martes, 12 de julio de 2011

INICIO INCESTUOSO

Le sonreí indulgente y me arrodillé delante de él. Le puse sus manos una a cada lado de su cuerpo y le acaricié los muslos con las mías de arriba a abajo un par de veces. Seguidamente las subí hacia arriba dejándolas justamente debajo de sus nalgas. Con la sorpresa y el susto la erección del pene había bajado. Ahora estaba completamente perpendicular a su cuerpo, apuntándome directamente a la cara. Me la metí en la boca y empecé a chuparla suave y lentamente, disfrutando cada centímetro. Inmediatamente ganó grosor y verticalidad. Me la saqué de la boca y la miré. Por fin la tenía delante, traté de acordarme de si había visto alguna así de grande en mi intensa vida sexual. Resultado: ninguna. La verga más grande que había visto en mi vida era la de mi hijo. Y por un momento me sentí orgullosa de aquel falo, tenía que enseñar a mi hijo a sacarle partido, que aprovechara bien lo que la naturaleza había puesto entre sus piernas. Volví a meterme la verga en la boca y empecé a chuparla con fruición. Su gran tamaño casi llenaba mi boca, la ensalivaba lo más posible para que se deslizara con facilidad. La lamía y me la volvía a meter en la boca, jugaba con la lengua en el frenillo, la recorría entera tratando de extender la saliva por toda su longitud. Creo que nunca había disfrutado tanto chupando una verga. Estaba extasiada. Excitadísima. Tenía la chuchita totalmente mojada por mis jugos vaginales y mis pezones estaban duros y erectos, una calentura poderosísima recorría mi cuerpo de la cabeza a los pies. Miré a mi hijo. Tenía los ojos cerrados, la boca entreabierta y en su cara aparecía un gesto de increíble placer. De pronto sus piernas empezaron a temblar y su respiración se hizo más fuerte, luego comenzó a temblarle todo el cuerpo y su respiración se volvió más rápida y jadeante. Y un potente chorro de semen salió de su miembro y fue a parar dentro de mi boca… y otro... y otro... ¡y otro!... ¡Increíble!... Tenía la boca completamente llena del semen de mi hijo. Me lo tragué poco a poco. Saboreándolo. Estaba rico, caliente. Me relamí los labios. No dejé escapar ni una sola gota. Me puse de pie, le acaricié la cara y le di un fuerte beso en la mejilla. Nos sentamos los dos en la cama. Le pregunté si había estado alguna vez con alguna chica y me contesto que nó, esta era su primera vez. Le dije que ahora ya sabía lo que se siente cuando se está con una mujer, que tal vez algún día lo repetiríamos, y también que no debía contarle esto absolutamente a nadie. Con voz trémula me aseguró que seria nuestro secreto para siempre. Me acerqué a él, le di un beso, apagué la luz de su lamparita y salí de su habitación rumbo a la mía. Había sido increíble. Me alegré de haber sido yo la que estrenara esa gran verga. En mi inconsciente algo ya estaba decidido; enseñaría a mi hijo a usarla, y así de paso la disfrutaría yo también. Me acosté y dormí de un tirón hasta la mañana siguiente.

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