente se montó sobre ella, de sus ingles
empezó a brotar una especie de manguera de unos 60 centímetros de color negro
brillante la cual empezó cimbrear sobre la vagina de la yegua, de pronto esa
manguera comenzó a penetrar en la hembra, ella estaba totalmente sumisa y
resoplaba suavemente, yo estaba empalmado al igual que el semental pero mi
sorpresa fue cuando me fijé en mi madre, se había olvidado de que yo estaba
presente, se había sacado un pecho y se lo masajeaba suavemente con una mano
mientras que con la otra trataba de masajearse su vagina sobre el pantalón de
montar, estaba roja como una amapola y sus ojos no se apartaban ni un milímetro
del pollón del semental hasta que éste en un gran relincho descargó todo su
semen en el interior de la yegua, entonces reaccionó y un poco avergonzada
ocultó rápidamente su pecho y sin decir palabra nos dirigimos a casa, en cuanto
llegamos ella me ordenó guardar los caballos y se dirigió rápidamente a casa,
yo tenía unas ganas locas de cascarme una paja y en cuanto dejé los caballos en
la cuadra me dirigí a la parte trasera de la casa con la intención de
satisfacerme lo antes posible, estaba absorto en esa encomiable labor cuando
escuché un ligero gemido, sin premeditación me había situado justo al lado de
una pequeña ventana que tenía el baño de la habitación de la planta baja, ésta
estaba ligeramente abierta y con mucho cuidado atisbé hacía el interior y lo
que vi me dejó de piedra, mamá estaba sentada al borde de la bañera totalmente
desnuda y con las piernas abiertas al máximo, con una mano se masajeaba las
tetas y se pellizcaba los pezones estos estaban totalmente erectos, eran como
dedales, su otra mano estaba sobre su chocho con dos o tres dedos metidos en el
interior que entraban y salían a una velocidad fantástica, yo que tenía mi
polla en la mano al ver aquello empecé a sacudirla a la misma velocidad en que
ella metía y sacaba sus dedos, nos corrimos los dos al mismo tiempo y yo no
pude evitar un profundo gemido, salí corriendo con temor a que ella me
descubriera, cuando doblaba la esquina me pareció que había abierto la ventana,
no sé si me vio o no, si me vio no demostró nada en absoluto su actitud hacia a
mí era de lo más normal, no obstante al otro día en el río la noté más
cariñosa, juguetona y pegadiza. Estando en medio del río intentó meterme la
cabeza bajo el agua y yo al tratar de librarme la cogí de las tetas, ella ni se
inmutó entonces yo me hice más osado y la abracé fuertemente contra mí, mi
polla reaccionó de inmediato aún estando bajo el agua, ella la notó y siguió
sin inmutarse, ya fuera del agua jugamos a cogernos y correr, cada vez que nos
cogíamos nos refregábamos mutuamente, yo ya no veía a mi madre ya sólo veía a
una mujer muy apetecible que me estaba volviendo loco, en una de las veces que
la cogí la elevé sobre mí y al bajarla la fui refregando totalmente contra mi
cuerpo, ella se dejaba hacer y parecía disfrutarlo, al dejarla sobre el suelo
intencionadamente la cogí de las tetas, ella pareció dudar un momento y
mirándome fijamente a los ojos me apartó las manos suavemente y ahí terminaron
los juegos. Yo ya no pensaba en nada y en mi cabeza había una idea fija ¡Tenía
que follarme aquella mujer! Esa noche me acosté en pelotas y estuve pendiente
de la llegada de mi madre, al salir del baño e ir a apagar la luz por el
contraste de claridad se le transparentó el camisón y bajo él no tenía nada
puesto, eso me dio una idea, esperé como una hora mas o menos esperando se
quedara bien dormida, cuando supuse que lo estaba muy despacio me fui
aproximando a ella, cuando la toqué estaba de espaldas a mí y tenía el camisón
subido hasta la cintura, pasé mi mano por su culo muy suavemente y ella ni se
movió, me pegué totalmente a ella, la noche estaba fresquita, ella al notar el
calocillo se refregó un poquito contra mí y siguió durmiendo, muy despacio pasé
mi brazo sobre ella y con mi mano abarqué una de sus tetas e inmediatamente se
le puso el pezón de punta, dejé mi mano quietecita aprisionando el pezón entre
mis dedos pulgar e índice. Mi polla estaba como un poste de teléfono y sin
poder remediarlo empecé a frotarla suavemente por su culo y a mi cabeza
llegaban las imágenes del semental refregando su pollón por el culo de la
yegua, mama seguía durmiendo, me deslicé un poquito hacia abajo en la cama
buscando la inclinación adecuada y la cabeza de mi polla se apoyó en sus labios
vaginales, mama entre sueños emitió un ligero gemido y echó su culo más hacia
atrás, empujé mis caderas hacia ella y la cabeza de mi polla inició la
penetración en su vagina, la tenía totalmente empapada con sus jugos por lo
cual la penetración fue suavísima, en cuanto tuve la cabeza dentro me quedé
quietecito tratando de no despertarla, ella seguía con su respiración acompasada,
empujé un poquito más y mi polla fue penetrando del todo, inicié entonces un
ligerísimo movimiento de mete y saca y ella empezó a gemir, de pronto…
-¡Jo Fernando!
Sigue mi amor, me estas matando de gusto cariño.
Fernando es mi
padre y entre sueños ella lo confundió, despertó sobresaltada…
¡¡¡Roberto!!!
Pero… ¿Qué estas haciendo? Soy tu madre.
Yo la tenía bien
sujeta y no le permití que se soltara y empecé a follarla a más profundidad…
-Lo siento mamá,
ya no podía más, llevas tres días poniéndome a mil y hoy no he podido
soportarlo, imagínate que soy papá y disfruta de estos momentos, estás
deliciosa, tu coño está ardiendo y tus tetas piden a gritos que las manosee.
Mamá entonces
empezó a dar embestidas salvajes con su culo, gemía desesperadamente y para que
no escucharan los abuelos mordía la almohada con desesperación, los dos tuvimos
un orgasmo simultáneo que nos transportó al séptimo cielo, sin quitársela los
dos nos quedamos dormidos profundamente. Me desperté más tarde de lo habitual,
mamá ya no estaba en cama, me di una ducha y me dirigí a la cocina muy
desconcertado y sobre todo preocupado, ella al verme me dirigió una dulce
sonrisa y me dijo…
-¿Qué pasa
cariño? ¿No tienes pensado ir hoy al río?
-Pues claro que
sí mamá.
-Venga, entonces
desayuna, tengo la comida hecha y pasaremos allí el día ¿Te parece?
A toda velocidad
desayuné y preparé los caballos, montamos y en cuanto llegamos a nuestro paraje
particular mamá saltó del caballo y empezó a desnudarse quedando sólo con la
braguita del bikini, yo me quedé bobo mirando sus tetas y ella dice…
-Qué pasa ¿Es
que nunca viste unas tetas?
-Mamá eso es una
provocación, eso no se le hace a un hijo.
Mamá lanzó una
carcajada y se metió al río, yo me desnudé a toda velocidad y en pelotas total
también me metí en el río y me fui tras ella, ella se reía y me esquivaba hasta
que en un descuido conseguí cogerla, la abracé tiernamente y la besé en la
boca, ella aceptó mi beso y la abrió dándome su lengua, nos exploramos
mutuamente y mi polla empezó a reaccionar bajo el agua, ella la notó y al
fijarse que no tenía nada puesto exclamó…
-¡¡¡Ah
guarrillo!!! ¡Conque esas tenemos eh!
Se soltó de mí,
salió del agua a toda velocidad y echó a correr por el campo riéndose como una
loca. Veía a mamá como a la mujer más feliz del mundo. Salí detrás de ella, la
cogí y volvimos a besarnos, la recosté sobre la hierba acariciando todo su
cuerpo, sus tetas se habían puesto duras como piedras, sus pezones estaban a mil,
chupar de ellos fue una verdadera delicia, fui acariciando todo su cuerpo hasta
llegar a los pies, tenía unos pies preciosos, pequeñitos con unos dedos largos,
derechos y muy finos, cogí sus pies y uno a uno fui chupando sus deditos, ella
se retorcía de puro placer mientras me llamaba cochino, mi boca fue subiendo
por sus piernas muy lentamente saboreando la dulzura de su piel, mientras mis
manos acariciaban sus caderas, su culo, su chochito sobre la tela del bikini.
Fui besando y lamiendo sus muslos por la cara interna mientras bajaba su bikini
y en cuanto mi boca iba a entrar en contacto con su vagina trató de impedírmelo
(¡Era increíble! Nunca nadie le había mamado el coño) Con mucho cariño aparté
sus manos y deposité mis labios sobre su vagina, suavemente comencé a deslizar
mi lengua por toda su rajita, levanté sus piernas y las coloqué sobre mis
hombros quedando su coño y culo a mi total disposición, abrí sus labios
vaginales y mi lengua penetró en su hoyito todo lo que daba de sí deslicé una
mano bajo su culito y suavemente acariciaba su otro hoyito, con la otra mano
excitaba su clítoris, era tal el cúmulo de sensaciones que ella sentía que de
repente empezó a gritar y a correrse de una forma desaforada. Yo estaba loco
por follármela, me coloqué sobre ella, apunté mi pene en la entrada de su
vagina y de un empellón se lo colé hasta el fondo, a pesar de estar muy mojada
ella dio un grito (Mi pene mide 22 cm.) Pero enseguida se repuso, inició un
movimiento de caderas enloquecedor, mi polla se deslizaba en su interior suave
y dulcemente, empezó a entrarme una especie de electricidad por mi espina
dorsal, enterré mi polla hasta su mismísimo útero y descargué un gran chorro de
semen espeso y ardiendo lo cual a ella hizo que se corriera de una forma salvaje,
mi polla seguía en pie de guerra le di la vuelta la puse a cuatro patas y
esparcí sus fluidos vaginales mezclados con mi semen que brotaban de su vagina
sobre el agujero de su ano, apoyé la cabeza de mi pene en su agujerito y ahí sí
que por todos los medios trató de impedírmelo, yo estaba ciego, la tenía muy
bien cogida de las caderas y bruscamente empujé y penetró la mitad de mi polla
en su interior, ella empezó a gritar y a llorar que le dolía mucho, me quedé
quieto, acaricié dulcemente su espalda y su culito, bajé mi mano derecha a su
chochito e inicié una caricia suave sobre toda su rajita excitando
constantemente el clítoris que reaccionó rápidamente poniéndose duro como una
piedra, ella comenzó a relajarse y disfrutar de las nuevas sensaciones (Había
desvirgado a mi mama) Probé a introducir un poquito más mi polla en su ano y
esta empezó a deslizarse suavemente, mamá se había relajado totalmente y
disfrutaba a tope…
-Sigue cariño
mío, rómpele el culo a mamá mi amor, jamás en mi vida supe qué era el placer de
verdad, párteme en dos cielo mío.
Parecía que
deliraba, pero no era más que el placer tan tremendo que estaba sintiendo, yo
ya no podía más y empecé a soltar chorros de espeso semen en el interior de su
ano, ella al sentirlo dio un gran grito, empezó a convulsionarse y de su vagina
salió un chorro de flujo, tuvo una corrida total, en principio creí que se
había meado pero cuando vi mi mano quedé asombrado, era un líquido semi
transparente y espeso parecido al semen. Fue tan intenso el placer que se
desmayó. La recosté sobre la hierba y yo detrás de ella pues mi polla seguía en
su interior y además no me apetecía nada quitarla. Cuando se despertó echó la
mano al culo y sólo dijo…
-¡Cabrón me lo
has roto! Pero me hiciste la mujer más feliz del mundo.
Se giró hacia mí
y me besó dulcemente.
-Cariño ¿qué te
parece si nos damos un baño y comemos?
-Lo que tu digas
mamá ¿Me dejas que te lave?
-Puedes hacer
conmigo todo lo que tu quieras, soy tu esclava mi amor
Nos fuimos al
agua y con mi mano primero lavé su culito, todavía lo tenía dilatado y se veía
algo irritado (Por uno o dos días no podría volver a metérsela) Luego seguí con
su coñito, lo tenía todo pringado de flujos y semen, dulcemente se lo lavé y
ella empezó a retorcerse de nuevo…
-Cariño si no
dejas de tocarme por ahí no vamos a poder comer.
Hice caso de su
advertencia debido a que tenía un hambre espantosa, salimos del agua, mamá
extendió un mantel sobre la fresca hierba, puso la comida y los dos comimos con
verdadero apetito, al terminar de comer yo estaba derrengado y me quedé
dormido, desperté con una sensación extraña, era tan placentera que simulé
seguir dormido, mamá estaba sentada a la altura de mis caderas y acariciaba mi
pito suavemente, subía y bajaba la piel muy despacito, de pronto bajó
totalmente la piel dejando el prepucio totalmente al descubierto, como
hipnotizada bajó la cabeza, abrió la boca y se lo engulló totalmente, empezó a
bajar ya subir muy despacio su cabeza mientras sus labios apretaban totalmente
el tronco de mi polla mientras con la lengua apretaba el prepucio contra su
paladar, el placer que sentía era inaudito y sin poder evitarlo empecé a
descargar lechazos directamente en su garganta y ella sin inmutarse se los
tragó casi totalmente para admiración mía, jamás pensé que ella fuera capaz de
hacer algo semejante. Era ya muy tarde, nos preparamos, montamos a caballo y
regresamos a casa, desde esa mamá y yo seguimos inseparables, somos madre e
hijo y somos los amantes más queridos.
AMOR MATERNO
Por aquellos
días estuve de reposo en casa con un brazo roto. Cuando hube de ducharme vi que
era imposible pues yo solo no iba a poder. Mamá me sugirió que llenase la
bañera y me metiese en ella. Mamá me ayudaría a bañarme tal y como lo hacía
cuando yo era pequeño. Le dije que me daba vergüenza pero ella río. Me metí
entonces a bañarme y ella se aproximó con la esponja para frotarme todo el
cuerpo ante alguna protesta mía. ¡Te estado viendo desnudo toda la vida, ahora
no pasa nada! -me decía-. Intenté relajarme un poco, ella misma me dijo que
estaba tenso con lo del brazo y que me podía hacer daño dentro de la bañera si
me ponía nervioso. Siguió frotando por todo mi cuerpo, el agua y la espuma me
cubrían pero ella no dejó de frotar entre mis piernas y todo, por lo que al
relajarme experimenté una erección y ella lo hubo de notar pues no dejaba de
pasar la esponja y su otra mano libre por allí. Me tenía que incorporar y
taparme con una toalla, pero tenía la polla como un garrote tieso y me daba
vergüenza. Ella dijo que me pusiera de pie que me ayudaría a secarme, pero yo
me negaba, así que casi me obligó a levantarme y mostrarle todo. Dije para mis
adentros: ¡Tu lo has querido!, y me puse de pie casi de un salto, cuando mamá
todavía estaba inclinada sobre la bañera, por lo que mi pene quedo
prácticamente a la altura de sus ojos. Ella sólo exclamó: ¡Vaya, mi niño ya es
todo un hombre!, y procedió a secarme sin que mi erección bajase. La cosa no
pasó de ahí pero mamá hubo de verme con los ojos cerrados mientras disfrutaba
de cómo pasaban sus manos con la toalla por todo mi cuerpo. Después me fui a
dormir terriblemente excitado y con ganas de hacerme una paja; a duras penas
pude meneármela porque yo era diestro y con el brazo roto no podía, así que lo
hice con la mano izquierda y logré correrme con cierto esfuerzo. Pasaron un par
de días y tocaba bañarme otra vez. Mamá acudió a ayudarme y volvió a frotarme
con la esponja. En esta ocasión se recreó, lo hizo despacio, y yo diría que con
cierta malicia. Volví a empalmarme, pero esta vez mi glande se vio sobresalir
de la espuma y mamá se dio cuenta; seguía frotando.
– Mamá, estos
días y con el brazo roto…- le dije-.
– ¿Cómo dices?
No entiendo.
– Mamá, por
favor…- supliqué.
– No te entiendo
hijo mío -dijo-.
Ella entendía
perfectamente, pero me estaba haciendo sufrir. Quería que se lo pidiese, que se
lo indicara con las palabras exactas, así que me encolericé un poco y le solté:
– Mamá, no me
puedo masturbar.
– ¿Y que
significa eso?
– He pensado que
tú…
– ¿Quieres que
yo te haga una paja?
Oírle aquella
expresión, la palabra “paja” me excitó tanto que por poco me lanzó a morderle
las tetas, pero me contuve. Sin embargo, ella misma se desabrochó la blusa
cuando comenzó a masturbarme lentamente sin yo haber dicho nada. Me estaba
haciendo una paja deliciosa y me invitaba al mismo tiempo a meterle mano en las
tetas. Lo hice y minutos después me corrí brutalmente. Mamá era una putita que
comenzó aquel día a dar placer a su hijo.
sábado, 15 de octubre de 2016
EL CULO DE MAMA
Mi madre es una mujer cuarentona, morena, cabello
largo liso, lo que más me llamaba la atención de ella, eran quizás sus pechos,
grandes y duros, también sus piernas y su culo, redondo y duro. Mi madre es
divorciada hace 3 años, y vivimos los dos solos en apartamento. Mi relación con
ella era de lo mas cordial, no como madre e hijo, sino más como dos buenos
amigos, pero eso si, manteniendo las distancias y sobre todo el respeto. Estaba
acostumbrado a verla semidesnuda, algo que me excitaba sobremanera. Casi
siempre me masturbaba pensando en ella y siempre tomaba su ropa interior para
hacerlo o en los momentos en los que ella se bañaba, pero como es la vida, un
día ella me descubrió masturbándome con una braga de ella en su habitación, sin
darme cuenta que ella había llegado, entró a la habitación y que gran sorpresa
se dio cuando estaba con los pantalones abajo y con una braga en la mano y la
otra mano en mi verga dura y roja.
En aquella ocasión me dijo: “ya eres un hombre,
pero eso no te da el derecho para que hagas lo que haces o es que acaso te
gusto?”. La pregunta me tomó por sorpresa y no supe que contestar. Cambié de
color mi cara, se aproximó y me dio un beso, me dijo: “deberías confiar en mi,
vamos no seas bobo, dímelo”. Aquel día tuvimos una charla interesante, yo
reconocí que la espiaba cuando se duchaba o iba a al baño, también que me
masturbaba pensando en ella, etc. Ella por su parte admitió que yo era un
hombrecito y reconoció que lo que hacia era normal, pero que debía controlarlo
porque ella era mi madre.
Todo cambió al mes siguiente cuando ella y su
novio de 2 meses habían terminado, ella llegó llorando a mi habitación, ese día
también charlamos, lo que me dejó impresionado fue que ella y ese patán nunca
habían tenido sexo, que en parte me complacía mucho. Mi madre se ofreció a
dormir esa noche conmigo en mi habitación, pues no quería sentirse sola esa
noche. Ya cansados del día tan ajetreado, nos fuimos a la cama. Yo, me quedé en
bóxer, mi madre, se puso su camisón, apagó la luz y se quitó el sujetador,
acostándose a mi lado.
Sentirla junto a mí me excitaba, y no podía
hacer nada, mi verga estaba erecta y dura. No quería que ella se diese cuenta,
me di la vuelta dándole la espalda. Ella me dijo, por favor no me des la
espalda, anda, date la vuelta y abrázame. Estaba apenadísimo por lo que me
estaba pasando, ante su insistencia me di la vuelta, ella me rozó con su pierna
y se dio cuenta de lo que estaba pasando. “Que pasa ya estamos otra vez, creí
que el otro día había quedado claro, tienes que pensar, que soy tu madre, no
una mujer cualquiera, no puedes excitarte así” me dijo. “Vamos, piensa en otra
cosa e intenta dormir”. Para mi era imposible conciliar el sueño, solo con oler
su cuerpo ya estaba excitado. Se dio la vuelta dándome la espalda con la
intención de dormir.
Mi cama no es muy grande y fue peor el remedio,
pues al sentir sus nalgas frías, me excité aún más. Ella lo notó, no dijo nada,
simplemente apretó su culo contra mis piernas, sintiendo mi verga dura pegada a
su culo. “Niño, piensa en otra cosa, que te van a doler los testículos, vamos
no seas bobo” me dijo un poco molesta. Pero era imposible, en lo único que
podía pensar era en ella, como la deseaba. Me moví dos o tres veces
disimuladamente rozando mi verga contra su culo, esperando que ella se enojara
aún más, pero no dijo nada. Seguí con mi movimiento, como si estuviese
haciéndole el amor, apretando la polla contra sus nalgas, pero ella siguió callada,
sin decir nada. Por fin me decidí a abrazarla, sintiendo sus pechos y sobre
todo sus pezones erectos y duros.
Toqué suavemente su pezón con la yema de mi
dedo. “Por favor niño estate quieto, que yo también soy una persona y no soy de
piedra, además, mira como estas” dijo al tiempo que con su mano izquierda
tocaba mi verga. “Duérmete por favor, no te da vergüenza” me dijo ya un poco
más calmada Estuve rozándole el culo con mi pene bastante tiempo, ella no decía
nada, pero yo si oía su respiración agitada. Era posible que la hubiese
excitado. Claro que lo era, sus pezones estaban durísimos, y cuando retiré la
mano de su pecho, ella me la cogió y volvió a ponerla sobre el, haciendo que le
tocase el pezón. Aquello me hizo reflexionar un poco por lo tanto me aparté un
poco de ella, introduje mi mano por detrás entre sus piernas. Ella al principio
dio un ligero respingo, pero no dijo nada, es más, ante mi insistencia abrió
ligeramente las piernas permitiendo que mi mano, a través de sus bragas, se
aproximase a la vagina. Tenía las bragas mojadas, estaba súper excitada. Me
retiró la mano de entre sus piernas, se dio la vuelta me dio un beso y me dijo:
“por fa, ya eres un niño muy grande, ya vas para adulto, por fa compórtate”,
entonces me dio un beso se levantó de mi cama y se fue a su habitación.
Al día siguiente me levanté para ir a estudiar,
cuando lo único que miré fue que el desayuno estaba en la mesa y nada más, mi
mamá se había ido a trabajar, durante toda la mañana estuve pensando en ella y
en lo que había pasado y me sentía muy apenado, en todo el día no fui a mi
casa, sino hasta la hora de la cena, como eso de las 8 de la noche, como era
habitual, cenamos, aunque en toda la cena nunca la miré a la cara, es que ni
siquiera hablamos, luego yo pasé a la ducha. Cuando terminé, fui a mi
habitación y me puse un pantalón corto de pijama. Mi madre me precedió en la
ducha. Ese día no intenté verla, estaba avergonzado por lo que había sucedido
la noche anterior. Estuvo más tiempo de lo habitual en el baño, por fin salió
envuelta en una toalla y entró en su habitación. Yo me estiré en el sofá para
ver la tv. Cuando ella entró en el salón, no daba crédito a mis ojos, allí estaba
con un vestido que tenia un gran escote y le llegaba hasta el vientre, le
dejaba ver su ombligo, y además era muy corto que solo con agacharse se le
notaria todo, además se le alcanzaba a percibir un tanga muy excitante.
Era increíble. No podía articular palabra. Me
limité a mirarla. Mi polla estaba a punto de reventar. Ella me miró, se aproximó
a mi y me dijo: “no era esto lo que querías, pues aquí me tienes. Te gustó”. No
sabia que decir, afirmé con la cabeza sin apartar la mirada de sus pechos y sus
piernas. Se sentó junto a mi en el sofá y me abrazó, comenzó por besarme
suavemente en los labios. “Tengo que enseñarte a besar, a ver si aprendes” me
dijo, al mismo tiempo que me besaba, con su mano derecha cogió mi pene erecto y
duro como una piedra. “Vamos a mi cama, estaremos más cómodos” me dijo mientras
me tomaba de la mano. Una vez en la cama, me quitó el pantalón del pijama
dejando mi verga erecta al aire, no lo dudó un segundo, la acarició con sus
dedos, entreteniéndose especialmente en el glande. “Tienes una buena polla, el
capullo es enorme, te la voy a comer bien, pero ten cuidado de no correrte en
mi boca, necesito tu leche en otro sitio” me dijo sonriendo y con cara de puta.
Yo alucinaba, estaba a punto de reventar. Cuando apretó el capullo con sus
labios estuve a punto de correrme en su boca, pero ella lo impidió. Aquello era
alucinante, me sentía en la gloria. Mientras ella se comía mi polla, Ella se
fue alzando el vestido dejando ver sus bragas que eran comidas por esas enormes
nalgas, soltó mi verga y se acomodó su braga hacia un lado, luego abrió sus
piernas, al tiempo que me hacia subir acoplándome entre sus piernas. Cogió mi
polla con su mano y la aproximó a su vagina, pasándose el capullo por su
clítoris que ya estaba muy abultado.
Tenía un coño bonito, con poco vello y de color
rubio. La piel de todo su cuerpo era muy suave y especialmente la de sus
piernas. Así permaneció un rato. Yo estaba excitado en extremo, deseaba meterle
mi polla, pero ella no lo permitía, siguió masajeando su clítoris hasta que
tuvo un orgasmo. Sentía como le corría su flujo por mi polla, estaba encharcada.
“Cariño, mira como has puesto mi coñito de mojado. Ahora méteme tu pollón, pero
con suavidad, no me hagas daño” me dijo con voz entrecortada de la excitación.
Con su mano colocó mi capullo en la entrada de su coño, apreté suavemente. El
estar tan lubricada permitió que el capullo entrase con suavidad en aquella
estrecha cavidad. Fui apretando lentamente hasta que tuvo toda la polla en su interior.
Comencé a bombear en principio con suavidad. Ella gemía, de placer, me besaba
el cuello y la boca mordiendo mis labios y apretando mi espalda. “Así amor,
así, muévete un poquito más rápido. Ahh como me gusta. Me voy a correr. Siento
tu chipote como llena mi coño. Muévete por favor. Me corro” me decía gritando
de placer. El orgasmo fue inmediato. Los dos nos corrimos al mismo tiempo.
Descargué toda mi leche en el interior de su coño. Mientras me corría dejé de
moverme, pero ella cruzó sus piernas a mi espalda y apretó con fuerza su coño
contra mi polla, consiguiendo una penetración profunda. “Para cariño para que
me matas. Me haces daño con tu polla. Me siento llena”. Fue en ese instante en
el que asustado le pregunté: “mamá te lo eché dentro, que tal si quedas
embarazada”, ella sonriente me dijo: “tranqui pequeño, yo me cuido, además me
operé para que no pudiera tener mas hijos tan morbosos como tú, además al único
que quiero es a ti”, eso me excito aún más.
Estuvimos abrazados por un buen tiempo me
preguntó: “te gusta como estoy”, yo en mi excitación y mirando como ese vestido
negro lo tenia en sus caderas, y esa braga hacia un lado me excité de nuevo.
“Claro mamá que me gustas, mira como se pone mi polla cuando te miro” le
respondí inmediatamente. Le dije que se tendiera en la cama y comencé a besarle
por todo el cuerpo. Ella estaba tan excitada como yo. Cuando llegué pasándole
mi lengua a la altura de su ombligo, jadeaba y se movía, tal era su excitación.
Separé sus piernas y comencé a comerme su coño. “Déjame, vamos a hacer un 69” me
dijo. Me di la vuelta y metí mi polla en su boca. Comí despacio con suavidad su
rajita de color rosado, introduciendo mi lengua en ella. Al momento explotó,
tuvo un orgasmo descomunal. Su flujo vaginal caía sobre mi lengua. Limpié bien
su vagina haciéndola correrse por segunda vez. Me aparté y la abracé. “Déjame
que te la chupe, quiero que te corras en mi boca, me voy acomer toda tu leche”
me dijo, pero le dije inmediatamente: “no, déjame, quiero correrme en tu culo”
y ella me contestó un poco alterada: “estas loco, como vas a meterme esa verga
tan grande en el culo, es imposible, no entrara, y además me vas a hacer mucho
daño”. Ante mi insistencia, y a base de pasar mis dedos por su coño y su culo,
accedió a que la penetrase por detrás.
De la mesilla cogió un bote de crema, se dio
con ella en el ano y a mí en el glande, mojándome bien con ella toda la polla.
Se puso en la posición del perrito y separó sus nalgas mostrándome su agujerito
de color marrón. “Ponme crema en el culo, por favor y además suavízamelo un
poco con tus dedos, sino, no conseguirás meterme todo eso” me dijo un poco
preocupada. Estuve un rato introduciéndole un dedo con crema, unté un poco mi
glande lo apoyé en su agujero. Apreté un poquito, tímidamente se abrió y
penetró un poco la punta, pero comenzó a quejarse que le dolía, por lo que lo
retiré y le di más crema. Así estuve bastante rato, hasta que conseguí
introducir mi capullo. Ella se quejó un poco, pero yo me paré hasta que el
estrecho orificio se acostumbró a lo que tenía dentro. Con suavidad, paciencia
y vaselina conseguí penetrarla, llegando a introducir mi polla entera.
Ella gemía y se quejaba de dolor, pero cuando
hube bombeado 8 o 10 veces su culo, los grititos de dolor cambiaron a: “así,
así, fóllame bien. Me gusta tu polla, siento mi culo lleno de ti, cógeme el
coño, me duele pero me gustaaaaa!”, luego gritaba que se iba a correr. Inmediatamente
me corrí en su culo, llenándolo de leche, ella estiró sus piernas y me quedé
acoplado hasta que mi polla, debido a la flaccidez, salió del estrecho conducto
de su culo, que en aquel momento había dejado de ser virgen y estaba bastante
abierto. Después de un buen tiempo, ella empezó a comer de nuevo mi verga hasta
tal punto que estaba tan gorda y gruesa, de repente se subió encima de mÍ y
empezó a cabalgar, lo hacia tan rápido que yo bombeaba con satisfacción y muy
rápido también, mientras cabalgaba encima mío, yo le besaba y mordisqueaba sus
pezones que estaban tan erectos y duros como una piedra, además nos dábamos
besos apasionados, solo lengua, que la saliva salía y llegaba a sus senos y yo
volvía y la lamía. Ella gritaba de emoción: “así, así hijo, complace a tu
madre, llena el lugar por donde saliste, así, asiiii”. De pronto dejó de moverse y se paró, me
preocupé y le pregunté que pasaba, ella lo único que hizo fue darse la vuelta y
empezar a meter mi verga por su culo, mi verga dura y gorda empezaba a entrar
con más facilidad que antes debido a todos esos jugos que mi madre soltaba
cuando estábamos, cuando entró por completo mi verga en ese culo rosa, fue
entonces que se empezó a mover más y más rápido, le gustaba que le metiera mi
pollón por ese culo tan estrecho y húmedo, intentaba mordisquear sus tetas,
ella lo único que me decía:” rompeme el culo, parteme en dos, toca mi clítoris
con tus manos sudorosas”, yo emocionado lo hacia hasta el punto en que ella lo
empezó a hacer por si misma, gemía como puta, hasta que no aguantó más y se
vino, eso fue lo más espectacular, cuando se vino parecía una llave de agua,
fue uno de los mejores orgasmos que había tenido en su vida y por supuesto
conmigo. A los pocos minutos fui yo el que me vine en su culo, llené como nunca
ese agujero tan delicioso. de repente se paró y empezó a comer mi verga, la
comió tan bien que no dejó ni una sola gota de leche en ella y lo único que
dijo al terminar fue: “Gracias cariño, eres lo mejor, me alegro de ser tu
madre”, después de eso charlamos un poco y concluimos que ya no era necesario
que me masturbara, que solo pensara que ella iba a estar ahí cuando la necesitara,
y desde ese día cuando quiero una chica, mi buena madre y su buen culo esta,
por cierto ahora cuando lo hacemos, siempre le gusta que le empiece rompiendo
ese culo tan maravilloso.
AL SALIR DEL BAÑO
La relación con mi mamá es muy cercana,
cariñosa y de mucha confianza ella siempre me ve desnudo pero yo no a ella
aunque cuando era mas chico nos bañábamos juntos pero ya ni me acuerdo de eso. Lo
que les voy a contar esta sucediendo en estos días. Estando solo con mamá me ha
dado por espiarla cuando se ducha o cuando esta vistiéndose la verdad es que no
he podido ver mucho solo cuando mamá anda en casa con ropa interior lo que me
bastado para masturbarme pensando en su culo muy bien formado y sus enormes
tetas. Pero lo que pasó este domingo rompió la monotonía. Yo estaba durmiendo
cuando sentí unos gritos de mamá llamándome desde el baño. Me dice que le
traiga la toalla, el solo ello de saber que tendría a mamá desnuda tan cerca me
provocó que se me empinara el palo automáticamente. Entré al baño tratando de
disimular mi erección. Le digo a mamá… aquí está la toalla y mamá abre la
cortina… quedé helado por fin tenia mamá completamente desnuda frente a mis
ojos aunque sólo por unos segundos iba saliendo del baño y mamá… me pide que
traiga la crema para el cuerpo de está en su dormitorio, llego con la crema y
mamá se estaba secando de espalda a la puerta con lo que pude apreciar con
calma su culo enorme… se da cuenta que llegué con la crema… y se pone la tolla
en la cintura y me pide la crema… al mirarme se da cuenta de la tremenda
erección que a esa altura era imposible disimular… y me pregunta qué te pasa… nada
por qué… mira como tienes el pene… ah es que tengo ganas de hacer pichi… bueno
no te aguantes más y hace... me dio mucha vergüenza porque aunque no era
primera vez que me veía meando nunca me había visto con tamaña erección… mientras
trataba de hacer pis mamá se sacó la toalla y empezó esparcirse la crema por
todo el cuerpo, yo la miraba por el espejo como pasaba su mano por su bello
cuerpo terminó de hacerlo y al ver que yo todavía nos lograba hacer pis... mamá
saliendo del baño me dice… te voy a dejar solo para que puedas desahogarte,
sonríe y se va del baño… Yo no sé si es normal lo que estoy sintiendo,
seguramente no, pero no puedo evitar calentarme con mamá. Por otra parte no sé
por qué mamá hizo lo de hoy, seguramente fue sin querer.
martes, 12 de julio de 2016
MIRANDOSE EN EL ESPEJO
A los 38 años,
Cristina empezó a preocuparse por su vida. Creía que ingresar a la cuarta
década era casi como empezar a envejecer. Casada y con un hijo adolescente de
17 años, pensaba que no tenía mucho de que quejarse pero no era una mujer
feliz. Aquella mañana se despertó angustiada. Había pasado la noche sin dormir
luego de hacer el amor, como de costumbre con José, su esposo. Le preocupaba
sentir que “eso” se había convertido en una costumbre, en una rutina en la que
él disfrutaba a su manera y en la que cada día, mejor dicho cada noche… cada
viernes por la noche… sentía ella que ya no sentía nada. Tenía que aceptarlo,
que reconocer que no era feliz.
Como era sábado, no
tenía que ir a trabajar, hubiera querido quedarse en la cama hasta avanzada la
mañana. Pero también se dio cuenta que no soportaba más tiempo permanecer en el
mismo lecho donde pocas horas antes había sido disfrutada, casi apropiada en su
intimidad por su marido. Se levantó sin hacer ruido ni mover la cama y así
desnuda, como había quedado, caminó lenta y pensativamente para observar su
hermoso cuerpo en el amplio espejo que tenía en pasillo entre su habitación, el
dormitorio de su hijo y el baño. Estaba tan ensimismada que no le importó en
ese momento si su hijo salía de su habitación y la encontraba en su plena
desnudez. Apuró el recorrido visual por su cuerpo, senos grandes, blancos como
la leche, claros pezones erguidos, su cintura algo gruesa, buenas caderas y
hermosos glúteos. Detuvo su mirada unos segundos en el casi amplio y tupido
triángulo de vellos que cubrían su pubis y no dejaban ver sus labios más
ocultos. De pronto sintió algo en su interior que le decía que estaba viva.
Giró sobre sus delicados pies e ingresó rápidamente en el baño. Mirarse en el
espejo la había excitado. Sin embargo, se resistía a reconocer que ella podía
sentir emociones y placeres tan profundos y deliciosos que, creía, sólo los
hombres podían tener. En realidad siempre tuvo una lucha interior para
reconocer su sexualidad que bullía intensamente en su interior y que ella
frecuentemente trataba de ignorar.
Esta vez, descubría
que cada movimiento, cada pensamiento, cada centímetro de su piel, de todo su
cuerpo, tenía una vida propia y latía en su interior, fluía como pequeñas y
grandes oleadas de sensualidad que avanzaban raudamente hacia sus pechos
concentrándose en sus pezones y también hacia su sexo humedeciendo su vagina y
también un poco en su exterior. Todavía no comprendía bien qué ocurría en ella
que le producía esas contracciones en sus paredes vaginales y esos latidos en
aquel botón en flor que parecía electrizar todo su cuerpo y que se llama
clítoris. Tenía un fuerte temor que le costó mucho esfuerzo vencer pero logró
acariciar primero sus labios vaginales y luego de separarlos suavemente
encontrar ese punto tan sensible y frotarlo ligera pero repetidamente con cada
uno de sus dedos: había descubierto su clítoris, la llave del placer, la puerta
de ingreso al paraíso, la catedral del orgasmo que, desgraciadamente, ignoraba
su marido. Sí, ahora se daba cuenta que él era diferente a ella, no solamente
porque pensaban de manera distinta sino porque ella podía sentir emociones y
placeres que él no le podía producir. Se sintió muy mal y se dijo que algo
tenía que hacer. Vio que habían pasado más de 15 minutos y abrió el grifo de la
ducha y dejó correr un buen chorro de agua que le brindó excelentes masajes a
su excitado cuerpo ayudándole a relajarse. Aseó todo su cuerpo, lavó sus cabellos,
depiló sus axilas y luego… algo que siempre quiso pero nunca se atrevió
siquiera a imaginar concientemente…, empezó a rasurar buena parte del vello que
poblaba su pubis para mostrar su hermosa vulva con aquellos labios que nadie,
aparte de su marido, había visto y cogiendo un espejo volvió a examinarse
descubriendo aquella parte de su cuerpo que todos los varones querían de las
mujeres, y que ella ahora tímidamente imaginaba que algún otro hombre podía
acariciar, encender y hacerla disfrutar del amor. Se rasuró primero en la zona
superior, luego en los costados con mucho cuidado, dejó apenas una breve zona
de vello y tuvo una nueva sensación de desnudez pues podía mostrar su sexo en
toda su plenitud y belleza. Se lavó, secó y luego pasó su mano sintiendo la
suavidad de sus labios y cómo de ahí empezaba a fluir electricidad y a encender
su cuerpo. Nada la podía detener y siguió con las caricias íntimas que nunca,
nadie, ni ella misma, antes se había obsequiado, logrando masturbarse
intensamente hasta producirse esas agradables convulsiones por oleadas que se
entrecruzaban en el primer orgasmo verdadero que sentía desde que tenía marido…
pero en ausencia de él, y descubrió que su marido ya no era necesario para
hacerla feliz, porque ella podía serlo por sí misma. Luego de unos minutos, se
relajó, recuperó la respiración que antes se había agitado alocadamente, se
vistió con ropa ligera y cómoda, y salió del baño. Era otra. Fue una mujer la
que había ingresado al baño una hora atrás, y otra, totalmente nueva, la mujer
que salía en este momento, dueña de su propio cuerpo, de su propia intimidad.
En la casa todo seguía
en silencio. Fue al dormitorio de su hijo, llamó a la puerta y al no obtener
respuesta, ingresó encontrando a Mario profundamente dormido. Parada delante de
su cama se quedó pensativa. Cuando adulto, ¿sería él un buen marido? ¿A qué
edad descubriría el amor? ¿Haría feliz a alguna mujer? Aunque tenía 17 años y
nunca pasó por su mente estas ideas, de pronto se aglutinaron en su mente, una
tras otra, hincando sus temores. Luego de unos segundos de indecisión, lo cogió
por un hombro moviéndolo apenas a la vez que le decía “hijo mío, levántate que
es tarde”. No obteniendo una respuesta, repitió el llamado y levantó las
sábanas e intentó, sin ocultar su propia risa, de alzar en brazos a su hijo y
éste se vio obligado a sentarse al borde de la cama, reclamando que ese día no
había que ir a la escuela. Cristina insistió logrando que, medio dormido medio
despierto, se levante y vaya caminando zigzagueante al baño para despertarle
plenamente con el agua fría de la ducha. Ayudado por su madre ingresó al baño,
mientras ella le ayudaba a quitarse la polera que llevaba puesta. De pronto,
Cristina se detuvo, su hijo sólo tenía unos bóxer y no se atrevió a quitárselos.
Aunque antes ella siempre le había ayudado a bañarse hasta hacía unos de años,
ahora sintió que estaba invadiendo la privacidad de su hijo a pesar de saber
concientemente que no tenía por qué ser algo incorrecto ayudarle. No, por una
fracción de segundo se dio cuenta que se había detenido porque le había dado
curiosidad el ver cuánto habría crecido su hijo, saber si ya se estaba
convirtiendo en un hombrecito y rápidamente, sus prejuicios y su mente la
habían autocensurado. A la vez, esa sensación de que estaría haciendo algo malo
le producía un interés mayor por ver la desnudez de su hijo y estaba paralizada
por el dilema de controlarse y actuar decentemente o liberarse y satisfacer esa
curiosidad carnal de descubrir cómo había cambiado el cuerpo de su hijo.
Insistió diciéndole a
Mario que se despertara bien y que entre a la ducha pero él estaba tan
somnoliento que Cristina se vio forzada a inclinarse un poco y coger el
elástico de la cintura de los bóxer y bajarlos. Al principio volvió su cabeza
para no ver pero a medida que lentamente le bajaba los bóxer a Mario sintió con
gran fuerza la tentación de mirar y satisfacer su curiosidad. No, no podía
estar teniendo esas sensaciones, esos deseo inadecuados en una madre. De
pronto, puso en su mente la excusa de “no haré nada malo si sólo miro” y volvió
su vista para descubrir que, efectivamente, Mario ya no era aquel niño que ella
ayudaba a bañarse dos años atrás. Su sexo, su pene, había ganado en grosor, el
glande se asomaba de la piel en la punta y los vellos crecían en su pubis. La
imagen quedó grabada en la mente de Cristina. Abrió el grifo y dejó correr el
agua fría que rápidamente despertó totalmente a su hijo y ella salió del baño,
dejando a Mario en su privacidad. Estaba algo atolondrada, no podía pensar con
claridad. No sabía cómo organizar en su mente todo lo ocurrido. ¡Al diablo! se
dijo, no es lo mismo pensar y ver que hacer o coger, seguro son solamente mis
prejuicios, y trató de olvidar lo sucedido.
No había dado dos
pasos fuera del baño cuando en su mente apareció la curiosidad por saber si su
hijo ya tenía conciencia de su cuerpo, si su pene tenía erecciones o si se
masturbaba. De pronto se dijo que en realidad ella no conocía nada de su hijo.
Siempre había tratado de ser una buena madre y estar muy cerca emocionalmente
de su hijo. No sólo prepararle sus alimentos o asegurarle ropa limpia y esas
cosas. También se había preocupado por si tenía alguna necesidad, algún temor o
alguna duda pero ahora había abierto los ojos y descubierto que no sabía nada
de lo que su hijo pensaba, hacía o sentía cuando ella no estaba delante de él.
Tenía que ganarse su confianza para que él mismo pudiera decirle qué pensaba,
qué sentía o qué dudas tenía ahora que era adolescente y cuando la sexualidad
es algo tan importante. Si ella lo había visto desnudo ahora, si había visto
con toda libertad su floreciente sexo, ¿por qué no podía conocer más de su
hijo? Estas reflexiones la dejaron más tranquila, sí, se trataba de que ella no
quería que su hijo fuera como su marido y que hiciera infeliz a una mujer como
su madre. Y ella iba a ayudar a su hijo, sí, porque una madre también tenía el
deber de asegurar la felicidad de su hijo, incluso la de su propia vida sexual.
Ahora, Cristina se sintió bien, reconfortada y con una nueva obligación como
madre… hasta que se percató que su hijo le llamaba desde la cocina preguntando
por el desayuno. Ella sonrió en su interior y dijo, “allá voy cariño”.
Cristina se abocó a
las tareas domésticas tratando de olvidar sus pensamientos y temores. José, su
marido y Mario, su hijo, pronto estaban listos para salir. Como siempre
ocurría, ellos volverían luego de unas horas esperando que la responsable madre
y esposa les tuviera listo el almuerzo. No era de otra manera. ¿Qué otra cosa
se podría esperar de ella? Cristina volvió a ser conciente de su situación y,
nuevamente, se dio perfecta cuenta que debía cambiar la situación. Tenía que
independizarse de las cadenas que la ataban a su marido y demostrarle a su hijo
que una madre no sólo le lavaba la ropa y preparaba la comida. Preparó
rápidamente una comida fría y la guardó en la nevera.
Fue a su habitación y,
antes de ingresar, se percató otra vez del amplio espejo y se detuvo a mirarse.
Algo le atraía fuertemente en el espejo, como si hubiera tomado vida propia,
como si el espejo fuera ella misma que algo le quería decir. Miró su rostro,
era conciente de su belleza y se consideraba una mujer bonita aunque su
apreciación era objetiva y sabía que en un concurso de belleza ella no ocuparía
los primeros lugares. No era una jovencita de 18 ó 20 años pero su cuerpo
todavía mantenía una buena forma, le agradaba su mirada, el color y textura de
su piel, sus cortos cabellos que hacía poco tiempo había teñido de un color
oscuro. Pensativa empezó nuevamente a desnudarse. Nunca había sentido tanta
satisfacción en desvestirse frente al espejo. Otras veces lo hacía rápidamente
y sin prestar mayor atención. Ahora, se trataba de un acto totalmente sensual,
quería sentir y disfrutar de cada momento, de cada centímetro de piel que
descubría. Se había quedado en dos piezas, un sujetador grande y fuerte que
cubría sus amplios senos sin dejar traslucir nada aunque sentía que sus pezones
estaban erectos y tratando de liberarse. Su calzón, también de color carne,
ocultaba sus más íntimos tesoros que empezaban a humedecerse y ya no mostraban
a los lados, en el interior de sus muslos, los vellos que antes trataban de
salir pues los había rasurado temprano por la mañana. Llevó sus manos hacia la
espalda, desabrochó el sujetador y lo dejó caer lentamente, liberando sus
palpitantes pechos y los hinchados pezones que acarició y pellizcó suavemente
con ambas manos a la vez. Igual hizo quitándose el calzón que ya estaba
humedecido en la entrepierna, lo miró detenidamente preguntándose cómo podía
haberlos mojado tanto y tan rápido, olió aspirando fuertemente y sintió el
intenso aroma de mujer, de hembra excitada y empezó a sentir el despertar de
sus pechos, de su vagina, de su clítoris, en fin, de todo su cuerpo y dejó
salir a la mujer que ya empezaba a ser. Así desnuda ingresó a su habitación y
se acostó de espaldas iniciando un cuidadoso recorrido por todo su cuerpo. Se
preguntaba internamente si otras mujeres conocían su cuerpo y su sexualidad así
tan profundamente como ella estaba empezando a conocer. ¿Otras mujeres se
acariciaban igual? ¿Con cuánta frecuencia se masturbaban? ¿Tenían curiosidad
por el cuerpo de sus hijos? ¿Se sentían mal por pensar en el sexo, por querer
disfrutar como otras personas? Continuó acariciándose lentamente cada zona que
podía despertar, su cuello, sus hombros, sus axilas, sus pechos, sus pezones,
su cintura, sus caderas, su vientre, sus labios vaginales, su clítoris, sus
nalgas, su ano, sus muslos, sus piernas y sus pies, bajando y subiendo todo
este recorrido tantas veces como quiso, hasta dedicar una mano a sus pechos y
otra a su clítoris con furia y amor a la vez hasta liberar su fuerza interior,
y soltar la tensión acumulada en esos momentos, desencadenando intensas
convulsiones que recorrieron todo su cuerpo por varios minutos sin que nada lo
pudiera detener. En esos momentos, por su mente pasaron miles de imágenes, que
nunca antes hubiera sospechado guardaba en su interior y en ninguna de ellas se
encontraba su marido, el siempre ausente José, pero sí tenían lugar especial
sus amigos, algunos compañeros de trabajo y hasta Mario, su hijo. Poco a poco
fue retomando la calma, sintiéndose muy relajada, cansada y satisfecha, hasta
quedarse dormida. Cuando despertó, reparó que estaba desnuda, la puerta se había
quedado abierta, José y Mario estaban en casa, creyó que acababan de llegar y
el ruido de ellos le había despertado, sintió que su hijo ingresaba al baño.
¿Le habría visto desnuda sobre la cama? Sintió temor, un fuerte temor y a la
vez que intentaba cubrirse con las manos, se levantó muy rápido y cogió una
bata.
No es fácil tomar
decisiones cuando se tienen dudas y temores. Muy despacio se acercó al baño,
puso su oreja pegada a la puerta para escuchar. Primero sólo sintió silencio.
Luego de unos momentos descubrió unos susurros donde apenas reconoció la voz de
Mario y unos jadeos. Se sorprendió creyendo que se encontraba enfermo pero
luego reaccionó y solamente pudo imaginar una cosa, sí, no había lugar a dudas,
su hijo se estaba masturbando. Rápidamente vino a su mente los recuerdos de la
mañana cuando intentaba que Mario ingresara a la ducha. La imagen de su hijo
desnudo volvió con fuerza a su mente y ahora Cristina temblorosa trataba de
combinar los gemidos y jadeos que escuchaba con el recuerdo de la desnudez de
su hijo, y se sintió excitada, tremendamente excitada, sin poder controlar la
humedad que surgía entre sus piernas ni los latidos de su clítoris. Sabía que
su pequeño hijo ya se había convertido en un hombre que estaba liberando sus
urgencias sexuales y que, seguramente, no tenía una mujer con quien disfrutar
su naciente sexualidad. Curiosa situación, ella no tenía un hombre que le
satisfaciera haciéndole el amor y su hijo todavía no conocía una mujer en toda
su carnalidad y tenía que consolarse por su propia mano. De pronto, escuchó un
gemido más fuerte y prolongado. Sabía que eso significaba que su hijo estaba
eyaculando, que de su adolescente pene estaba brotando aquel licor de su
naciente hombría. Nuevamente, volvió ella en sí y se dijo que tenía que hacer
algo para ayudar a su hijo. No sabía cómo, pero ya encontraría la manera de
hacerlo. Aunque ella no lo fuera, su hijo sí tenía que ser feliz y disfrutar de
todos los tesoros de la sexualidad.
Toda la tarde la pasó
tratando de distraerse viendo algo en la televisión sin lograrlo. Sólo quería
que llegara la noche para dormirse y descansar. Como todos los sábados, su
marido se reuniría con sus amigos, seguramente para hablar de mujeres y
vanagloriarse de sus conquistas y falsos triunfos, cada cual sintiéndose más
hombre que el otro. José volvería a casa muy de madrugada o al amanecer, algo
bebido caminando titubeante para acostarse a dormir y no despertar hasta la
tarde del domingo. Cristina pensaba que, siquiera por unas cuantas horas, estaría
sola, libre de un extraño, sí eso era lo que sentía respecto de su marido.
Intentaba concentrarse en la película que se mostraba en la pantalla pero no lo
conseguía. Hoy había sido un día diferente, muy diferente a todos los
anteriores en su vida. Estaba bastante cómoda en el sillón y buscaba de
relajarse, se hallaba descalza disfrutando de esa sensación de libertad y
agrado al rozar suavemente la alfombra con sus pies. Primero con uno y luego
con otro como dibujando semicírculos pequeños y grandes. Llevaba una falda
corta a mitad de muslo y, al separar y juntar sus piernas, sentía también la
frescura del aire entre sus piernas. De un momento a otro se percató que Mario,
su hijo la observaba con disimulo desde el sillón del frente, pero no tenía sus
ojos puestos en ella sino en sus muslos y auscultaba su interior cada vez que
ella separaba juguetonamente las piernas. Una nueva sensación llegó primero a
su mente y luego a su cuerpo. Era admirada por su propio hijo. Sentía, por
primera vez, que ella era un objeto sexual para su hijo, sí, se estaba
exhibiendo espontáneamente ante Mario y le permitía observar su entrepierna, su
calzón y, ahora recordaba, ya no podía ver los vellos que antes acostumbraban
sobresalir por los costados de su calzón entre las piernas. Descubrió que, sin
querer, estaba coqueteando con su hijo, y sin habérselo propuesto, lo estaba
excitando, pues ella también lo observaba con disimulo para descubrir aquel
bulto entre sus piernas que antes había ignorado y era una prueba fiel de la tremenda
erección que tenía su querido hijo, gracias al cuerpo de su madre. No pasaron
más que unos pocos minutos y Mario se levantó para dirigirse, qué duda cabía,
al baño y satisfacer su intensa excitación, para masturbarse, para…. “correrse
la paja”, sí esa era la expresión que usaban los hombres, los adolescentes para
referirse a esta forma de placer solitario. Cristina sintió alegría y también
excitación. Esperó unos minutos y ella también se levantó, fue hacia el baño,
llamó a la puerta y preguntó “¿te sientes bien, querido?” para escuchar la
respuesta temblorosa de su hijo “sí mamá, ¿por qué no lo iba a estar?”. Ella no
supo qué decir.
Más tarde, por la
noche, cuando José ya había salido, estaban viendo la televisión en silencio,
Cristina se levantó diciendo que iba a ponerse cómoda de ropa y luego ir a
dormir. Caminó lentamente sabiéndose observada por Mario y empezó a sentir un
calor intenso por su cuerpo. Imaginó que su hijo miraba su trasero y el
balanceo de sus nalgas al caminar. ¿Por qué les atrae tanto a los hombres el
trasero de las mujeres? se preguntó. Y a medida que subía por las escaleras, su
hijo quedaba justo debajo de ella, imaginó cómo estaría observándola debajo de
su falda y trató de subir muy lentamente, prolongando aquellos segundos de voyeurismo
adolescente y de exhibicionismo maternal. Antes de ingresar a su habitación se
miró nuevamente al espejo, cuán diferente era vestida y desnuda, tranquila y
excitada, oscura y transparente en toda su sexualidad que recién ahora empezaba
a descubrir y disfrutar. Como el espejo estaba al extremo del pasillo, su hijo
no la podía ver ahora, así que empezó a desnudarse, primero la falda y luego la
blusa, seguida por el sujetador y finalmente su breve tanga. No le preocupó
dejar tirada su ropa en el suelo, tal vez fuera una señal para Mario. Ingresó
al baño y se sentó al inodoro para orinar. Por alguna extraña razón que todavía
no entendía, cada movimiento, cada acto suyo podía tener una sensación
diferente y nueva, alguna relación con su sexualidad, y el orinar empezó a
convertirse en una oportunidad de placer, dejó correr lentamente el pequeño
chorro de orina, como una lluvia dorada que le gustó disfrutar. Abrió el grifo
de la ducha, combinó fría y caliente y se introdujo para recibir miles de gotas
que volvían a masajear cada milímetro de su piel. Cuidadosamente fue jabonando
cada parte de su cuerpo y excitándose con mayor habilidad y rapidez. No había
llegado a su clítoris cuando le sorprendió un vendaval de convulsiones y
placeres en un orgasmo cada vez mayor. Se cogió con ambas manos para no perder
el equilibrio y mentalmente se prometió repetir ese orgasmo regalándose
caricias en sus labios vaginales y en su clítoris cuando estuviera acostada,
sola, en su cama.
Terminó de recuperar
su aliento, se enjuagó bien y cerró el agua. Se sorprendió al no encontrar
toalla alguna, iba a salir pero no quería mojar el piso. Tomó valor y llamó a
su hijo pidiéndole que le alcance una toalla. A los pocos segundos Mario llamó
a la puerta y Cristina le dijo que estaba abierta. Luego, la puerta se abrió
unos pocos centímetros y Cristina dijo, con la voz más calmada que pudo
simular, “discúlpame pero olvidé traer toallas, pasa hijo”. Mario se sorprendió
al ver, por primera vez, a su madre desnuda sin escuchar que ella le decía que
eso era natural y no tenía nada de malo. Mario no dejó de mirar a su madre, sus
pechos, su sexo, de arriba a abajo y de abajo hacia arriba en los dos o tres
segundos que le tomó entrar al baño y extender su mano con la toalla. Cristina
se cubrió y se dio vuelta, mostrando sus desnudas nalgas para que su hijo
tuviera una visión completa. Nuevamente se sentía satisfecha porque le había
dado la oportunidad a su hijo de conocer nuevas emociones, porque había visto
una mujer desnuda por primera vez y porque ella se dio cuenta sin duda alguna,
que había empezado también a disfrutar exhibiendo su desnudez. Una sonrisa de
placer se dibujó en su rostro cuando Mario ya había abandonado el baño,
seguramente para dirigirse a su habitación y correr a masturbarse por tercera
vez aquel día. Tranquila, Cristina se dirigió a su habitación, ya sin cuidado
de ser vista desnuda y así se acostó en su cama, dejando la puerta semiabierta
y luz de una pequeña lámpara encendida. Trató de dormirse pero no pudo, lo
único que podía era revivir en su mente, todo lo que había ocurrido ese día.
lunes, 11 de julio de 2016
MI GORDA MADRE
Mi mamá es una mujer de 55 años y bastante gorda, pero un enorme
culazo tan grande y muy lindo pesara unos 130kg., tiene una cara hermosa y unos
pechos súper extra grandes, yo tengo 18 años y mi papá 60 años y una muy buena
relación conmigo, desde casi siempre me masturbé pensando en esas hermosas
tetas, pero nunca pasó de ahí, por lo menos hasta hace casi un mes. Todas las
mañanas antes de ir a la prepa me despierto bien erecto y tengo que hacerme una
paja y de vez en cuando mancho el calzoncillo, cuando esto pasa lo hago un
bollo y lo dejo para lavar. Una de esas mañanas al llegar al cole me entero que
estaba cerrado por no haber agua, sin hacerme problema vuelvo a mi casa. Entro
apresurado para ir al baño y al abrir rápido la puerta veo a mi mamá completamente
en calzón sentada en el inodoro y masturbándose con un cepillo metido hasta el
fondo de su concha mientras pasaba su lengua sobre el semen de mi calzoncillo,
nos quedamos tiesos los dos mirándonos a los ojos por unos segundos, yo con la
boca abierta y ella con su lengua llena de mi leche, cuando siento la voz de mi
papá que me pregunta que hacía de vuelta tan temprano. Rápido cierro la puerta
y le explico lo del corte de agua, él se despidió de mí, de mi mamá con un
grito y se fue a trabajar. Me senté en el living y estuve casi 20 minutos
tratando de acomodar mis ideas, mientras en todo ese tiempo mi pija no dejó de
estar dura, no comprendía lo que pasaba, pero me excitaba y mucho. Fue entonces
cuando escucho por fin la puerta del baño y mi madre ya con su camisón puesto
se sienta frente a mí y pide aclararme lo que pasó, sin decirle una palabra la
miré a los ojos y me hice todo oído. Casi al borde del llanto comenzó diciéndome
que papá casi nunca la tocaba y que ella estaba segura que él tenía una amante,
pero que no podía culparlo ya que ella era gorda y fea y que su tremenda
calentura la llevó a excitarse con su propio hijo. Ahí la interrumpí y le
pregunté que otra cosa hacía pensando en mí, me contó que mientras yo dormía
boca arriba ella se masturbaba al lado de mi cama. Después me pidió disculpas y
juró que jamás volveríamos a pasar por esta situación, fue ahí cuando la
interrumpí y le dije que yo también era culpable ya que me había masturbado
pensado en ella mil veces y que jamás la había visto como a una gorda fea, que
al contrario la veía hermosa y muy mujer, ella no me creyó y decía que yo solo
lo hacía para hacerla sentir un poco mejor. Me paré, me puse frente a ella,
tome su mano y la apoyé en mi pija que estaba como una piedra y le dije, esto
te parece mentira, después me bajé los pantalones y acerqué su cara a mi pija y
ella la chupó gustosa, lo hacía perfecto, se notaba que sabía lo que hacía,
solo la interrumpí para tomarla de la mano y llevarla a su cuarto. Al llegar le
quité el calzón color amarillo la recosté en la cama y le dije: ahora te voy a
demostrar que no te miento, y hundí mi cara en su concha, ¡que hermoso gusto!,
que labios carnosos, chupé esos labios como un loco, trataba de meter la lengua
lo más adentro posible, estuve así como 28 minutos en los cuales ella no dejó de
gemir y le conté por lo menos cuatro orgasmos que llenaron mi boca de su
hermoso néctar, después separé sus redondas piernas, corrí un poco su gran
abdomen y le introduje hasta el fondo la pija. Gritaba como loca y cuanto más
gritaba más fuerte la cogía, veía su cara y estaba feliz, se pellizcaba los
pezones, mordía las almohadas y gritaba que me amaba que quería mi leche y que
siempre había soñado con este día. A los 10 minutos la inundé de mi leche, pero
no saqué la pija, chupé esas tetas gigantes con las que tantas pajas me hice,
mordí esos pezones redondos como un cenicero y enseguida estaba erecto de
nuevo, bombeaba como un potro y ella seguía gritando, casi disfónica, pero seguía,
acabé de nuevo, pero ahora había tardado bastante más y volví a lamerle los
pechos sin salir de ella. La miré a los ojos y de muy cerca le dije que saque
la lengua y la deje fuera de su boca, ella obedeció enseguida y aproveché para
lamer su lengua, la metí en mi boca y la saboreé toda, esto me puso al palo de
otra vez y volví a embestirla, pero esta vez estaba dispuesto a matarla a
pijazos, de a ratos la miraba y veía que lloraba de alegría, después se reía y
al rato volvía a llorar. Sin exagerar la cogí más de 40 minutos sin parar,
estaba cansado, pero orgulloso de regalarle tal cogida a mi mamá, cuando acabé me
temblaban las piernas, los brazos y todo el cuerpo, ella estaba casi desmayada
de placer, la besé en la boca, lamí todos sus dientes, chupé el sudor de su
gordo cuello y le dije al oído: prepara algo de comer que de postre te cojo
igual que ahora, pero por el culo. Ella se sorprendió y con las pocas fuerzas
que le quedaban me contó que nunca lo había usado para eso, pero que para mí desde
ahora no existía el no. Desde esa vez y al día de hoy me la cogí todos los
santos días, como es obesa no puede ponerse sobre mi ni cambiar tan fácil de
posición, pero compensa todo con la calentura que tiene, con el morbo de saber
que es mi mamá y con la hermosa sensación de hacer cornudo a papá, porque ahora
su macho soy yo.
miércoles, 30 de julio de 2014
LA MAMA DEL ESTUDIANTE DE MEDICINA
Mi hijo necesita ayuda para
practicar los primeros auxilios. A mí siempre me han puesto mucho los médicos
apuestos, así que acepto encantada “practicar” juntos. Me encanta ser mala… Éste
es mi primer relato. Soy fan desde pequeñito de este tipo de relatos y ahora
quiero dedicarlo a todos los escritores que me han hecho pasar horas de placer
haciendo volar mi imaginación. He leído miles de ellos. Agradecería sugerencias
y críticas. También fantasías que llevar a cabo que me proporcionen material
para nuevos relatos. Y sobre todo, me encantaría también contactar con madres
que sientan algo así para que cuenten cómo es lo que yo sólo puedo imaginar. A
todas ellas, un beso de enamorado. Siempre he sido una mujer caliente,
especialmente al alcanzar los 40. Después de una educación de colegio de monjas
y una familia en la que no se hablaba de sexo y un paso por la adolescencia y
la juventud con iniciaciones tímidas, en la madurez se me ofreció una plenitud
tanto psíquica como sensorial. Como si el sexo fuese una fruta que madura a su
tiempo, me he dado cuenta de que mi vida sexual ha ido creciendo como el buen
vino, con mayores matices y gustos en el paladar (en ocasiones literalmente,
jajaja). Leer relatos eróticos y masturbarme con ellos, me ha hecho llevar el
erotismo conmigo a todas horas. Inventar y soñar situaciones que luego he hecho
realidad o no, pero que me han aportado muchos buenos momentos. También en el
aspecto físico creo que estoy en plena plenitud. En el del atractivo, quiero
decir. Creo que una mujer es atractiva cuando ella lo siente, y en mi caso, sé
que puedo poner de rodillas a cualquier hombre, sólo con mi mirada. No es
necesario que les muestre algo de mis largas piernas tersas por las horas de
gimnasio, ni mi culo duro y respingón, ni mis grandes pechos con pezones
hipersensibles. Creo que cuando pasan por mi lado, sienten lo hembra que soy y
eso ya les hace ponerse alerta. El protagonista de esta historia es mi hijo.
Tiene 21 años y es un chico alegre y guapete. No me cuenta nada, pero he oído
por el barrio que se le ve con alguna chica paseando. Me imagino que ya tendrá
experiencia el plano sexual, pero no es un juerguista porque estudia bastante y
sale sólo de vez en cuanto hasta tarde. Cursa la carrera de Medicina desde hace
3 años, así que ya ha comenzado con las prácticas con pacientes. Me cuenta sus
experiencias en el hospital donde va diariamente. Ha pasado ya la época de los
libros y microscopios a tratar con pacientes. En este año ya tiene su primer
contacto con inyecciones, yesos y otras técnicas que tiene que aprender. Es una
época bonita, ya que por primera vez empieza a sentirse médico de verdad. Es lo
que ha querido hacer siempre y los hemos apoyado mucho. A él le entusiasma y,
como buen estudiante, se toma muy en serio todas las prácticas, lo que es
importante también para tener las mejores notas de cara a elegir especialidad. Además
de tener vocación, es una persona muy metódica y ordenada. Le veo repasar el
material que necesita y va a comprarlo, asegurándose antes de salir de casa, de
que no le falta de nada. Ha comenzado un curso de algo que le encanta, los
primeros auxilios. Como buen médico, tiene que estar preparado para atender una
emergencia en cualquier lugar. Es su deber. Para ello, tiene un curso teórico y
práctico. Mi hijo me empieza a contar ilusionado, cómo en el curso le enseñan a
hacer masaje cardiaco, a poner cánulas intrafaríngeas o a dar electroshocks a
lo George Cloony en Emergency Room. A mí lo de imaginar estas situaciones como
que me iba poniendo. Siempre me han gustado esas series televisivas de médicos,
que solemos ver juntos. Me ponían mucho los médicos con sus cuerpos musculosos
bajo la bata, su seguridad en sí mismos, y la intimidad, lo cerca que llegan a
estar de sus pacientes femeninas. Ahora me cuenta cómo él tiene que practicar
con sus compañeras y compañeros para aprender y llegar a ser también un médico
seguro de sí mismo y sexy. Pienso lo afortunadas que son sus compañeras al
tener que ser “masajeadas” y aplicarles el boca a boca un chico fuerte y
dispuesto a hacer lo que sea por salvarle la vida. El horno que llevo dentro se
ha encendido con estos pensamientos. Sin embargo, mi hijo me cuenta que casi
todo lo hacen con un maniquí de goma, que no tiene brazos ni piernas. Una
lástima, pienso yo, con lo necesario que debe ser practicar con personas
reales. Un muñeco frio no va a ser lo mismo. Tendremos que ponerle algo de
interés a las prácticas para convertir el deber en placer, no? Hoy ha venido
nervioso, tiene el examen práctico pasado mañana. Ya ha aprobado con nota el
teórico. El problema del práctico, es que tiene que solucionar un caso clínico
que le presenta el profesor. No sólo se valora el saber, sino que tiene que
tomar decisiones y actuar rápidamente para hacerlo bien. Lo veo por casa dando
vueltas. Su padre ha salido de viaje y estamos los dos solos. Me dice que no
sabe qué utilizar de maniquí. Que le gustaría repasar. Algunos de sus
compañeros lo hacen con una caja, a la que han atado una pelota como cabeza. Me
pide si le puedo dejar una caja. Tras mirar las de la leche y alguna más que
había por casa, no hemos encontrado nada decente. Entonces me viene a la
memoria la escena de George Cloony y mi cerebro clitoriano se enciende y me
empuja a decir… “¿Y si me pongo yo de paciente para que hagas la práctica? Así
no pierdes el tiempo buscando una caja y ya que tengo el fin de semana libre
porque no está tu padre, puedo aprender algo de primeros auxilios”. “ Umm,
bueno, sólo me quedan dos días para el examen. Te lo agradezco”. “Entonces no
perdamos el tiempo y vamos a empezar. Busco mi esterilla de yoga y me preparo
enseguida”. Me voy a mi habitación a por la esterilla y, de paso, me miro en el
espejo. Recojo mi pelo largo en una coleta y me cambio el pijama por un camisón
cortito y un poco escotado pensando en el acceso al corazón y los pulmones.
Desde arriba se puede tener una buena panorámica de mis tetazas. Cuando salgo
al salón, parece que no esperaba algo así. Le ha impactado mi camisón, ya que
mira mi canalillo intentando disimular. Mis tetas se muestran desafiantes, con
poderío. Parece como si se estuviera
arrepintiendo. Seguro que está pensando
en la situación que le viene de tener que acercarse y tocar sobre mis
exuberantes pechos. Pero no le voy a dejar echarse atrás. “¿Doctor, cómo me
tengo que poner? “ Tengo mucha ilusión por ser conejillo de indias de un
apuesto médico y me propongo disfrutarlo. “Pues túmbate y comenzamos”. Tumbada
boca arriba siento como mi cuerpo empieza a hervir con la emoción de la
situación mientras él prepara todo el instrumental a su lado. “Bueno, ¿qué me
vas a hacer primero? ¿Qué quieres practicar conmigo? “Son preguntas sugerentes,
abiertas, para dejar la imaginación volar… “Primero quiero practicar la llegada
al accidentado. Tú estás herida por un accidente, no sé si respiras y estás
consciente. Hola, ¿me escuchas?” Me chilla al oído. “Como no respondes te
tendría que soltar la ropa”. Ojalá, lo hiciera. No me toca, ya que mi camisón
ya está bastante abierto y mi cuello y la parte superior del pecho libres.
“Ahora vería si respiras”. Lo veo acercarse tímidamente y apoya la cabeza sobre
mi esternón. Mis globos le tapan la vista. Los contempla mientras suben y bajan
por mi respiración, cada vez más acelerada, mientras él se dedica a recorrer
con la vista cada uno de los centímetros de piel del estrecho y profundo valle
que forman mis montículos. Se queda en esta posición durante unos largos
segundos. El espectáculo que está viendo, protegido por el juego de su práctica
le está gustando mucho por lo que parece. “No respiras”. Vaya si respiro, mi
respiración está bastante agitada, mis pechos quieren salir del camisón, y su
boca está tan cerca… “Ahora pasaríamos al masaje cardiaco y a la respiración
boca a boca”. Esto se pone interesante. “¿Qué vas a hacer mi nene?” Coloca mi
cabeza hacia atrás y me tapa la nariz. Mi boca se abre e instintivamente
sacando la lengua y respirando con suspiros agitados. Mi niño me observa
mientras me entrego a su boca, pero sus reparos le hacen sólo acercarse, de
manera que siento su aliento mientras sopla sobre mi boca. Mi lengua está
expectante. Desea lamer la suya y sentir sus deliciosos labios. “Uno”. (Pone
las manos en mi esternón mientras le miro como un corderito degollado. Me
aprieta sobre la parte superior de los pechos haciendo 15 repeticiones. Aprieta
suavemente sobre mis globos de carne, que amenazan con romper el camisón por la
presión a la que están sometidos. Y vuelve a colocarme la cabeza, mientras yo
cierro los ojos y me dejo llevar. Mis pezones están poniéndose duros con el
bamboleo y los achuchones que me da en las tetas. Se marcan claramente en el
camisón. Esto me está gustando, pero mejor si fuese más suave. Me gustaría que
siguiese dando saltos sobre mí, pero de otra forma. Con ese ímpetu y cadencia,
podríamos hacer algo mejor. Ah, ah, ah, ah…jadeamos ambos con cada nuevo
masaje. La situación está cada vez más caliente. Noto sus caricias sobre mis
pechos y su aliento me llena la boca,
pero yo sigo portándome como una niña buena aunque me cueste horrores.
La calentura va por dentro. “Esto es la RCP básica. Ahora puedo pasar a la RCP
avanzada. Si no respiras podría intubarte con una cánula que se mete en la boca
hasta la faringe”. Estaría encantada de recibir algo bien al fondo de mi
garganta. ¿Puedo elegir lo que me vas a meter? “Y luego, tras comprobar que no
tienes pulso y no hay latido en el electro, cogería unas palas de electroschock
para desfibrilarte”. “Claro, esta es la parte emocionante de las series…Pues
coge unos guantes y simulas el desfibrilador. ¿A que me van a dar el Oscar por
la buena interpretación?”. “Jajaja. Claro, mamá. Para la próxima serie de
médicos te van a llamar” Sí, de la cachonda que se cepilla a todos. “De
acuerdo, pero hay que simularlo perfectamente”. Umm, a mi chico ya le iba
gustando la actuación que estábamos haciendo. Lo que no sabía es que su madre
estaba con ganas de jugar, y es muy, muy juguetona. Me levanto parte del
camisón para que pueda ponerme las palas sobre el tórax. Enseño mis bragas
finas y parte de mi sujetador a juego. Ambas prendas son muy escuetas y sexis y
mi hijo no puede dejar de pasar una mirada de aprobación. Mis grandes melones
no dejan espacio, por lo que tiene que poner los guantes uno arriba del
izquierdo y otro debajo. Ya no puede contenerse y toca con disimulo ambos
pechos, con la excusa de buscar el lugar correcto para colocarlos. Está
excitado, lo he metido en el juego y ahora ve que puede jugar conmigo. Esto se
pone interesante. Mi chocho está lubricando a más no poder. Empezamos a sudar y
la excitación está a flor de piel. “Uno, dos y tres!! Electroschock!! (Ahora es
mi momento. Me pongo a temblar como si me hubiese dado una convulsión por todo
el cuerpo. Mis tetas botan y botan de un lado para otro. Sus ojos se salen de
las órbitas ante lo inesperado del espectáculo. Me proyecto hacia él para
rozarme lo máximo posible, consiguiendo ponerlo aún más nervioso. Se ríe de lo
exagerado de mi actuación, pero la aprueba con la mirada. “Otra descarga: uno,
dos y tres!! Electroschock!!“Me tiro directamente sobre él, que se ríe de buena
gana, mientras mis manos buscan rozar su paquete. Lo consigo, es difícil no
tocarlo, ya que está enorme y lo tengo a escasos centímetros de mi mano. Mi
actuación está siendo muy convincente, por lo que parece que quiere seguir con
el show. Intenta seguir con la práctica, aunque la mente no está en lo que está
haciendo, sino en lo que está pasando. El cuerpo le pide más. “Y la última
descarga: uno, dos y tres!! Electroschock!!” Tras otro salto y sobada de su
caliente paquete, maniobra que facilita al apartar y subir los brazos, dejos
los mios abiertos buscándolo. He resucitado y mis manos agarran lo primero que
encuentran, su duro mástil sobre los pantalones. Lo siento palpitante y
aprovecho para acariciarlo sobre el pantalón del pijama. “He resucitado. Gracias, cariño. Me has salvado la vida!”
Estoy jadeando con mis piernas abiertas y el camisón removido. Se aprecia en
mis braguitas blancas la humedad que desprendo. El olor en la habitación es a
hembra, mi olor. Necesito pensar algo para buscar acabar con la tensión del
ambiente. Mi niño me mira con los ojos de deseo, pero sin saber cuál será el
siguiente paso. “¿Y qué pasaría si me ahogo? Creo que no me he atragantado con
algo”. Digo entre jadeos que parecen mucho más gemidos de perra en celo.“Si tienes un objeto atascado en
la garganta, te haría la maniobra de Heimlich”. Mi hijo me rodea por la
espalda. Se pega a mi cuerpo y con los brazos me envuelve en un abrazo brutal
porque no se puede contener de lo excitado que está. Quiere tocarme y apretarse
contra mí. Me levanta en vilo con sus vigorosos brazos y luego me baja. Su
pecho se apoya sobre mi espalda. Apoya su mástil endurecido sobre la raja de mi
culo. Con las manos levanta mis pechos por debajo y empieza a empujar sobre la
parte alta de mi abdomen con las manos. Pero lo interesante es lo que pasa por
detrás. Lo siento embestir una y otra vez con la presión de su falo sobre mi
orto. Hace como si intentase sacar el objeto de mi garganta, pero más que por
la presión de sus manos, se diría que lo intenta con su pollón sobre mi agujero
anal, martilleando como un pájaro carpintero, que lo recibe abriéndose del
gusto. Como un sifón que sopla por un agujerito pequeño. Qué rica sensación. No
puedo más que suspirar y gemir sin control como si me estuviera ahogando, pero
no es actuación, me estoy corriendo del morbo de ver a mi nene empitonándome
por detrás con toda la fuerza de un toro bravo desbocado. Hasta que lo noto
estallar en una corrida, que tiene que haber sido abundante. Sus ojos están en
blanco y su cara tiene un rictus orgásmico. Tiene que haber soltado una buena
lechada, ya que la excitación que llevaba era grande, grande y muy dura. Pasados unos segundos de máximo
placer, intenta recomponerse y me sonríe
como si nada hubiera pasado. Pero yo me quedado con su cara de placer al poseer
a su madre. Al tenerme a su disposición y disfrutar del roce de nuestros
cuerpos. Yo también estoy chorreando flujos. Necesito tocarme un poco para
lograr llegar al punto de no retorno. Lo voy a hacer a mi dormitorio, no sin
antes despedirme. “Doctor, qué bueno que es. Me ha desatascado enterita. Ya
respiro y el corazón parece que late”. Le llevo la mano descaradamente a mi
pecho para que lo toque un poquito, lo cual hace con menos pudor. “Por haberme
salvado, me ofrezco para que mañana repasemos de nuevo”. “Claro, mamá. Mañana tengo
que hacerlo todo perfecto”. “Eso espero, hijo. Eso espero”. En mi habitación me
hago un dedo magnífico pensando en la morbosa situación con mi hijo y la
oportunidad de disfrutar aún más mañana. Mi hijo parece que ha dejado la
timidez de lado y está dispuesto a jugar fuerte. Seguro que él también se va a
tocar esta noche para aliviar tanto estrés acumulado. Mejor para él, porque
mañana lo pienso poner al límite, pienso mientras me meto un dedo bien dentro
de la vagina y con el otro me toco el pezón que ha tocado sobre el camisón mi
hijo hace un momento. No voy a poder dormir de la excitación, así que me voy a
agotar a orgasmos. Hoy tengo material para pasar la noche en vela. En vez de
ovejitas voy a contar médicos, aunque todos tienen la cara de mi hijo. Por la
mañana me levanto con una sonrisa de oreja a oreja. He soñado muchas delicias
tras varios fuertes orgasmos. Pero sobre todo, he pensado en nuevas situaciones
para provocar y hacer disfrutar a mi nene. Por la mañana va a la biblioteca a
estudiar, lo que me da tiempo para ir a
compra el camisón que necesito. En el sexshop del barrio he visto
uno que tiene una faldita y bajo la falda una abertura que deja acceso a mi sexo. Como lo tengo depiladito,
sólo con un mechoncito en el monte de Venus, desde atrás la vista es excelente
si me agacho. Si no, parece una faldita corta, que cubre lo justito, dejando el
inicio del culo provocativamente al descubierto con el mínimo movimiento. Me
encanta sentirme así de caliente, provocadora y libre. Estoy deseando que
llegue la tarde para otra sesión de prácticas. Mi cuerpo necesita más.
Nerviosa, noto como ya estoy mojada sólo de pensarlo. Cuento los minutos para
que llegue, pero prefiero que sea él el que me busque. “Bueno, mamá. ¿Podemos
comenzar la práctica ya?” Mi hijo me avisa desde el salón. Se nota que está
impaciente. Salgo con el nuevo camisón como si nada ocurriese, aunque tengo
muchas ganas. Mi cuerpo sensual y mi camisón casi le causan un infarto. Le veo
cómo me mira con lujuria. Sí, es puro fuego lo que desprenden sus ojos. Me
quedan con la mirada. Él se ha puesto la bata. Qué guapo está. “Así vestido nos
metemos mejor en el papel” Me dice sonriente. “Sí, cuanto más real, mejor…” Creo que él también
trama algo… “Adelante”. Me tumbo y comienza el espectáculo. “Comenzamos con la
RCP básica”. Me coloca la cabeza hacia detrás y tras tomarme el pulso y
“escuchar mi respiración” durante unos tiernos segundos en los que reposa sobre
mi pecho, damos comienzo a la acción. Me he puesto el perfume más sensual que
tengo y al acercarse lo nota de inmediato. Es toda una declaración de guerra. Como
hizo ayer, comienza colocando su boca casi sobre la mía, pero sin tocarse, y yo
la abro bien para intentar atraerla. Duda pero apoya sus labios sobre los míos
suavemente y sopla aire. El aliento de mi niño es fresco y su olor varonil me
lleva la sangre a la cabeza. El contacto ha sido mínimo, pero ha provocado un
chispazo que inicia un incendio en mi interior. Ahora pasa a masajear el tórax
con empujones rítmicos dejándose caer sobre mí. Lo veo tan cerca y mis deseos
son tan fuertes…que tengo que controlarme con todas mis fuerzas para no saltar
sobre él. Cuando aproxima su boca de nuevo, esta vez ya se encuentra con la mía
recibiéndole. Esta vez mi lengua está expectante y se lanza hacia sus labios
como bienvenida. No sopla por la sorpresa, lo que me da tiempo a sentir sus
labios bien apoyados sobre los míos. Como deja un espacio libre, aprovecho para
sacar mi lengua un poquito y lamerle el labio superior ligeramente. El masaje
que sigue cada vez es menos agitado y más sensual. Parece como si contase más
rápido para volver a sumergirse en un beso con los labios calientes de su
madre. Los besos se alargan y son cada vez más húmedos. Le está gustando que su
madre le chupe los labios, que mi lengua profundice suavemente en su boca y
toque sus dientes y encías. Nuestra calentura se dispara. Se nota que ambos
estamos con muchas ganas. Así que doy paso al siguiente punto de mi plan. “Vamos
a continuar con el electroschok”. “Vale…” dice mi niño dando a entender que
quería seguir “practicando” el boca a boca. “Pero esta vez no le pongas tanto
voltaje que casi me abrasas…” le insinúo con una sonrisa divertida y mirándole
profundamente a los ojos. “Jajaja, seré cuidadoso” me contesta siguiéndome la
broma. Manosea por encima de mi camisón, que tiene un tacto muy suave. Los
pezones se transparentan casi totalmente. Se prepara para la descarga y yo para
mi actuación estelar. “Uno, dos y tres!! Electroschock!!” Comienzo a botar y
botar, mis manos tocan su pecho, sus muslos y busco su duro mástil como ayer.
Tiene un botón de la bata abierto y por ahí se cuela mi mano. Mi corazón me da
un vuelco al tocar la piel de su pene duro y caliente. Ese era su plan. Siento
su dureza y las venas que están a punto de estallar de la excitación. Mientras
lo masajeo moviendo su piel adelante y atrás al ritmo de mis “convulsiones” el
camisón, al ser más abierto, deja salir uno de mis pechos, que rebota delante
de la cara de mi hijo. El duro pezón casi le saca un ojo al pobre, que sigue su
movimiento descontrolado. Cuando paro, él quiere seguir cuanto antes, para no
darme tiempo a colocarme el camisón. Sigo con la mano metida en su bata, pero
no me muevo. “Uno, dos y tres!! Electroschock!!” Vuelvo a saltar fulminada por
un rayo y mi movimiento sobre su mástil se repite para su placer. Le masturbo
descaradamente con mi mano bien sujeta a su rabo. Esta vez también se sale el
otro pecho y los dos chocan entre sí una y otra vez delante de su embobada
cara. A mi nene se le cae la baba con el espectáculo y con la paja que le estoy
haciendo. Más, más, otra vez. “Uno, dos y tres!! Electroschock!!” También la
parte de abajo del camisón se levanta y aparece la braguita con apertura.
Dirige su mirada hacia mi entrepierna y sus pupilas se abren para intentar
mirar mi rajita mientras salto de un lado a otro. El camisón no se lo pone
fácil, pero ha podido ver algo. Noto en la mano la humedad que está
desprendiendo su glande. Toco la zona del frenillo con mi dedo pulgar para
darle más gustito… “Nene, me has dejado agotada…” Le digo espatarrada, con
respiración agitada e intentando recomponer mi aspecto. Saco la mano de su
bata, con pena por tener que soltar tan lindo trozo de carne. Pongo en su sitio
mi camisón mirándole a los ojos. Meto mis pechos de vuelta a su lugar con
pausa. Mi hijo se come con la mirada. “Pero si aún no hemos terminado…” “Ya,
ya…quieres probar la maniobra esa de ayer, no?” Le digo en un tono retante.
“Sí, claro. No podemos dejar la práctica sin terminar” “Pues si te aplicas bien
en esta parte, apuntas al sobresaliente” “Intentaré ganármelo” “Vas a tener que
sudarlo, ya que esta vez es quiero que continúes hasta que saques el objeto de
mi interior” Ya hemos visto las armas del otro. Las cartas están sobre la mesa.
¿Cómo acabará esto? Me pongo de pie y él se coloca tras de mí. Estoy abierta y
dispuesta. Siento mis jugos vaginales caer por mis muslos. Mi chocho está
anhelante. Me abraza e inmediatamente desplazo mi culo hacia detrás para
empotrarme contra su pelvis. Mi camisón se levanta con el gesto. El acceso está
libre. Noto que algo se cuela por parte abierta de su bata. Lo siento húmedo y
caliente sobre la piel de mi vulva. “Vamos, mi amor, comienza a empujar”
“Espera, mamá, que me coloque bien”. Su enorme pene tantea la entrada de mi
horno. Está en la temperatura y humedad perfectas para meter su barra de
pan. No es muy larga, pero sí muy gorda.
Me siento como una campana temblado con
cada golpe de badajo con sus movimientos pélvicos. Sus primeras embestidas
golpean contra mi culo, contra mis labios mayores, mi clítorix, mi zona
anal…pero no logra encontrar el camino. A mí esto me está poniendo hirviendo…Y
a él más nervioso. Pero no podemos romper las reglas, así que ninguno deja su
papel. Sigue intentándolo con cada pitonazo. Yo muevo el culo también para
buscar empalarme sobre esa gran tranca, pero creo que aún lo estoy poniendo más
difícil. Por fin, de improvisto, se produce la estocada mortal… Su gran barra
de carne encuentra el camino de mi cueva y me ensarta como una lanza al rojo
vivo. Mi grito es desgarrador. No lo puedo contener. Siento como si me hubiera
abierto en canal…Pero la sensación es tan deliciosa que mis paredes vaginales
lo estrangulan para no dejarlo salir. Con el acople realizado, comienza un movimiento
totalmente coordinado de pistoneo por parte de nuestros sexos. Su polla se va
abriendo hueco hasta llegar al cuello de mi útero. Está recorriendo el mismo
camino que hizo una vez, pero en sentido inverso. Sus manos dejan de
“empujarme” y pasan a controlar ambos pechos. Los pezones pinchan en sus
palmas. “Ahora, sigue hasta que lo expulses” “Claro, mamá” Qué obediente es mi
hijo… Me folla rítmicamente, como si su batuta dirigiera un concierto de la
filarmónica. O por lo menos yo oigo a la orquesta entera jadeando y suspirando.
Por un lado me gustaría quitarme la ropa y quitarle a él esa bata para poder
cambiar de postura, pero eso iría contra las reglas del juego que hemos puesto
en escena, así que tiene que follarme con la bata puesta y a través de la
apertura que deja para su pene. Su ritmo aumenta y ambos avanzamos juntos hacia
el orgasmo. Me muerdo el labio superior mientras recibo pollazos profundos. Se
nota que se ha hecho muchas pajas en estas 24 horas, ya que su aguante parece
no tener fín. Folla que te folla durante minutos. Su taladro perforándome los
más hondo de mi alma y mi vagina sufriendo y disfrutando al mismo tiempo de la
distensión que produce el calibre de su cañón. En el comienzo de mi éxtasis,
echo las manos hacia detrás y cojo ambos cachetes de su culo para acompañarle
en las embestidas e indicarle que no se le ocurra salir de mi interior. Él
comprende mi indicación y la calentura que le produce que su madre le pida que
se corra en mi chocho. Ya sólo quedan unas embestidas, aprieta mis tetas con
brusquedad y me clava tan profundo su estaca que perece que me va a sacar el
“cuerpo extraño” de la garganta de un pollazo. Ha sido un orgasmo brutal y
ambos estamos que nos fallan las piernas. La postura era difícil de mantener,
por lo que ahora nos duelen las rodillas y mi musculatura está tan relajada,
que no puede mantenerme en pie. Se arregla la bata, escondiendo su instrumento
rápidamente. Yo me pongo la mano en la frente e intento recuperar el aliento. “Creo
que te voy a dar un 10. Eres muy bueno con la materia. Me ha encantado hacer de
paciente de prácticas”. “Pues ya te pediré ayuda cuando tenga que hacer otro
examen práctico”. “Claro, mamá siempre estará preparada para ayudarte”. “Gracias,
mamá”.
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