domingo, 7 de agosto de 2011

KINGO, MI AMANTE SECRETO

Todo esto ocurrió cuando enviudé, en un intento de apaliar la crisis emocional fue que me regalaron un perro, Kingo, un dálmata al que siempre quise mucho. Y que siempre estuvo ahí cuando necesité compañía… Lo que contaré pasó cuando Kingo ya tenía unos 3 años y nunca se había cruzado con una hembra. En esa ocasión, aburrida navegando por Internet me dio por buscar porno. Estaba caliente y quería masturbarme un rato y buscaba algún tipo de inspiración mirando vergas. Yo pensaba que era un bicho raro. A mi me encantaba el sexo. Si, lo reconozco, parecía una ninfomanía, solo pensaba en el sexo a todas horas. Yo lo hablaba con mis amigas y a muchas de ellas si les gustaba, pero no al nivel que me gustaba a mí. Como estaba sola, no tarde en desvestirme, cogí el consolador casero que me había fabricado con una zanahoria del tamaño adecuado y un condón, y empecé a masturbarme mientras veía una película porno. Esta situación paso a ser bastante monótona en esos días calurosos. Con el aburrimiento me fabricaba diversos consoladores con diferentes zanahorias. Así podía disfrutar de vergas mas anchas, mas largas, en forma de cono, con rugosidades… Ese día, estaba en una de mis masturbaciones rutinarias y olvide que había dejado la puerta de mi habitación abierta. Creo que los jadeos que producía alertaron a Kingo que apareció al poco de empezar yo. Me asusté al ver la puerta entrecerrada abrirse de golpe por la entrada del can. Creía que había regresado mi hijo y que me había pillado. Por el nerviosismo que me entró paré de masturbarme. Kingo estaba muy nervioso al lado de la cama. No era normal en el. Ya que era un perro muy cariñoso y manso. Pero ese día estaba muy nervioso. Me preocupé por el y me levante y me puse a su lado. Por un momento me dio un ataque de vergüenza al estar desnuda, pero se me borro de la cabeza al instante y me dije a mi misma “Es Kingo…”. Me puse a su lado e intente tranquilizarlo un poco acariciándolo. Conseguí que se sentara pero seguía nervioso. Así que hice que se tumbara… y me eché para atrás de golpe al ver que tenia el miembro fuera. Era bastante grande, incluso me pareció un poco más grande que la de los hombres con los había estado, era de un color rojizo y lleno de venas. De golpe entendí el porque del nerviosismo de Kingo. Empecé a reírme sola al pensar “Kingo se a puesto caliente al oír mis gemidos, vaya perro que tengo”. Así que me vestí, y deje al perro lamiéndose su verga. Pasaron varios días y la imagen del miembro del perro había pasado por mi cabeza muchas veces. No podía creer lo que me estaba pasando. Yo misma me negaba a mi misma mis propios pensamientos, la verdad que pensar que el se puso caliente con mis gemidos y recordar esa verga, hacían que cada vez que me acordaba me recorriera un hormigueo por el cuerpo. A veces me sentía muy mal conmigo misma por tener esos pensamientos, “Será posible que un perro tenga placer como un ser humano” o “Un perro puede darle placer a una persona?”. No tarde en investigar por Internet. Pero no sabia que y como buscar. Sabia de la existencia de la zoofilia, pero nada mas, solo al nivel de lamidos. Así que busque lo más coherente en esto casos. “sexo con animales”, esperaba encontrar algún tipo de relato místico o alguna que otra historia muy despectiva sobre el asunto, pero lo que me encontré fue un aluvión de páginas web donde el sexo con animales estaba presente. Estaba alucinando, fotos, videos, relatos… resulto que mis pensamientos no eran los únicos en el mundo con algún tipo de atracción sexual con animales. Cada vez que veía una foto, me excitaba, cada vez que descargaba un video me excitaba pero lo que mas me animo a probar algo que seguramente no me habría atrevido a hacer, fue la lectura de varios relatos. Realmente esas personas gozaban mucho del placer con perros. Me los leía y me los releía una y otra vez. Acababa de descubrir un mundo que me encantaba, pero que a la vez me producía un fuerte rechazo en mí. Me encantaba leer los relatos y ver las fotos y los videos, pero cuando me imaginaba haciéndolo con Kingo me entraba un temblor en las piernas, un nerviosismo y a la vez un rechazo que me hacían entender que eso que estaba imaginando no estaba nada bien. Un día yo estaba en mi cuarto disfrutando con uno de mis consoladores. En esos momentos de excitación máxima con el consolador metido en mi sexo se me pasó por la cabeza el miembro de Kingo. No lo dudé, me levante de golpe de la cama, sin quitarme el consolador. Desnuda por toda la casa, Salí al patio donde estaba Kingo. Lo vi tumbado en el pasto, el se levanto de un salto y se dirigió a mi. Empecé a acariciarlo y a convencerlo de que me acompañara y así fue. Lo lleve a mi habitación, lo acaricie y lo tumbe en el suelo. Me desilusione un poco al ver que no estaba excitado. La verdad es que estaba muy nerviosa y me pare un momento a reflexionar mi acto por el exceso de excitación que había tenido. Me quite el consolado y lo deje en el suelo. Me senté en la cama y apoye la cabeza sobre las manos. Estaba teniendo un conflicto interno. Por un lado estaba excitadísima, por otro estaba el hecho de que era Kingo, mi mascota de toda la vida, por otro, estaba el que dirá la gente, y sobretodo sabía que esto no era normal. Nada normal. Tenía 56 años y estaba a punto de que montar a un perro. En ese instante me sentí como una basura, me sentía muy pequeña, me sentía muy débil y me di asco de mi misma. Entonces recordé todos los videos fotos y relatos de gente practicando zoofilia. Y pensé que no era la única con esos pensamientos. Algunos de los videos eran muy fuertes para mí. Chicas siendo penetradas por caballos, chicas folladas a cuatro patas salvajemente por los perros… Pero también recordé todos los relatos que explicaban cosas mas suaves y como contaban como habían gozado y de los muchas orgasmos que tenían. Me levante y me dirigí al computador, revise mi colección y vi unos cuantos videos de chicas que estaban disfrutando con perros, de las posturas y sobretodo de las mamadas que les hacían al perro. Por aquel entonces los videos que tenia eran videos cortos de apenas unos minutos, pero me excitaba mucho verlos. Entonces dirigí la mirada a Kingo que lo había olvidado y lo vi lamiendo el consolador que deje en el suelo. Me levante todo decidida y empecé a acariciar a mi mascota. Sabía que quería hacerlo y si no daba el primer paso no lo conseguiría nunca. Pensé que realmente nadie se enteraría de mi perversión y que con probar no pasaría nada. Tumbe a Kingo en el suelo, estaba muy juguetón, así que me costo mucho, Fui bajando las caricias poco a poco a su miembro. Cuando estaba a punto de tocarlo me detuve un momento a pensar, pero sabia que si estaba mucho tiempo así acabaría por no hacerlo. Así que puse mi mano en la funda donde guardan el pene. En ese momento decidí hacerlo poco a poco y por partes, a ver como solucionaría el primer encuentro. Sabia que es lo que tenia que hacer, tenia que masturbar al perro y así lo hice. Empecé a subir y a bajar la mano pero no daba ningún resultado, pero de golpe empezó a asomar la punta del pene muy rojo. En ese momento me excité muchísimo cuando pensé que le estaba dando placer al perro, que Kingo también estaba gozando. En ese momento empecé a mover la mano más enérgicamente para acelerar la erección. Había leído que un perro tiene la polla grande y que cuando más excitado esta el perro de golpe le crece el nudo detrás y el miembro aumenta considerablemente de tamaño. Eso es lo que iba a averiguar. Si quería mantener relaciones con Kingo quería estar segura de su tamaño real. La verga de Kingo ya salía unos 15 cm. de la funda, para mi era un tamaño descomunal y era gordita. Era más grande que la vez anterior y suponía que aun tenía que crecer un poco más. La verga del perro me pareció fea y bella a la vez, un capuchón rojo lleno de venas no es que sea muy bonito, pero tenía un tacto diferente, muy lisa y parecía muy delicada. Mientras que con una mano masturbaba al can con la otra decidí hacer lo mismo conmigo. Y tras un rato dándonos placer tenía la mano muy mojada debido a lo humedecido que tenia mi vulva, así que sin pensarlo le puse mi mano chorreante en su hocico. Lo olió y le gusto porque acto seguido lamió y relamió mi mano hasta secarme de mis fluidos vaginales. Yo quería practicar sexo mas adelante con el perro, ya lo había decidido así, y la experiencia hasta ahora me estaba gustando. Al empezar la masturbación pensé que lo mejor seria ir poco a poco, y hacerle solo la paja pero en ese momento estaba muy excitada y no podía más. Hice como unos de los videos que había visto. Me tumbe a su lado, pase una pierna por encima del lomo del perro para que no se levantara y le ofrecí los jugos de mi vagina a la lengua del perro, había oído hablar maravillas de ella pero yo quería comprobarlo. No tardo el utilizar su lengua para limpiar mi sexo, su lengua buscaba todos los rincones de mi vagina, yo abría más las piernas para que entrara en lo más profundo de mí. Kingo no se dedicaba exclusivamente a mi vulva sino también a mi ano. Como aun lo tenía dilatado no tardo el relamer mi vagina, incluso introduciendo un poco su lengua. Nunca en mi vida había sentido tal gozo. No quería que se acabara nunca. Su lengua no dejaba rincón sin recorrer mientras yo gemía como una adolescente solo sabe hacer. No tardo en llegarme el orgasmo. Y vaya orgasmo. Incluso así, él no paraba de lamer y yo no paraba de masturbarlo. No me había dado cuenta pero le había salido un bulto en la base del pene. Un bulto enorme. Y me calentaba más solo en pensar que si me llegara a follar todo eso estaría dentro de mí y podría llegarme a partir en dos. Acto seguido Kingo eyaculó. Empezó a soltar chorros de semen que caía en mi pierna y en mi mano. Salía con presión y era bastante líquido. Algo más blanquecino que el de un hombre. Incluso así no pare de pajearlo hasta que dejo de salir semen. Estuve tumbada un rato en el suelo, analizando lo que había hecho, lo bien que me sentía. El gozo que recorría mi cuerpo. Me levante y me fui a darme una ducha caliente. Deje a mi amante limpiándose el solito el pene con esa maravillosa lengua que tenia. La verdad en ningún momento posterior me lamente de lo que hice, pero sabia que tenia que prepararme si quería culiar con Kingo. Lo que hasta ahora no ha llegado a suceder.

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