miércoles, 9 de mayo de 2012

CON MI MADRE EN LA DUCHA

Recuerdo que de adolescente, hoy tengo 35 años, espié a mi madre mientras se duchaba. El baño tenía una cerradura con el ojo de la llave bastante amplio y recuerdo que esa tarde, al escuchar el ruido de la ducha, de puro curioso me acerqué a mirar por ahí. No había nada tapando la abertura y podía ver las carnes de mi madre mojándose bajo el agua. El baño era pequeño y la ducha era de pie y no tenía cortinas. Estaba de espaldas a mí, así que me acomodé tranquilamente, afiné la vista y la observé. Su trasero era grande y se bañaba metiéndose una mano entre las nalgas. De pronto se volteó y pude ver lo que siempre quise: su sexo. Aunque en realidad solo fueron sus vellos. Negros, rizados, la verdad no muy abundantes, como ralos. Pero lo suficiente para excitarme mucho. Sentí que el pene se me endurecía y lo que hice fue sacármelo y empezar a masturbarme ahí mismo. Sentía que todo yo temblaba mientras la observaba y fue delicioso sentir mi miembro erecto con la vista de mi madre. También observé sus tetas y todo su cuerpo mojado se mostraba bastante delicioso. En ese momento la calentura era demasiada y me atreví a hacer algo que, aunque desesperado, hasta cierto punto no estaba fuera de lo normal, ya que en casa solo teníamos un baño: “Mamá, necesito entrar al baño, ¿puedo pasar?”, pregunté tocando la puerta. “¿Qué vas a hacer?”, me dijo cerrando el agua de la ducha. “Orinar”, le dije. “¿No puedes esperar?”, dice. “No, es urgente”, le digo. “Ya, pues, pasa rápido”, dice. Entonces abro la puerta, pero intento no verla de frente, solo quiero concentrarme en que debo orinar. Esta situación ahora me excita mucho más de lo que me pasó en ese momento. Mi madre desnuda en la ducha tratando de taparse con sus manos el sexo y sus pechos, mientras yo me acercaba al inodoro, que se encuentra casi al lado de ella. Como dije, la ducha no tenía cortina así que no había nada que nos separara. “Apúrate que quiero terminar de bañarme”, dice, de reojo veo su mano tapándose los vellos de su sexo. “Sí mamá”, digo, mientras empiezo a desabrocharme el pantalón. No me bajo solo el cierre para sacar el pene, sino que me desabrocho todo el pantalón para poder estar más cómodo. Al final, el objetivo es despertar la curiosidad de mi madre por mi sexo. Bajo el cierre y me bajo el calzoncillo. Mi pene está algo fláccido. Ella, quizás por apurarme, se coloca a mi costado. Yo no trato de ocultar nada, ni de recogerme. Solo espero a que salga el chorro. De pronto me sorprende con una pregunta. “¿Tienes muchos pelos no?” Yo intento responder de la manera más normal. “Sí, ya hace un tiempo, mamá”, le respondo con impaciencia fingida. Siento que el chorro llega y empiezo a orinar. Mi madre me observa. “Recógete bien el pellejito para que apuntes bien”, me dice medio riendo. “Ustedes los hombres siempre orinan como sea y dejan mojado el piso”. Yo me río. “Lo estoy recogiendo”, le digo, y me muevo un poco hacia su lado para que vea que lo hago bien. “Oye, tienes bastantes pelos”, me dice, “y uau! ya estás hecho todo un hombre”. Increíblemente acerca su mano algo húmeda y me da unos rasquidos sobre el pubis. Yo trato de actuar como si todo fuese normal. “Una curiosidad, mamá. ¿A ti a que edad te salieron los pelos?”, le pregunto, observando su sexo. Ella se sonroja un poco, intenta tapárselo con una mano, pero al final se da cuenta que no tiene sentido. “No sé, a los once o doce. Se empieza con una pelusita, y termina así”, me dice, apuntando con sus dedos sus vellos. Yo termino de orinar, pero no guardo mi pene aún. “Sí, tienes mucho vello”, digo, y no dejo de observarla detenidamente. De pronto siento un estremecimiento por mi cuerpo. Es lo que siento cuando el pene comienza a pararse. “Se te está parando”, me dice mi madre sonriendo. “Perdóname, es por verte desnuda”, respondo cogiendo mi pene ya bastante erecto y acariciándolo inadvertidamente en el glande. “No te preocupes, es normal. No tiene nada de malo vernos desnudos. ¿Ya te limpiaste? Después de orinar hay que limpiarse”, dice. Cojo un poco de papel higiénico y comienzo a sobarlo en la punta de mi pene. Se siente bien y cada vez me excito más. Algunos pedazos diminutos de papel se quedan en la punta. Mi mamá se da cuenta que el pene me crece un poco más. “Se siente rico, ¿no?”, me pregunta. “La verdad, sí”, le digo. “La punta es muy sensible”, me dice. “Oye, se han quedado algunos pedazos de papel en la punta”. Alarga nuevamente su mano y suavemente con sus dedos empieza a limpiar la punta de mi pene. Se siente delicioso. La erección ahora es bastante visible. “¿Te masturbas?”, me pregunta. “Sí, claro”, le digo. Esta vez tomo todo el tronco del pene con una mano y comienzo a subir y bajar la piel. “Oye, ¡pero no te empieces a masturbar ahora!”, me dice. “Pero, mamá, es que tengo muchas ganas”, respondo. “Ja, eres un atrevido. Pero, bueno, tengo que terminarme de duchar. ¿Por qué no haces eso en tu cuarto mejor?”, me dice. Mi mamá abre la ducha nuevamente y comienza a enjuagarse el jabón restante que queda sobre su cuerpo. Pasa las manos sobre sus senos, se frota un poco los pezones y luego se enjuaga entre las nalgas y un poco entre su sexo. Yo la miro medio deslumbrado pensando que mi madre tiene algo de exhibicionista y que, de algún modo, disfruta que la observe. Igual siento que debo obedecerla así que acomodo mi pene nuevamente dentro de la ropa interior y me abrocho el pantalón. Luego salgo del baño no sin antes darle una última mirada a su cuerpo bajo el agua. Cuando voy a mi cuarto me acomodo sobre la cama y empiezo a masturbarme recordando toda la escena.


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