domingo, 28 de octubre de 2012

PACTO DE SILENCIO

Ese era el gran día. Mi hijo me visitaría después de un viaje de seis largos meses. Hoy nos íbamos a entregar al pecado del incesto, a poseer, a devorar, a cruzar ese límite que nos había contenido por tanto tiempo. Me vestí para él, pensando en él, el solo roce de la ropa interior en mis pezones era una tortura. No podría aguantar mucho así. Mirándome al espejo me invadían las dudas, pero también una excitación acumulada por años, desde que él se convirtió en un hombre, desde aquella ocasión en que mientras nos bañábamos juntos como siempre vi su primera erección. No quería pensar, si venía a mí sería porque quería estar conmigo y también me deseaba quizás desde cuando. Estaríamos juntos sin reservas completamente entregados sin pensar en nada más. La única regla acordada era el silencio absoluto, no deberíamos decirnos nada, solo sentir. Había elegido mi ropa con mucho cuidado, quería estar espectacular. Sabía lo que le gustaba y se lo iba a dar. Un sujetador negro de copa baja que dejaba ver la parte superior de mis senos, esa parte suave, blanda, que tiembla un poco al caminar. Liguero negro ajustado a mi cintura, sujetando unas medias de seda negra que suben hasta mi muslo, para terminar en un encaje negro, y unas bragas pequeñísimas que hacían juego con el sujetador, que deja ver mi trasero casi completo. Eso sería todo. Quería sorprenderlo, dejarle sin aliento y esperaba conseguirlo. Me puse mi perfume en los sitios que deseaba que él besara; mi cuello, el valle entre mis senos, detrás de mis rodillas y solo de pensarlo me humedecía completamente. Se acercaba la hora, debía ir hacia él. Me puse mis zapatos negros tacón de aguja y nada más, me di una última mirada al espejo esperé su llegada. Llegó a la hora que me había dicho. Yo sabía que parecía ansiosa, pero no me importaba. Estaba totalmente excitada y quería tenerlo ya. Recordaba en mi cabeza cada palabra que me había dicho durante este tiempo que habíamos estado escribiéndonos, avanzando lenta y sutilmente en nuestras fantasías incestuosas hasta confesarnos mutuamente nuestros deseos por el otro, y ahora quería realizar nuestras fantasías. No era la única ansiosa, mi hijo ya estaba allí y su cara me decía que nuestro deseo era el mismo y nuestra necesidad enorme, de manera que no perdimos tiempo nos acercamos el uno al otro y nos besamos. Fue el beso que nos habíamos descrito. Recorría mis labios con los suyos y los mojaba con su lengua, abría su boca y cogía mi labio inferior entre los suyos, para volver a cerrarla y cambiar el ángulo. Yo ardía dentro de mí, y aprovechaba cualquier ocasión para acariciar su lengua con la mía. Me apretaba contra él con fuerza y podía notar su necesidad, su erección que me quemaba a través de la ropa. Verle la cara fue indescriptible: deseo, pasión, fuego. Se acercó a mí y me agarró entre sus brazos mientras devoraba mi boca en un beso feroz. Era tan grande su ansiedad que sin darse cuenta me había levantado del suelo y me apretaba fuerte contra su pecho. Yo esta en la gloria. Me dejó resbalar por su cuerpo hasta que mis pies tocaron el suelo, y bajó sus manos a mis nalgas, apretándolas y clavándome su dura erección en mi vientre. Mientras sus manos ansiosas se abrían camino desde mi trasero hasta mi sexo, separando mis labios para introducir sus dedos dentro de mí. Yo no podía respirar, de repente me sobrevino un orgasmo rápido y potente y grité su nombre, dentro de su boca. Pero quería más, mucho más. Lo quería a él dentro de mí, empujando con fuerza. Como si hubiera leído mi pensamiento me llevó a la cama y sin dejar de besarme me dejó encima, con cuidado, y poco a poco se fue separando, hasta quedar de pie delante de mí. Cuando llevó sus manos a la camisa creí que me iba a derretir. Los botones se fueron soltando y la camisa se iba abriendo dejando al descubierto su torso. Terminó de quitársela y la tiró al suelo, y sin dejar de mirarme a los ojos, llevó sus manos a la cintura de sus pantalones. Yo no puede resistirme y gateando por la cama me acerqué a él, bajé su cremallera y descubrí su sexo erecto, caliente y duro. Lo cogí con mis manos para acariciarlo, era tan suave, deslizaba las yemas de mis dedos por toda su longitud, mientras escuchaba su respiración entrecortada. Esa verga erecta me tenía hipnotizada, solo pensaba en probarla, saborearla a placer y así lo hice: bajé mi cabeza y besé la punta con los labios, casi sin tocarla, aspirando su aroma, disfrutando del momento, pasando mi lengua por su abertura. Pero él no podía esperar y tomándome de la cabeza empezó a empujar como si estuviera dentro de mi sexo, entrando y saliendo de mi boca. La sensación era asombrosa, un placer inmenso empezó a extenderse por mi cuerpo para concentrarse en mi sexo, dejándome empapada, resbalando por mis muslos los jugos de mi cuerpo. Cuando ya creía que estallaría en mi boca, me separó me besó profundamente recorriendo mi boca con su lengua, y firme pero delicadamente me dio la vuelta y así, apoyándome en mis manos y mis rodillas, entró en mi de un solo golpe, casi provocándome dolor, tan profunda fue la penetración. Sabiendo su tamaño esperó quieto hasta que me acostumbré a tenerlo tan profundamente dentro de mí y entonces mientras con una mano acariciaba mi clítoris, empezó a mover sus caderas. Sacaba su sexo casi hasta la punta para volver a meterlo de un golpe seco, provocando un roce exquisito y llevándome con cada golpe hacia un placer inmenso. Así consiguió mantenerse un buen rato provocándome dos orgasmos más, pero yo no tenía bastante, mi cuerpo me decía que había algo más, algo mucho más fuerte y así fue. Empecé a notar su respiración forzada, sus gemidos se hicieron más fuertes y aceleró el ritmo, cada vez más deprisa, hasta que con un último golpe estalló dentro de mí y de esa manera me catapultó a un placer exorbitante, a un orgasmo increíble que parecía no acabar nunca. Cuando terminaron los temblores me ayudó a recostarme en la cama, me dio el beso más dulce que me habían dado en mi vida y sin decir palabra salió del cuatro. Tampoco dije nada, era nuestro acuerdo. Escuché como cerraba la puerta al irse de casa otra vez. No sabía si iba a volver ni si volveríamos a pecar, pero ya nada me importaba, habíamos cruzado el terrible límite que nos había impuesto la naturaleza por más de dos décadas.


lunes, 30 de julio de 2012

EN SILENCIO

La cocina del departamento no esa muy grande y nos sentamos del mismo lado, muy juntos. Mientras hablábamos de su viaje de estudios de tres meses yo veía que su mirada se deslizaba descuidadamente por mi cuerpo, observando mis piernas casi descubiertas y el triángulo negro de mis bragas. Mis senos también podían adivinarse nítidos debajo de mi corta camisola muy transparente. El se levantó para buscar un vaso con agua y descubrí que se hallaba excitado enormemente; debajo de su pijama se notaba el bulto de la erección que estaba teniendo. Fue ese descubrimiento lo que despertó salvajemente mis deseos de mujer madura y sola con una libido en plena efervescencia, y cuando él se volvió a sentar en la mesa yo me acerqué a su lado con el justificativo de servirle otro café. Pero mientras lo hacía apoyé descuidadamente mi cuerpo contra su brazo. Yo pude adivinar su temblor de macho caliente, excitándose antes de sentirlo sobre la piel de mi pierna. Yo sabia como excitar un hombre para luego guiarlo hacia mis propios placeres. Cuando él se levanto de su silla, yo estaba ya sentada de nuevo en la mía y en el momento que se aproximó para despedirse porque pensaba ir a acostarse, yo le sonreí y él se acercó para darme un beso en mi frente como lo hacía siempre. Pero allí su actitud cambió, tomó lentamente mi cabeza con sus dos manos y apoyó sus labios en mi frente, muy lentamente, como si buscara prolongar el tiempo de ese beso inocente. Mis ojos estaban justo a la altura de su bragueta y yo observé ese bulto que le se le había formado debajo del delgado pijama, mientras sentía la tibieza de sus labios sobre mi frente. Más observaba ese bulto y más me atraía, todo mi cuerpo se ponía en alerta y mis sentidos se inflamaban cada vez más, mi cuerpo ya estaba invadido por el deseo de ser poseída. Yo apoyé mis dos manos contra sus caderas y así nos quedamos un instante, mi rostro a la altura de su falo en erección porque él ya no trataba de ocultarlo y tampoco podía evitarlo. Pero devorar su sexo con mis ojos no me bastaba y sin pensarlo desplacé mi mano hasta su bragueta para acariciarlo por encima del pijama. Su respiración se agitó de golpe y le desanudé el cordón que sostenía su pantalón que cayó entre sus piernas. El no tenía slip y su miembro quedó frente mío erguido y poderoso; y lo tomé entre mi mano. El es un hombre delgado, alto y tenía un pene blanco, fino, largo, rosado y bien hinchado, con un par de venas que se estiraban a lo largo hasta llegar al glande en forma de corazón. Comencé lentamente a masturbarlo de arriba hacia abajo, mientras con mi otra mano le acariciaba sus grandes testículos. Luego lo metí en mi boca porque quería sentir la piel tibia y dulce de su glande sobre mi lengua. Esa glande golpeaba mi laringe en el fondo de mi garganta y me cortaba la respiración, lo que me excitaba aún más. Me gusta tanto el sexo del hombre que hasta podía tener orgasmos con solo chuparlos. Yo lo succioné varias veces y a cada vez el vértigo del deseo de ser poseída carnalmente en ese mismo lugar me invadía completamente. Entonces me paré y me desnudé totalmente, dejando mi camisola y mi bombacha sobre la silla donde yo misma había estado sentada; luego me senté sobre la mesa dejando mis piernas abiertas como una tenaza que va a cerrarse sobre su cintura y mostrándole toda mi vulva lo invité a penetrarme. Y él me penetró. Me penetró con fuerza aprovechando la cantidad de flujo que emanaba de mi vagina, empujando su sexo hasta el fondo como si quisiera meter también sus testículos adentro mío y se puso a bombear, cada vez con más fuerza, con más ahínco. El exceso de placer me cortaba la respiración y ningún sonido salía de mi garganta. De pronto se detuvo, sacó su verga de mi sexo y me corrió más atrás de la mesa. En esa posición media sentada media acostada, él agarró mis dos tetas con cada una de sus manos y las apretó como si fueran naranjas que quería exprimir; yo sentía sus uñas que se clavaban alrededor de mis senos y esa brusquedad repentina casi me lleva al orgasmo; luego besó mi vientre y fue descendiendo su boca hasta llegar a mi vagina que se puso a lamer y chupar desordenadamente, y cuando sus dientes apretaron mi clítoris inflamado pegué un grito y mi orgasmo reventó salvaje. Con su mano comenzó acariciar los vellos de mi vagina hasta que sentí que uno de sus dedos penetraba abriéndose paso entre mis labios vaginales totalmente mojados por mi reciente orgasmo. Enseguida metió dos dedos juntos como para palpar la dilatación de mi vulva. Yo estaba ya a punto de explotar de nuevo como un volcán, pero mi orgasmo recién saltó, sacudiéndome entera, cuando él pasó su mano por la línea de mi cola y su dedo mojado con mi propia segregación entró por mi ano. Yo me sostuve contra la pared, apoyándome sobre mis codos porque él venia de subirme los pies sobre sus hombros aumentando la visión de mi culo. Allí apoyó su sexo como si se preparara para introducirlo, pero no lo hacia y yo sentía su verga dura en la puerta de mi cola sin penetrarla y eso me obsesionaba. Entonces abrí el ano relajando todos mis músculos para que su miembro venoso entrara de una vez por toda. Súbitamente lo hizo de un solo golpe, con fuerza y con violencia. Yo sentí el dolor de mis tejidos que se desgarraban y sentí esa estaca de carne que entró abriéndose camino hasta que sus testículos golpearon mis nalgas. El dolor se transformó en placer y corrió por mi cuerpo hasta mis riñones, fue en ese instante que comenzó a bombear con fuerza agarrándose de mis senos con sus manos como dos tenazas que cerraban. De esa manera me culeó, penetrando su verga cada vez hasta el fondo, golpeando sus testículos cada vez contra mis nalgas. Luego hizo lo mismo en mi vagina, pero rápido volvía a mi ano que parecía atraerlo más. Repetía ese cambio de orificio como si no se decidiera por ninguno de los dos y mi culo recibía su enorme miembro con igual facilidad que mi vagina. Nunca a mi ano lo había sentido así bien, reaccionaba distendiéndose y contrayéndose en cada penetración. Cuando el glande atravesaba el cuello de mi ano, yo lo cerraba para aprisionarlo con fuerza obligándolo a empujar su sexo con mayor potencia; fue hasta que él eyaculó salvajemente al interior de mi tripa como si fuera un enema de esperma, un enema de placer liquido y caliente escurrió en el interior de mi útero. Después se retiro unos centímetros y, metiendo su boca entre mis nalgas, fue limpiando mi ano y mi vulva. Su lengua penetraba por momentos en mi vagina con pequeñas oleadas de placer, otras veces mordisqueaba mi clítoris con dulzura y a cada vez era una descarga eléctrica que sentía mi cuerpo. Si él hubiera continuado unos minutos más, yo hubiera podido tener otro orgasmo. Pero se separó de mí, se puso el pantalón del pijama y me dijo "hasta mañana mama, que duermas bien", exactamente como lo decía desde que era un niño antes de irse a su cama, justo antes de salir de la cocina, se dio vuelta y dijo: "Creo que es mejor que ambos nos olvidemos de lo pasó ahora". Yo asentí en silencio bajando los ojos. Esa noche dormí con un sueño profundo y reposado, sintiendo al interior de mi cuerpo el denso semen escurriendo en el interior de mis tripas. Al día siguiente, me di un baño y me vestí, y cuando fui al comedor mi hijo ya estaba preparando el desayuno como siempre lo hacía desde que su padre nos abandonó.

domingo, 1 de julio de 2012

DECISION

Luego de un rato en que recuperó la razón, aunque igual sentía latir su corazón aceleradamente, repasó en su mente lo que había hecho y sus mejillas se ruborizaron, se sentía avergonzada, vulgar, sucia, pero también excitada. Volvía a ver en su mente otra vez ese miembro erecto, potente, erguido como un mástil orgulloso, veía su piel oscura, el glande violáceo, brillante por la intensa erección, volvía a sentir en sus dedos pecadores la sensación del tacto de la verga, esa mezcla de dureza y suavidad a la vez. Quiso imaginar como sería tomarlo con toda la mano, sentir esa musculatura vertical latiendo como un animal vivo y penetrante. Y más aun, sentir esa verga portentosa hundiéndose en su sexo, abriendo su vagina como en una nueva desfloración, pero esta vez con dolor y placer, y sintió que su vulva se apretaba ante esa imagen voluptuosa, y su mano se movió hacia su pubis como si fuera independiente de su voluntad, y su dedo tocó su clítoris y lo encontró erguido, sensible, y suavemente inicio un masaje en breves círculos y contuvo un quejido de placer, y cerró los ojos y se dejó llevar por sus deseos contenidos de muchos años, y su dedo siguió masturbándola mas rápido, después frenéticamente, violentamente, y de pronto sintió que su cuerpo entero se estremecía, sintió que se hundía en un abismo sin fondo, sintió el sudor en su frente y sus fluidos vaginales escurriendo de su  vulva, y sintió el orgasmo inminente y gritó, y entonces le vino el orgasmo como un temblor que la quebraba en pedazos y un fuego que ardía dentro y fuera de ella y la quemaba hasta las cenizas y volvió a gritar mientras se retorcía de un placer desconocido e intenso, y después de unos instantes de goce supremo, se quedó quieta, detenida en el tiempo, como dormida, hasta que fue recobrando la respiración y la calma, y mientras salía de ese túnel voluptuoso pensó en el negro y en su verga erecta y solo recién vino a darse cuenta de que él se había hecho el dormido cuando ella lo tocó, y en vez de avergonzarse sonrió, y en ese momento supo que esa locura no se detendría hasta que ella, la muy dama y señora sedujera a ese negro vergón y se entregara a esos deseos sucios y depravados, supo que era esa la única salida a la trampa sexual donde estaba atrapada. Supo que todo de ahora en adelante sería inevitable.


INDECISA


Soy viuda de 62 años, y hasta hace unos meses viví con mi hijo divorciado, que ya tiene ya más de 30 años, él trabaja en otra ciudad y me visitaba en sus días de descanso. En la práctica vivía muy sola y eso me estaba afectando física y sicológicamente. Durante las vacaciones pasadas conversamos mucho con mi hijo, tranquilos y con toda confianza, y él me aconsejó que lo mejor para mi era buscar a alguien para no vivir sola, pues él se iría de casa porque también necesita una pareja para rehacer su vida, cuento corto; inicie una relación con un antiguo amigo de mi familia, también viudo, mas de 10 años mayor que yo, tiene 73 años, se llama Rubén y siempre me miraba desde jovencita, y varias veces intentó seducirme, incluso cuando yo estaba casada y él también. Después cuando quedé viuda él apareció por acá durante un tiempo y volvió a intentar algo conmigo. Pero yo le dije que pensaba vivir sola el resto de mi vida. Así que ahora lo busqué y comenzamos un idilio que nos llevó a que se viniera a vivir conmigo. Nos llevamos muy bien, él es muy tranquilo y simpático, sexualmente eso sí le cuesta mucho la erección a pesar de que toma Viagra, pero yo lo comprendo y lo ayudo..., el único defecto que tiene es que es muy pero muy celoso, me acompaña hasta cuando voy a comprar. Como es jubilado esta siempre en la casa. Esta falta de libertad a veces me hace sentir algo arrepentida de haber aceptado esta relación, además de lo sexual, ya que por su edad ya no puede darme todo lo necesito y siempre me deja con ganas, lo hacemos una vez a la semana y nada más aunque yo trato de excitarlo... ya le cuesta mucho que se le erecte aunque tome Viagra. Pues bien, resulta que el viernes antepasado en la tarde llegó mi hijo, venía con sus siete días de descanso, y como celebramos el cumpleaños de Rubén, esa noche se quedó a dormir acá en su dormitorio. Bueno, esa noche Rubén había tomado varios tragos y estaba caliente, así que comenzamos a culpar, estábamos solo la luz de la tv, y cuando yo estaba acostada desnuda encima de la cama y Rubén me estaba haciendo sexo oral sentí un leve ruido y miré hacia la puerta que queda frente a la cama y vi que se abría un poco muy despacio, me di cuenta de inmediato que era mi hijo que nos espiaba, eso me calentó mucho por supuesto, y culié con mi pareja muy caliente, hasta que lo hice acabara mamándole la verga porque no se le erectó lo bastante para penetrarme, igual él me hizo acabar masturbándome con su dedo en mi clítoris. El otro día mi hijo dijo que se iba a quedar más días en casa porque en el departamento se sentía muy solo. Yo no le dije nada de que nos había espiado, y pensé que se quedaba acá para seguir haciéndolo. Ese día en la noche le dije a Rubén que había quedado caliente de la noche anterior y que necesitaba sexo, y dejé sin que se diera cuenta un poquito entreabierta la puerta del dormitorio, pero muy poco para darme cuenta si mi hijo la abría para espiarnos, y también dejé encendida la luz de la mesita de noche. Tal como pensé, al poco rato la puerta se abrió un tanto más. Yo culié muy caliente otra vez, y poniéndome en poses de manera que mi hijo viera muy bien como culiaba su madre. El domingo salimos los tres a comer afuera y lo pasamos muy bien. Noté que mi hijo y Rubén se llevaban muy bien, incluso se echaban bromas en doble sentido, y eso me encantó. Volvimos a casa como a las cuatro de la tarde, y como yo venía algo mareada por el vino que había bebido, me fui a dormir una siesta, y ellos se quedaron en al sala conversando. Yo había dormido una media hora solamente cuando se puso a llover muy fuerte y me desperté por el ruido de la lluvia en el bacón pues había una ventana abierta, me levanté a cerrarla y después me dieron ganas de orinar, así me dirigí al baño. Al pasar por la puerta del dormitorio de mi hijo escuché voces, como vi la puerta entreabierta me iba a asomé para ver que hacía ahí los dos, lo primero que pensé es que estaban viendo algún video, quizás porno, como estaba la puerta algo abierta miré antes de abrirla y ahí casi me desmayo con lo que vi. Ay niño mío, mi hijo estaba sentado en su cama, con la bragueta abierta y con toda su verga erecta afuera, y Rubén hincado ante él se la tenía tomada con una mano mientras se la lamía y le chupaba el glande…!, mi hijo tenía los ojos cerrados y se quejaba de gusto despacito. Me quedé paralizada sin saber que hacer, si irme a mi dormitorio sin más, quedarme espiándolos y gozar lo que veía, o entrar; para participar en un trío familiar o para decirle que eran unos degenerados que abusaban de mi confianza y enojarme con ambos. Lo pensé por unos momentos y opté por seguir mirando esa escena tan excitante a pesar de todo lo que significaba para mí. Más lo hice por la curiosidad de saber si mi hijo le haría lo mismo a mi pareja, aunque me fijé que Rubén no tenia su miembro afuera ni se estaba tocando. Al poco rato mi hijo eyaculó en la boca de Rubén y se tiró hacía atrás en la cama. Mi pareja se limpió la boca con el pañuelo y le limpió el pene a mi hijo acariciándoselo un rato, luego el mismo se lo guardó y corrió el cierre de la bragueta. Luego se sentó a lado de mi hijo en la cama y se pusieron a conversar echándose bromas como si nada hubiera pasado. Por todo esto deduje que era Rubén el que había seducido a mi hijo, que seguramente estaba caliente por habernos espiado las noches anteriores. Esa noche no le dije nada a Rubén, ni tampoco le dije nada a mi hijo al otro día antes que se fuera a su departamento. Ya hace ya una semana de esto y aun estoy completamente desorientada y no sé que hacer al respecto. No he  vuelto a tener relaciones con mi pareja, por que aun no decido si decirle que se vaya, y aunque he hablé una vez con mi hijo por teléfono tanto él como yo conversado solo de un asunto de tramites y nada más. No sé si contarles a los dos lo que vi y ver como reaccionan, o guardarme todo y seguir como si nada. Me da miedo de cómo termine esto, no sé, si acepto la situación quizás terminemos culiando los tres juntos, o si me enojo y Rubén se va, me quedaré sola otra vez.

miércoles, 9 de mayo de 2012

CON MI MADRE EN LA DUCHA

Recuerdo que de adolescente, hoy tengo 35 años, espié a mi madre mientras se duchaba. El baño tenía una cerradura con el ojo de la llave bastante amplio y recuerdo que esa tarde, al escuchar el ruido de la ducha, de puro curioso me acerqué a mirar por ahí. No había nada tapando la abertura y podía ver las carnes de mi madre mojándose bajo el agua. El baño era pequeño y la ducha era de pie y no tenía cortinas. Estaba de espaldas a mí, así que me acomodé tranquilamente, afiné la vista y la observé. Su trasero era grande y se bañaba metiéndose una mano entre las nalgas. De pronto se volteó y pude ver lo que siempre quise: su sexo. Aunque en realidad solo fueron sus vellos. Negros, rizados, la verdad no muy abundantes, como ralos. Pero lo suficiente para excitarme mucho. Sentí que el pene se me endurecía y lo que hice fue sacármelo y empezar a masturbarme ahí mismo. Sentía que todo yo temblaba mientras la observaba y fue delicioso sentir mi miembro erecto con la vista de mi madre. También observé sus tetas y todo su cuerpo mojado se mostraba bastante delicioso. En ese momento la calentura era demasiada y me atreví a hacer algo que, aunque desesperado, hasta cierto punto no estaba fuera de lo normal, ya que en casa solo teníamos un baño: “Mamá, necesito entrar al baño, ¿puedo pasar?”, pregunté tocando la puerta. “¿Qué vas a hacer?”, me dijo cerrando el agua de la ducha. “Orinar”, le dije. “¿No puedes esperar?”, dice. “No, es urgente”, le digo. “Ya, pues, pasa rápido”, dice. Entonces abro la puerta, pero intento no verla de frente, solo quiero concentrarme en que debo orinar. Esta situación ahora me excita mucho más de lo que me pasó en ese momento. Mi madre desnuda en la ducha tratando de taparse con sus manos el sexo y sus pechos, mientras yo me acercaba al inodoro, que se encuentra casi al lado de ella. Como dije, la ducha no tenía cortina así que no había nada que nos separara. “Apúrate que quiero terminar de bañarme”, dice, de reojo veo su mano tapándose los vellos de su sexo. “Sí mamá”, digo, mientras empiezo a desabrocharme el pantalón. No me bajo solo el cierre para sacar el pene, sino que me desabrocho todo el pantalón para poder estar más cómodo. Al final, el objetivo es despertar la curiosidad de mi madre por mi sexo. Bajo el cierre y me bajo el calzoncillo. Mi pene está algo fláccido. Ella, quizás por apurarme, se coloca a mi costado. Yo no trato de ocultar nada, ni de recogerme. Solo espero a que salga el chorro. De pronto me sorprende con una pregunta. “¿Tienes muchos pelos no?” Yo intento responder de la manera más normal. “Sí, ya hace un tiempo, mamá”, le respondo con impaciencia fingida. Siento que el chorro llega y empiezo a orinar. Mi madre me observa. “Recógete bien el pellejito para que apuntes bien”, me dice medio riendo. “Ustedes los hombres siempre orinan como sea y dejan mojado el piso”. Yo me río. “Lo estoy recogiendo”, le digo, y me muevo un poco hacia su lado para que vea que lo hago bien. “Oye, tienes bastantes pelos”, me dice, “y uau! ya estás hecho todo un hombre”. Increíblemente acerca su mano algo húmeda y me da unos rasquidos sobre el pubis. Yo trato de actuar como si todo fuese normal. “Una curiosidad, mamá. ¿A ti a que edad te salieron los pelos?”, le pregunto, observando su sexo. Ella se sonroja un poco, intenta tapárselo con una mano, pero al final se da cuenta que no tiene sentido. “No sé, a los once o doce. Se empieza con una pelusita, y termina así”, me dice, apuntando con sus dedos sus vellos. Yo termino de orinar, pero no guardo mi pene aún. “Sí, tienes mucho vello”, digo, y no dejo de observarla detenidamente. De pronto siento un estremecimiento por mi cuerpo. Es lo que siento cuando el pene comienza a pararse. “Se te está parando”, me dice mi madre sonriendo. “Perdóname, es por verte desnuda”, respondo cogiendo mi pene ya bastante erecto y acariciándolo inadvertidamente en el glande. “No te preocupes, es normal. No tiene nada de malo vernos desnudos. ¿Ya te limpiaste? Después de orinar hay que limpiarse”, dice. Cojo un poco de papel higiénico y comienzo a sobarlo en la punta de mi pene. Se siente bien y cada vez me excito más. Algunos pedazos diminutos de papel se quedan en la punta. Mi mamá se da cuenta que el pene me crece un poco más. “Se siente rico, ¿no?”, me pregunta. “La verdad, sí”, le digo. “La punta es muy sensible”, me dice. “Oye, se han quedado algunos pedazos de papel en la punta”. Alarga nuevamente su mano y suavemente con sus dedos empieza a limpiar la punta de mi pene. Se siente delicioso. La erección ahora es bastante visible. “¿Te masturbas?”, me pregunta. “Sí, claro”, le digo. Esta vez tomo todo el tronco del pene con una mano y comienzo a subir y bajar la piel. “Oye, ¡pero no te empieces a masturbar ahora!”, me dice. “Pero, mamá, es que tengo muchas ganas”, respondo. “Ja, eres un atrevido. Pero, bueno, tengo que terminarme de duchar. ¿Por qué no haces eso en tu cuarto mejor?”, me dice. Mi mamá abre la ducha nuevamente y comienza a enjuagarse el jabón restante que queda sobre su cuerpo. Pasa las manos sobre sus senos, se frota un poco los pezones y luego se enjuaga entre las nalgas y un poco entre su sexo. Yo la miro medio deslumbrado pensando que mi madre tiene algo de exhibicionista y que, de algún modo, disfruta que la observe. Igual siento que debo obedecerla así que acomodo mi pene nuevamente dentro de la ropa interior y me abrocho el pantalón. Luego salgo del baño no sin antes darle una última mirada a su cuerpo bajo el agua. Cuando voy a mi cuarto me acomodo sobre la cama y empiezo a masturbarme recordando toda la escena.


MONOLOGO EDIPICO

Ay!! hijo, me estoy vistiendo, no entres…!, hijooo!!, sale de aquí!, no ves que estoy desnuda!!...,  pero que haces?, vete! ay hijo, porque andas con puro slip?, como se te ocurre, andas casi desnudo, soy tu madre debes respetarme….!, hijo, nooo!!, aléjate que me asustas…, porque tienes esa cara?, hijooo nooo!, basta suéltame la mano!, suelta! nooo por favor mi bebe, déjame…!, ay para que me pones la mano encima de tu pene! suéltame! ay hijo, nooo… mira como tienes tu miembro… lo siento muy erecto, hijo!! esto no está bien, soy tu mamá…, por favor vete ya?, si te vas ahora olvidare todo esto, te lo prometo!, hijooo por favor… no me hagas esto, no debes!, tu sabe que desde que quedé sola no he tenido una pareja y… ay hijo! que digo!!, déjame, suéltame la mano que… ayy hijitoo… siento tu miembro muy duro y grande… hijooo nooo… suelta!!, nooo no te bajes el slip!!! hijooo mira esa cosa como la tienes, uyyy!! tan parada… tan… ayyy nooo… suéltame la manooo, por favor hijo… respétame!!! soy tu madre carajo…!!! ayyy te siento tan duro hijito ayyy… no sé porque haces esto… que quieres?, estas loco hijo?... no sé…, uyyy no me muevas la meno! nooo, pero que haces!!! loco!! hijo nooo… dime que quieres… ay hijo acaso… quieres que te masturbe??!!, no hijo, soy tu madre no debemos… uyyy… me tienes tan excitada que… ufff nooo…, hijo… de verdad quieres eso? quieres que mamita te pajee?, eso deseas hijito loco?, uyyy siento como te late tu verga hijo… esto es una locura! pero hijo, esto no deberíamos… yo no sé… ay! siii hijo… sí, ya sé lo que quieres que te haga… pero será nuestro secreto ya? prométeme que nunca se lo contaras a nadie, si?, bien, sí, confió en ti mijito…, a ver, ya, suéltame la mano, te lo haré a mi manera… ya?, mira.. así… primero suave solo con dos dedos… asiii.. asiii… te gusta?, mmmm… goloso, asiii… uyyy… que rico siento tu pico hijito… mmmm… asiii… lo gozas? dime.. biennn… ahora con toda la mano… asiii… mmmm… asiii… te gusta??? dímelooo hijito, te gusta…, lo gozas mi niño cochino?... rico??? dímelo… que estoy ayyy muyyy caliente… ay hijo!! asiii te gusta??? mmm… esooo! cierra los ojitos… deja que tu mamita te haga cositas ricas… asiii… ufff, me encanta!!... asiii… siento tu pichula dura en mi manoooo ayyyy es ricooo… ya?? ya vas a gozar? si?? quieres mas rápido… asiii, uyyy asiiii… y que te apriete más tu verga ricaaa?, así… asiii? más? maaas… asiii, ya hijitoo yaaaa suelta la lechecita, dámela!!! dámelaaaa!!! Esooo… siii, esooo asiiiii… toda!! dámela toda, que chorree por mi manooo… asiii! uyyy ricooo… esooo… toda… mmmm asiii hasta la ultima gotita de tu leche para tu mamitaaa… uyyy riiicooo…riiicooo… … … hijito mío, te gusto lo que te hizo tu mamita?, si? que bien…, recuerda que es un secreto entre los dos, ya? nadie debe saberlo nunca, nunca… ay hijo mío… de mi corazón, ahora vete de aquí!... nooo déjame! no sé porque estoy llorando… déjame… es que… no sé… no es nada… es que hacía tanto tiempo que no sentía un hombre… ay! hijo sale!, déjame sola por favor, estaré bien… sí, estoy bien, no te preocupes… ya! vete…!