martes, 19 de julio de 2011

DOMINACION SEXUAL

Una vez desnudos, de pie en medio del dormitorio, nos abrazamos y no besamos con furor, nuestras lenguas jugaron entrelazadas embebidas en nuestras salivas. Luego me volteó dulcemente colocando su verga entre mis nalgas y me comenzó a besarme la nuca, con eso él bien sabía que me abandonaba totalmente en sus manos, que podía hacerme y pedirme lo que quisiera pues yo no podría negarme a nada. Lamió mis hombros y con su lengua comenzó a recorrer mi espina dorsal, mis nalguitas se alzaron, ofreciéndose solitas para que les hiciera lo que quisiera. Fue bajando hacia mis nalgas, con sus manos abrió los cachetes de mi apretado y carnoso culito y comenzó lengüetearme, recorriendo todo el surco, pasando una y otra vez por mi flor anal, donde ejercía una ligera presión con su lengua, distendiendo los pliegues de mi arrugado anito, con lo cual sentía un poco de dolor, por lo que le dije, "Ay, será que me podrá caber tu verga?, mira que apenas entra la punta de tu lengua y eso que ella es muy blandita", él me dijo, "no te preocupes, solo disfruta", y continuó la lengüeteada, ahora succionándome el anito, Aahh!, comenzó a arrancarme suspiros! Después de buen rato de tenerme así, tomo el pomo de gel lubricante que tenía en el buró, tomó un poco con sus dedos y me lo comenzó a untar alrededor del ano, ejerciendo presión a la entrada con sus dedos pero sin llegar a penetrarme ninguno, luego se embadurnó la verga con el mismo gel, colocó la punta de la verga a la entrada de mi culito y empujó un poco; yo solo por instinto me respingué hacia adelante y apreté mi culito, haciendo resbalar hacia abajo la erecta verga, por lo que él me llamó la atención, "¡No lo aprietes ni lo escondas, déjalo flojito y quietecito!"; yo me volví a colocar como estaba, pero nuevamente al sentir la presión de su verga queriendo entrar, instintivamente me volví a apretar y a quitar mi culito ligeramente. Entonces se acomodó mejor detrás de mí, quedando su verga justamente a la entrada de mi culito, con sus manos me abrió más los cachetes y comenzó a empujar suavemente, sentí claramente cómo mi esfínter se fue abriendo dando paso a la cabecita de su verga, pero me dolía tremendamente, por lo que comencé a gritarle, "espera!, eso duele, espera, espera…", pero él mientras me besaba la espalda y con su mano jugueteaba en mi clítoris, siguió empujando su verga hasta que sentí como pasó totalmente la cabecita y como medio centímetro más, ahí automáticamente mi esfínter se cerró, ahorcando su verga, yo lancé un grito más fuerte "¡Ayyy!" y solté mis primeras lágrimas, sentía un ardor tremendo, como si estuviera cagando después de haber comido ají picante. Sin embargo, su verga estaba en el punto de "no retorno", pues ya había entrado la cabecita y al quererme safar, chocó su frenillo con mi esfínter y sentí que si me sacaba totalmente su verga, me llevaría ensartado el ano con todo e intestinos, es decir, no quería que me lo siguiera metiendo ni quería que lo sacara, de cualquier manera sentía que me mataría del dolor y ardor. Entendiendo lo que estaba pasando por mi mente, me dijo dulcemente, "espera, solo espera unos segundos que tu anito se acostumbre al intruso que tiene adentro, ya se calmará el dolor, concéntrate en disfrutar lo que te estoy haciendo adelante", mientras su dedo medio entraba y salía repetidas veces de mi vagina. Efectivamente, el placer en mi vagina fue mitigando el dolor de mi ano y dejé de llorar, entonces recogió con sus dedos el gel regado en mis nalgas, juntándolo todo hasta donde estaba enterrada su verga en mi culito y volvió a empujar, siempre muy suavemente, poquito a poquito, ahora sentía cómo su verga me iba distendiendo los músculos del recto, eliminando sus arrugitas. Pero cada milímetro de avance era doloroso, por momentos con mi mano le empujaba la pierna deteniendo su avance y cuando la quitaba él empujaba otro poco, pero ya no lloraba, solo arrugaba la cara por el dolor, sintiendo al mismo tiempo el placer que su dedo me daba en la vagina, así siguió hasta que ya después de un corto tiempo sentí en mis nalgas las cosquillitas que me provocaban sus pelos, "solo faltan dos centímetros", me dije y yo misma me empujé hacia atrás para de una vez terminar con la tortura, ensartándome totalmente en su verga, emitiendo un quejido para contener el grito que pugnaba por salir de mi garganta, sentía que me estaba partiendo en dos!; creyendo que ya me estaba gustando la enculada, tan pronto como chocó con mis nalgas reculó hasta sentir el frenillo en mi esfínter y me lo empujó de un solo envión hasta el tope, por lo que nuevamente me arrancó otro fuerte grito, "¡Aaayyy!"; ahí ya decidió hacer el metisaca muy suavemente, siempre sin sacarlo totalmente, solo hasta el frenillo, sentía que su verga quemaba!, él dulcemente me decía, "Qué culito tan rico, está tan apretadito, tan rico, tan delicioso, es todo un manjar para mi hambrienta verga!" Después del décimo empujón hasta el tope, por fin comencé a sentir rico, no solo por el jugueteo de su dedo en mi vagina, sino por su misma verga enterrada en mi culito, era una sensación un tanto extraña, como cuando una caga después de estar aguantando las ganas, se siente un gran alivio, solo que ahora era algo más prolongado. Me comencé a concentrar en el contorno de su verga, identificando si sus pliegues estimulaban nervios de mi culito y, efectivamente, al poco tiempo sentí las partes sensibles de mi recto que respondían deliciosamente al roce de cada vena y cada relieve de su enhiesta verga, ¡Aaaah!, me comencé a mover en semicírculos, él dándose cuenta de mis movimientos, siguió mi ritmo y comenzamos un delicioso vaivén con nuestros cuerpos abotonados a través de mi culito. Durante todo este tiempo él había estado de pie atrás de mí; entonces sentí que él se inclinaba flexionando sus piernas, pero sin sacar su verga de mi culito y ahora me bombeaba como haciendo sentadillas, pero al momento de levantarse me levantaba en vilo ensartada en su verga y aunque volvía a sentir dolor, ya para ese momento yo estaba ardiendo de calentura y le gritaba "así mi macho, méteme toda tu linda verga!, ensártamela hasta el fondo!, destroza mi culito que solo es tuyo papito lindo!", yo misma me desconocía gritando esas barbaridades, pero solo eran un reflejo del gran placer que estaba sintiendo, a cada empujón se escuchaba un sonido sofocado en mi estómago y sentía que me empujaba los intestinos hasta el pecho, yo sólo gemía, ¡Ah!, ¡Ah!, ¡Ah!, y él bufando como toro, como mi semental que era, eso me hacía sentir una real hembra dándole placer a su macho. Aquí debo confesar algo, el hecho de ser enculada por tu hombre da también una sensación de sumisión total a él y él por supuesto goza de una sensación de dominio total, lo que se conjuga al placer sexual propiamente, lo que multiplica el placer, en verdad se siente muy bonito, esa es la única forma de sumisión – dominio que a mí me encanta, y a él también, cualquier otra implica castigo y dolor a propósito, en la enculada es un dolor necesario y participativo en el placer, por eso es que me gusta. Aún tuvo energía y aguante para hacer varias sentadillas, siempre levantándome en vilo, ayudado ligeramente por la mano cuyo dedo seguía dentro de mi jugosa vagina, Aaahhh!, comenzó mi venida, con grandes espasmos y contracciones en mi vagina, lo que a su vez incrementó el apretamiento de mi culito en su verga, provocándole a su vez su propia venida que pude sentir por los potentes chorros de leche que me lanzó a lo largo de mi intestino grueso que yo pienso me lo mantuvo durante toda la enculada en forma totalmente recta y no con las curvas naturales. El bufido final que lanzó junto con su último chorro de leche debió escucharse en toda la casa, pero en ese momento no nos importaba nada, estábamos totalmente fundidos en un solo ser, sintiendo el máximo placer permitido a dos seres… ahí sí quedé totalmente exhausta, por lo que con el último estertor de mi venida, me derrumbé sobre la cama arrastrándolo conmigo ya que él continuaba ensartado en mí, ahí mientras trataba de normalizar mi respiración él me comenzó a besar la nuca, provocándome una laxitud maravillosa, cerré los ojos y me quedé quietecita, aunque sentía temor que me volviera a lastimar mi esfínter al sacar su verga. La rato después, sentí como la verga se iba encogiendo hasta salirse totalmente de mi culito, sintiendo un gran alivio de haber aguantado hasta el final, quizá si me hubiera zafado antes sí me hubiera lastimado con esta acción de la verga, sentía que me escurría su semen hacia fuera, nos levantamos y nos fuimos al baño, ahí me miré el semen que me escurría por las piernas, de color lechoso sanguinolento por los desgarres que su verga me provocó en el culito. Me enjugué el culito solo con agua pues temí que el jabón me provocara ardor, al secarme no quería pasar la toalla por ahí, por lo que me quedó mojado, tampoco me quise poner calzón o tanga, solo encima una bata y caminando despacito y apretando las nalgas me acosté en la cama. Él salió después del baño me volvió a cobijar en sus brazos sobre su pecho, apagó la luz y acariciando mi pelo me dejó dormir tranquilamente.

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