domingo, 7 de agosto de 2011

GUAU…!

Ese sábado me tocaba bañar a mi perro, un precioso cocker ingles, tamaño grande, color rojizo con bastante pelo, muy cariñoso, y bueno. Bueno, pues lo llamé, acudió presto y bajo la cabeza un poco humillado cuando comprobó que le esperaba la bañera con agua templadita para lavarlo también a él, pero no se resistió, lo admitió como buen perro que es. Comencé por meterlo en la bañera, y mojarlo todo con agua calentita con la ducha teléfono y lo enjabone, bien enjabonado. Me gusta enjabonarlo al menos un par de veces. El animal tan solo se sacudió el agua un par de veces, lo que provocó que me pusiese chorreando la camiseta que tenia puesta, así que para evitar enfriamientos innecesarios me quite la camiseta y me quede solo con un pantalón short y sin nada por arriba, o sea con mis pechos al aire, mojados. Esta situación, me provocó una reacción extraña en mi mente, que se colapso y bloqueó de forma inesperada y desde luego rara. Jamás en la vida se me habían pasado por la cabeza los pensamientos que en ese momento me estaban pasando. Sin poder evitarlo, y mientras fluían los pensamientos en mi cabeza, me encontré, lavándole concienzudamente la verga a mi perro, que ni se inmutaba, parecía que incluso le estaba gustando. Mis pezones empezaron a empinarse, ya no se si por estar mojados o porque mi cuerpo estaba reaccionando a la sensación de tener el pene de mi perro en la mano. Una vez que estuvo enjuagado el perro y fuera de la bañera, al secarlo mi mano tropezó, no se si voluntariamente o por casualidad, con el pene del perro, que en ese momento tenia asomada la punta. Puntiaguda y roja como una fresa, ahí fue cuando me di cuenta que yo estaba caliente, me gustaba mirarle el pene a mi perro. Lo tumbe en la toalla y me arrodille a su lado, el animal se dejaba hacer gustoso todas mis caricias sin moverse, y me centre en lo inevitable en ese momento. Empecé a pasarle la mano muy suave por encima del pene enfundado, hasta que poco a poco volvió a salir la punta roja y desafiante. El perro tenia la lengua caída y la boca semiabierta, con la mirada perdida no se donde, pero daba la sensación que estaba en otro mundo. De acariciarlo suavemente por encima, pase a cogerlo en mi mano, completamente, y empecé a tirar despacio de la funda, y cada vez salía mas cantidad de pene hacia fuera hasta que salio entero. Joder, que pedazo de pene tiene mi perro!, es mas grande que el de mi marido, y eso que mi marido no lo tiene del todo pequeño. Mi calentura había subido muchos grados a esas alturas, pensé en mamárselo o en ponerme a cuatro patas desnuda y dejar que me penetrase, pero me dio muchísimo temor y desistí de la idea, así que opte por algo que si estaba en mis esquemas y empecé a disfrutar haciéndole una soberbia paja a mi perro, meneándosela arriba y abajo, echándole saliva en la punta y jugando con ella, el perro metía los riñones cada vez que mi mano se aferraba a su capullo, uf... me mojaba por momentos, tan caliente me puso, que decidí que me iba a dejar culiar, y que antes se la iba a mamar, pero justo cuando esos pensamientos fluían en mi cabeza, después de casi 15 minutos masturbándolo y disfrutando del pene de mi perro, este se corrió en mi mano, incluso llegando a salpicarme los pechos, ya que estaban muy cerca al haberme acercado para mamársela. Así que al sentir la corrida, yo tuve un orgasmo también, un orgasmo que me hizo rodar por el suelo, seguida de los lengüetazas de mi perro y revolcándome en el semen que había esparcido por todo el suelo del baño. Fue una mañana genial, termine, lavándole el pene otra vez, y duchándome yo, recoger el cuarto de baño y sentarme en la cocina a pelar patatas para una tortilla que tenia previsto hacer...

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