sábado, 13 de agosto de 2011

TONY

Ocurrió sin pensarlo ni buscarlo, fue casi un accidente, una casualidad o la confluencia de varias circunstancias. Era un sábado por la tarde, ya estaba a punto de oscurecer, estaba sentada en un sofá leyendo una historia de amor, algo subida de tono. Mientras leía con el libro apoyado en el sofá, estaba acariciando a Tony, mi perro dálmata, que estaba recostado a mi lado y que se desperezaba y estiraba ante mis inconscientes caricias. Yo notaba que se estiraba, y me sentía cómoda acariciando a mi fiel mascota y viendo sus manifestaciones de agradecimiento. No se cuando sucedió, el animal se dio la vuelta, dejándome su panza al alcance de mis manos, ni me di cuenta absorta en la lectura, estaba acariciando su barriga cuando de pronto sentí aquella extraña sensación húmeda y cálida que me despertó de mi mundo. Miré que había pasado y mi Tony estaba excitado de forma que jamás había visto. Su verga era enorme, muy dura y tiesa, al principio sentí un cierto rechazo, pero mi cuerpo estaba algo alterado por la lectura y pensé en echar fuera al animal, pero sonreí, casi con miedo, le acerqué mi mano que comenzó a lamer. Sentí unos deseos irrefrenables de acariciarle de nuevo su barriga, con cierta vergüenza, como algo clandestino o prohibido aun en la seguridad de la soledad. Mi mano fue bajando y con mis dedos comencé a acariciar su piel, el animal se colocaba como dejándome toda su panza libre e invitándome en mis caricias. No se lo que me pasó, sentía deseos de ver como de nuevo su pene volvía a salirse, cada vez mas enorme y comenzó a parecerme menos asqueroso, al mirarlo lo veía durísimo y me entraron deseos de tocárselo , solo tocar con mis dedos, nada de acariciarlo pensaba. ¿Sería como la de un hombre, sería más dura? Me daba algo de temor, me hubiera gustado tener unos guantes o un paño, pero claro no podría notar esa sensación, mis dedos temblaban en la duda, miré las ventanas y la puerta como si alguien pudiera estar observándome y por fin le toqué con las yemas de mis dedos, nada más tocarle retiré mi mano como si me hubiera dado una descarga eléctrica; apenas había sentido nada pero mis miedos me hicieron escapar. Seguí acariciando su barriga, y Tony al notar que mis caricias eran más cercanas, comenzó a moverse como si mi mano fuera la de una perra en celo que le despertaba todos sus deseos. Me volví a asustar al ver que la verga del animal estaba muy tiesa, pero algo estaba pasando en mi interior, no podía pensar en deseo pero si en inquietud, era como si sintiera la necesidad de hacerlo gozar o me excitara su ardiente deseo. Separé mis piernas, y mi mano derecha se apoyó en mi sexo mientras con la izquierda seguía con mis caricias a Tony; cuanto más mi mano derecha se acercaba a mi sexo, mas atrevidas eran mis caricias al animal, sentí mi sexo mojado, ardiendo, cuando mis dedos lo tocaron y mientras ya mi mano izquierda sujetaba su verga con dos dedos. El animal intentaba moverse en un mete y saca y yo lo estaba imaginando en lugar de mis dedos, estaba a punto del orgasmo pero no quería que aquello se terminara, era una sensación totalmente desconocida en mi vida, mientras Tony se movía adelante y atrás yo introduje mis dedos en mi chucha y me parecía sentir en ella toda esa furia animal, estaba completamente loca de deseo, parecía que me iba a desmayar sin respiración, agarré ya sin miedo aquella erecta verga y me acerqué, comencé a pasar mi lengua por su parte roja, no me atrevía a meter la punta dentro de mi boca, noté que unos pelillos se quedaban en mi lengua y los limpié, ya nada resultaba desagradable, me acerqué mas a él, ahora mi chucha era un charco, el animal me miraba como extrañado de verme con su verga en mi boca, mis manos aceleraron sus movimientos en mi sexo, entonces me vino un orgasmo como jamás había sentido. Me sentí rabiosa y sucia, me venían arcadas, me fui corriendo a la ducha, dejé que el agua y el jabón corrieran por mi piel limpiándome no sabia que, y poco a poco me fui calmando. Al día siguiente no quería ni pensar en lo ocurrido, el perro corría por el patio y se metía en el garaje, donde tenía su sitio, cuando venía alguien se acercaba a la puerta como esperando a que le invitaran a entrar pero no entraba jamás sin permiso. Yo tenía como miedo a quedarme con él a solas, no lo acariciaba ni le decía nada. Ya en la noche al quedarme a solas, los pensamientos volvieron a mí, de nuevo me sentí excitada y con deseos, pensé en llamarlo pero me lo negué rápidamente. Sentada en el sofá, comencé a sentir deseo en mi cuerpo y poco a poco me vi acariciándome. Llené la bañera y me metí dentro, me enjabonaba toda y mis manos buscaban tranquilizar mis intensos deseos, pero de nuevo la imagen de mi perro Tony, deseoso y con su enorme y dura verga me estaba volviendo loca. Me salí de la bañera y me puse una bata, sin ropa interior, ni lo pensé, abrí la puerta que da al patio y mi fiel mascota ya estaba esperando, me miró, acaricié su lomo y lo dejé entrar, el animal se fue directo al sofá, su lugar favorito. Comencé acariciando su cabeza y su lomo y Tony, metió su hocico entre mis piernas, la bata se abrió y Tony pasó su enorme lengua por mi sexo, mojándolo con sus babas, abrí del todo la bata y puse mi vulva a su disposición, pero el animal no hizo nada, con mi mano traté de acercarle su cabeza, pero no podía entender lo que su ama estaba deseando. Me levanté y fui a la despensa, busqué algo para untarme y animarlo, por fin reparé en un tarro de miel, sonreí, estuve a punto de dejarlo y echar a Tony fuera, pero los deseos nublaban mi pensamiento, eché un poco de miel en mi mano y rápidamente Tony vino a lamerla, llené mi mano, la miel desbordaba, llevé el tarro al salón y me tumbé sobre la alfombra en unos cojines; mi mano rebosante de miel se fue directamente a mi sexo, la sensación era un poco rara, creo que estaba colorada de vergüenza y deseo mezclados, dejé que la miel se metiera entre mis labios vaginales, e incluso con mis dedos la esparcía; apenas me dio tiempo, Tony volvía a lamer mis manos, pero yo le enseñaba el camino de la miel y él no tardo en encontrarlo, pasó su lengua enorme por mi sexo y era la locura, nada que ver con la de un hombre, era enorme y algo mas rasposa y dura, la pasaba una vez y otra y a cada lamida un escalofrío me recorría el cuerpo, lamía una y otra vez, desesperadamente, buscando la miel por los rincones de mi chucha, su lengua se doblaba y ese enorme filete enroscado, entraba y salía en mi inundándome hasta reventar en un orgasmo increíble. No se si eran mis propios jugos mezclados con la miel lo que hacían que Tony insistiera más y más, yo me corría sin parar, apenas me recuperaba y ese maestro comenzaba de nuevo a lamer y si yo por mi orgasmo intentaba apretar mis piernas, él me separaba con su enorme cabeza y de nuevo me volvía a poner desesperadamente deseosa. No se cuantas veces, ni cuanto tiempo pasamos así, pero me ardía la cara, mis piernas no aguantaban de mi peso, apoyé mi cabeza en el cojín, Tony se tumbó a mi lado y me quedé completamente dormida, extenuada del placer. Desperté a las dos horas, le abrí la puerta a Tony, y me encerré en la ducha, no tenía fuerzas para nada, me duché y completamente desnuda me metí en mi cama, aun me daban calambres al recordar, pensaba con una enorme sonrisa, en mi descubrimiento y en que jamás me volvería a encontrar sola.



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