La cocina del departamento no esa
muy grande y nos sentamos del mismo lado, muy juntos. Mientras hablábamos de su
viaje de estudios de tres meses yo veía que su mirada se deslizaba
descuidadamente por mi cuerpo, observando mis piernas casi descubiertas y el
triángulo negro de mis bragas. Mis senos también podían adivinarse nítidos
debajo de mi corta camisola muy transparente. El se levantó para buscar un vaso
con agua y descubrí que se hallaba excitado enormemente; debajo de su pijama se
notaba el bulto de la erección que estaba teniendo. Fue ese descubrimiento lo
que despertó salvajemente mis deseos de mujer madura y sola con una libido en
plena efervescencia, y cuando él se volvió a sentar en la mesa yo me acerqué a
su lado con el justificativo de servirle otro café. Pero mientras lo hacía
apoyé descuidadamente mi cuerpo contra su brazo. Yo pude adivinar su temblor de
macho caliente, excitándose antes de sentirlo sobre la piel de mi pierna. Yo
sabia como excitar un hombre para luego guiarlo hacia mis propios placeres. Cuando
él se levanto de su silla, yo estaba ya sentada de nuevo en la mía y en el
momento que se aproximó para despedirse porque pensaba ir a acostarse, yo le
sonreí y él se acercó para darme un beso en mi frente como lo hacía siempre.
Pero allí su actitud cambió, tomó lentamente mi cabeza con sus dos manos y
apoyó sus labios en mi frente, muy lentamente, como si buscara prolongar el
tiempo de ese beso inocente. Mis ojos estaban justo a la altura de su bragueta
y yo observé ese bulto que le se le había formado debajo del delgado pijama,
mientras sentía la tibieza de sus labios sobre mi frente. Más observaba ese
bulto y más me atraía, todo mi cuerpo se ponía en alerta y mis sentidos se
inflamaban cada vez más, mi cuerpo ya estaba invadido por el deseo de ser
poseída. Yo apoyé mis dos manos contra sus caderas y así nos quedamos un
instante, mi rostro a la altura de su falo en erección porque él ya no trataba
de ocultarlo y tampoco podía evitarlo. Pero devorar su sexo con mis ojos no me
bastaba y sin pensarlo desplacé mi mano hasta su bragueta para acariciarlo por
encima del pijama. Su respiración se agitó de golpe y le desanudé el cordón que
sostenía su pantalón que cayó entre sus piernas. El no tenía slip y su miembro
quedó frente mío erguido y poderoso; y lo tomé entre mi mano. El es un hombre
delgado, alto y tenía un pene blanco, fino, largo, rosado y bien hinchado, con
un par de venas que se estiraban a lo largo hasta llegar al glande en forma de
corazón. Comencé lentamente a masturbarlo de arriba hacia abajo, mientras con
mi otra mano le acariciaba sus grandes testículos. Luego lo metí en mi boca
porque quería sentir la piel tibia y dulce de su glande sobre mi lengua. Esa
glande golpeaba mi laringe en el fondo de mi garganta y me cortaba la
respiración, lo que me excitaba aún más. Me gusta tanto el sexo del hombre que
hasta podía tener orgasmos con solo chuparlos. Yo lo succioné varias veces y a
cada vez el vértigo del deseo de ser poseída carnalmente en ese mismo lugar me
invadía completamente. Entonces me paré y me desnudé totalmente, dejando mi
camisola y mi bombacha sobre la silla donde yo misma había estado sentada;
luego me senté sobre la mesa dejando mis piernas abiertas como una tenaza que
va a cerrarse sobre su cintura y mostrándole toda mi vulva lo invité a penetrarme.
Y él me penetró. Me penetró con fuerza aprovechando la cantidad de flujo que
emanaba de mi vagina, empujando su sexo hasta el fondo como si quisiera meter
también sus testículos adentro mío y se puso a bombear, cada vez con más
fuerza, con más ahínco. El exceso de placer me cortaba la respiración y ningún
sonido salía de mi garganta. De pronto se detuvo, sacó su verga de mi sexo y me
corrió más atrás de la mesa. En esa posición media sentada media acostada, él
agarró mis dos tetas con cada una de sus manos y las apretó como si fueran
naranjas que quería exprimir; yo sentía sus uñas que se clavaban alrededor de
mis senos y esa brusquedad repentina casi me lleva al orgasmo; luego besó mi
vientre y fue descendiendo su boca hasta llegar a mi vagina que se puso a lamer
y chupar desordenadamente, y cuando sus dientes apretaron mi clítoris inflamado
pegué un grito y mi orgasmo reventó salvaje. Con su mano comenzó acariciar los
vellos de mi vagina hasta que sentí que uno de sus dedos penetraba abriéndose
paso entre mis labios vaginales totalmente mojados por mi reciente orgasmo.
Enseguida metió dos dedos juntos como para palpar la dilatación de mi vulva. Yo
estaba ya a punto de explotar de nuevo como un volcán, pero mi orgasmo recién
saltó, sacudiéndome entera, cuando él pasó su mano por la línea de mi cola y su
dedo mojado con mi propia segregación entró por mi ano. Yo me sostuve contra la
pared, apoyándome sobre mis codos porque él venia de subirme los pies sobre sus
hombros aumentando la visión de mi culo. Allí apoyó su sexo como si se
preparara para introducirlo, pero no lo hacia y yo sentía su verga dura en la
puerta de mi cola sin penetrarla y eso me obsesionaba. Entonces abrí el ano
relajando todos mis músculos para que su miembro venoso entrara de una vez por
toda. Súbitamente lo hizo de un solo golpe, con fuerza y con violencia. Yo
sentí el dolor de mis tejidos que se desgarraban y sentí esa estaca de carne
que entró abriéndose camino hasta que sus testículos golpearon mis nalgas. El
dolor se transformó en placer y corrió por mi cuerpo hasta mis riñones, fue en
ese instante que comenzó a bombear con fuerza agarrándose de mis senos con sus
manos como dos tenazas que cerraban. De esa manera me culeó, penetrando su
verga cada vez hasta el fondo, golpeando sus testículos cada vez contra mis
nalgas. Luego hizo lo mismo en mi vagina, pero rápido volvía a mi ano que
parecía atraerlo más. Repetía ese cambio de orificio como si no se decidiera
por ninguno de los dos y mi culo recibía su enorme miembro con igual facilidad
que mi vagina. Nunca a mi ano lo había sentido así bien, reaccionaba
distendiéndose y contrayéndose en cada penetración. Cuando el glande atravesaba
el cuello de mi ano, yo lo cerraba para aprisionarlo con fuerza obligándolo a
empujar su sexo con mayor potencia; fue hasta que él eyaculó salvajemente al
interior de mi tripa como si fuera un enema de esperma, un enema de placer
liquido y caliente escurrió en el interior de mi útero. Después se retiro unos
centímetros y, metiendo su boca entre mis nalgas, fue limpiando mi ano y mi
vulva. Su lengua penetraba por momentos en mi vagina con pequeñas oleadas de
placer, otras veces mordisqueaba mi clítoris con dulzura y a cada vez era una
descarga eléctrica que sentía mi cuerpo. Si él hubiera continuado unos minutos
más, yo hubiera podido tener otro orgasmo. Pero se separó de mí, se puso el
pantalón del pijama y me dijo "hasta mañana mama, que duermas bien",
exactamente como lo decía desde que era un niño antes de irse a su cama, justo
antes de salir de la cocina, se dio vuelta y dijo: "Creo que es mejor que
ambos nos olvidemos de lo pasó ahora". Yo asentí en silencio bajando los
ojos. Esa noche dormí con un sueño profundo y reposado, sintiendo al interior
de mi cuerpo el denso semen escurriendo en el interior de mis tripas. Al día
siguiente, me di un baño y me vestí, y cuando fui al comedor mi hijo ya estaba
preparando el desayuno como siempre lo hacía desde que su padre nos abandonó.
siempre me ha encantado el sexo con maduras, tal vez porque la primera vez fue con una mujer mayor que yo, entonces para mi era mucho mayor, tenia unos 35-40, con el paso del tiempo siempre la he buscado.
ResponderEliminarme gustan estos relatos contados desde el punto de vista de ella.
un saludo y animo con estos relatos
seldon1971@gmail.com