Mi hijo necesita ayuda para
practicar los primeros auxilios. A mí siempre me han puesto mucho los médicos
apuestos, así que acepto encantada “practicar” juntos. Me encanta ser mala… Éste
es mi primer relato. Soy fan desde pequeñito de este tipo de relatos y ahora
quiero dedicarlo a todos los escritores que me han hecho pasar horas de placer
haciendo volar mi imaginación. He leído miles de ellos. Agradecería sugerencias
y críticas. También fantasías que llevar a cabo que me proporcionen material
para nuevos relatos. Y sobre todo, me encantaría también contactar con madres
que sientan algo así para que cuenten cómo es lo que yo sólo puedo imaginar. A
todas ellas, un beso de enamorado. Siempre he sido una mujer caliente,
especialmente al alcanzar los 40. Después de una educación de colegio de monjas
y una familia en la que no se hablaba de sexo y un paso por la adolescencia y
la juventud con iniciaciones tímidas, en la madurez se me ofreció una plenitud
tanto psíquica como sensorial. Como si el sexo fuese una fruta que madura a su
tiempo, me he dado cuenta de que mi vida sexual ha ido creciendo como el buen
vino, con mayores matices y gustos en el paladar (en ocasiones literalmente,
jajaja). Leer relatos eróticos y masturbarme con ellos, me ha hecho llevar el
erotismo conmigo a todas horas. Inventar y soñar situaciones que luego he hecho
realidad o no, pero que me han aportado muchos buenos momentos. También en el
aspecto físico creo que estoy en plena plenitud. En el del atractivo, quiero
decir. Creo que una mujer es atractiva cuando ella lo siente, y en mi caso, sé
que puedo poner de rodillas a cualquier hombre, sólo con mi mirada. No es
necesario que les muestre algo de mis largas piernas tersas por las horas de
gimnasio, ni mi culo duro y respingón, ni mis grandes pechos con pezones
hipersensibles. Creo que cuando pasan por mi lado, sienten lo hembra que soy y
eso ya les hace ponerse alerta. El protagonista de esta historia es mi hijo.
Tiene 21 años y es un chico alegre y guapete. No me cuenta nada, pero he oído
por el barrio que se le ve con alguna chica paseando. Me imagino que ya tendrá
experiencia el plano sexual, pero no es un juerguista porque estudia bastante y
sale sólo de vez en cuanto hasta tarde. Cursa la carrera de Medicina desde hace
3 años, así que ya ha comenzado con las prácticas con pacientes. Me cuenta sus
experiencias en el hospital donde va diariamente. Ha pasado ya la época de los
libros y microscopios a tratar con pacientes. En este año ya tiene su primer
contacto con inyecciones, yesos y otras técnicas que tiene que aprender. Es una
época bonita, ya que por primera vez empieza a sentirse médico de verdad. Es lo
que ha querido hacer siempre y los hemos apoyado mucho. A él le entusiasma y,
como buen estudiante, se toma muy en serio todas las prácticas, lo que es
importante también para tener las mejores notas de cara a elegir especialidad. Además
de tener vocación, es una persona muy metódica y ordenada. Le veo repasar el
material que necesita y va a comprarlo, asegurándose antes de salir de casa, de
que no le falta de nada. Ha comenzado un curso de algo que le encanta, los
primeros auxilios. Como buen médico, tiene que estar preparado para atender una
emergencia en cualquier lugar. Es su deber. Para ello, tiene un curso teórico y
práctico. Mi hijo me empieza a contar ilusionado, cómo en el curso le enseñan a
hacer masaje cardiaco, a poner cánulas intrafaríngeas o a dar electroshocks a
lo George Cloony en Emergency Room. A mí lo de imaginar estas situaciones como
que me iba poniendo. Siempre me han gustado esas series televisivas de médicos,
que solemos ver juntos. Me ponían mucho los médicos con sus cuerpos musculosos
bajo la bata, su seguridad en sí mismos, y la intimidad, lo cerca que llegan a
estar de sus pacientes femeninas. Ahora me cuenta cómo él tiene que practicar
con sus compañeras y compañeros para aprender y llegar a ser también un médico
seguro de sí mismo y sexy. Pienso lo afortunadas que son sus compañeras al
tener que ser “masajeadas” y aplicarles el boca a boca un chico fuerte y
dispuesto a hacer lo que sea por salvarle la vida. El horno que llevo dentro se
ha encendido con estos pensamientos. Sin embargo, mi hijo me cuenta que casi
todo lo hacen con un maniquí de goma, que no tiene brazos ni piernas. Una
lástima, pienso yo, con lo necesario que debe ser practicar con personas
reales. Un muñeco frio no va a ser lo mismo. Tendremos que ponerle algo de
interés a las prácticas para convertir el deber en placer, no? Hoy ha venido
nervioso, tiene el examen práctico pasado mañana. Ya ha aprobado con nota el
teórico. El problema del práctico, es que tiene que solucionar un caso clínico
que le presenta el profesor. No sólo se valora el saber, sino que tiene que
tomar decisiones y actuar rápidamente para hacerlo bien. Lo veo por casa dando
vueltas. Su padre ha salido de viaje y estamos los dos solos. Me dice que no
sabe qué utilizar de maniquí. Que le gustaría repasar. Algunos de sus
compañeros lo hacen con una caja, a la que han atado una pelota como cabeza. Me
pide si le puedo dejar una caja. Tras mirar las de la leche y alguna más que
había por casa, no hemos encontrado nada decente. Entonces me viene a la
memoria la escena de George Cloony y mi cerebro clitoriano se enciende y me
empuja a decir… “¿Y si me pongo yo de paciente para que hagas la práctica? Así
no pierdes el tiempo buscando una caja y ya que tengo el fin de semana libre
porque no está tu padre, puedo aprender algo de primeros auxilios”. “ Umm,
bueno, sólo me quedan dos días para el examen. Te lo agradezco”. “Entonces no
perdamos el tiempo y vamos a empezar. Busco mi esterilla de yoga y me preparo
enseguida”. Me voy a mi habitación a por la esterilla y, de paso, me miro en el
espejo. Recojo mi pelo largo en una coleta y me cambio el pijama por un camisón
cortito y un poco escotado pensando en el acceso al corazón y los pulmones.
Desde arriba se puede tener una buena panorámica de mis tetazas. Cuando salgo
al salón, parece que no esperaba algo así. Le ha impactado mi camisón, ya que
mira mi canalillo intentando disimular. Mis tetas se muestran desafiantes, con
poderío. Parece como si se estuviera
arrepintiendo. Seguro que está pensando
en la situación que le viene de tener que acercarse y tocar sobre mis
exuberantes pechos. Pero no le voy a dejar echarse atrás. “¿Doctor, cómo me
tengo que poner? “ Tengo mucha ilusión por ser conejillo de indias de un
apuesto médico y me propongo disfrutarlo. “Pues túmbate y comenzamos”. Tumbada
boca arriba siento como mi cuerpo empieza a hervir con la emoción de la
situación mientras él prepara todo el instrumental a su lado. “Bueno, ¿qué me
vas a hacer primero? ¿Qué quieres practicar conmigo? “Son preguntas sugerentes,
abiertas, para dejar la imaginación volar… “Primero quiero practicar la llegada
al accidentado. Tú estás herida por un accidente, no sé si respiras y estás
consciente. Hola, ¿me escuchas?” Me chilla al oído. “Como no respondes te
tendría que soltar la ropa”. Ojalá, lo hiciera. No me toca, ya que mi camisón
ya está bastante abierto y mi cuello y la parte superior del pecho libres.
“Ahora vería si respiras”. Lo veo acercarse tímidamente y apoya la cabeza sobre
mi esternón. Mis globos le tapan la vista. Los contempla mientras suben y bajan
por mi respiración, cada vez más acelerada, mientras él se dedica a recorrer
con la vista cada uno de los centímetros de piel del estrecho y profundo valle
que forman mis montículos. Se queda en esta posición durante unos largos
segundos. El espectáculo que está viendo, protegido por el juego de su práctica
le está gustando mucho por lo que parece. “No respiras”. Vaya si respiro, mi
respiración está bastante agitada, mis pechos quieren salir del camisón, y su
boca está tan cerca… “Ahora pasaríamos al masaje cardiaco y a la respiración
boca a boca”. Esto se pone interesante. “¿Qué vas a hacer mi nene?” Coloca mi
cabeza hacia atrás y me tapa la nariz. Mi boca se abre e instintivamente
sacando la lengua y respirando con suspiros agitados. Mi niño me observa
mientras me entrego a su boca, pero sus reparos le hacen sólo acercarse, de
manera que siento su aliento mientras sopla sobre mi boca. Mi lengua está
expectante. Desea lamer la suya y sentir sus deliciosos labios. “Uno”. (Pone
las manos en mi esternón mientras le miro como un corderito degollado. Me
aprieta sobre la parte superior de los pechos haciendo 15 repeticiones. Aprieta
suavemente sobre mis globos de carne, que amenazan con romper el camisón por la
presión a la que están sometidos. Y vuelve a colocarme la cabeza, mientras yo
cierro los ojos y me dejo llevar. Mis pezones están poniéndose duros con el
bamboleo y los achuchones que me da en las tetas. Se marcan claramente en el
camisón. Esto me está gustando, pero mejor si fuese más suave. Me gustaría que
siguiese dando saltos sobre mí, pero de otra forma. Con ese ímpetu y cadencia,
podríamos hacer algo mejor. Ah, ah, ah, ah…jadeamos ambos con cada nuevo
masaje. La situación está cada vez más caliente. Noto sus caricias sobre mis
pechos y su aliento me llena la boca,
pero yo sigo portándome como una niña buena aunque me cueste horrores.
La calentura va por dentro. “Esto es la RCP básica. Ahora puedo pasar a la RCP
avanzada. Si no respiras podría intubarte con una cánula que se mete en la boca
hasta la faringe”. Estaría encantada de recibir algo bien al fondo de mi
garganta. ¿Puedo elegir lo que me vas a meter? “Y luego, tras comprobar que no
tienes pulso y no hay latido en el electro, cogería unas palas de electroschock
para desfibrilarte”. “Claro, esta es la parte emocionante de las series…Pues
coge unos guantes y simulas el desfibrilador. ¿A que me van a dar el Oscar por
la buena interpretación?”. “Jajaja. Claro, mamá. Para la próxima serie de
médicos te van a llamar” Sí, de la cachonda que se cepilla a todos. “De
acuerdo, pero hay que simularlo perfectamente”. Umm, a mi chico ya le iba
gustando la actuación que estábamos haciendo. Lo que no sabía es que su madre
estaba con ganas de jugar, y es muy, muy juguetona. Me levanto parte del
camisón para que pueda ponerme las palas sobre el tórax. Enseño mis bragas
finas y parte de mi sujetador a juego. Ambas prendas son muy escuetas y sexis y
mi hijo no puede dejar de pasar una mirada de aprobación. Mis grandes melones
no dejan espacio, por lo que tiene que poner los guantes uno arriba del
izquierdo y otro debajo. Ya no puede contenerse y toca con disimulo ambos
pechos, con la excusa de buscar el lugar correcto para colocarlos. Está
excitado, lo he metido en el juego y ahora ve que puede jugar conmigo. Esto se
pone interesante. Mi chocho está lubricando a más no poder. Empezamos a sudar y
la excitación está a flor de piel. “Uno, dos y tres!! Electroschock!! (Ahora es
mi momento. Me pongo a temblar como si me hubiese dado una convulsión por todo
el cuerpo. Mis tetas botan y botan de un lado para otro. Sus ojos se salen de
las órbitas ante lo inesperado del espectáculo. Me proyecto hacia él para
rozarme lo máximo posible, consiguiendo ponerlo aún más nervioso. Se ríe de lo
exagerado de mi actuación, pero la aprueba con la mirada. “Otra descarga: uno,
dos y tres!! Electroschock!!“Me tiro directamente sobre él, que se ríe de buena
gana, mientras mis manos buscan rozar su paquete. Lo consigo, es difícil no
tocarlo, ya que está enorme y lo tengo a escasos centímetros de mi mano. Mi
actuación está siendo muy convincente, por lo que parece que quiere seguir con
el show. Intenta seguir con la práctica, aunque la mente no está en lo que está
haciendo, sino en lo que está pasando. El cuerpo le pide más. “Y la última
descarga: uno, dos y tres!! Electroschock!!” Tras otro salto y sobada de su
caliente paquete, maniobra que facilita al apartar y subir los brazos, dejos
los mios abiertos buscándolo. He resucitado y mis manos agarran lo primero que
encuentran, su duro mástil sobre los pantalones. Lo siento palpitante y
aprovecho para acariciarlo sobre el pantalón del pijama. “He resucitado. Gracias, cariño. Me has salvado la vida!”
Estoy jadeando con mis piernas abiertas y el camisón removido. Se aprecia en
mis braguitas blancas la humedad que desprendo. El olor en la habitación es a
hembra, mi olor. Necesito pensar algo para buscar acabar con la tensión del
ambiente. Mi niño me mira con los ojos de deseo, pero sin saber cuál será el
siguiente paso. “¿Y qué pasaría si me ahogo? Creo que no me he atragantado con
algo”. Digo entre jadeos que parecen mucho más gemidos de perra en celo.“Si tienes un objeto atascado en
la garganta, te haría la maniobra de Heimlich”. Mi hijo me rodea por la
espalda. Se pega a mi cuerpo y con los brazos me envuelve en un abrazo brutal
porque no se puede contener de lo excitado que está. Quiere tocarme y apretarse
contra mí. Me levanta en vilo con sus vigorosos brazos y luego me baja. Su
pecho se apoya sobre mi espalda. Apoya su mástil endurecido sobre la raja de mi
culo. Con las manos levanta mis pechos por debajo y empieza a empujar sobre la
parte alta de mi abdomen con las manos. Pero lo interesante es lo que pasa por
detrás. Lo siento embestir una y otra vez con la presión de su falo sobre mi
orto. Hace como si intentase sacar el objeto de mi garganta, pero más que por
la presión de sus manos, se diría que lo intenta con su pollón sobre mi agujero
anal, martilleando como un pájaro carpintero, que lo recibe abriéndose del
gusto. Como un sifón que sopla por un agujerito pequeño. Qué rica sensación. No
puedo más que suspirar y gemir sin control como si me estuviera ahogando, pero
no es actuación, me estoy corriendo del morbo de ver a mi nene empitonándome
por detrás con toda la fuerza de un toro bravo desbocado. Hasta que lo noto
estallar en una corrida, que tiene que haber sido abundante. Sus ojos están en
blanco y su cara tiene un rictus orgásmico. Tiene que haber soltado una buena
lechada, ya que la excitación que llevaba era grande, grande y muy dura. Pasados unos segundos de máximo
placer, intenta recomponerse y me sonríe
como si nada hubiera pasado. Pero yo me quedado con su cara de placer al poseer
a su madre. Al tenerme a su disposición y disfrutar del roce de nuestros
cuerpos. Yo también estoy chorreando flujos. Necesito tocarme un poco para
lograr llegar al punto de no retorno. Lo voy a hacer a mi dormitorio, no sin
antes despedirme. “Doctor, qué bueno que es. Me ha desatascado enterita. Ya
respiro y el corazón parece que late”. Le llevo la mano descaradamente a mi
pecho para que lo toque un poquito, lo cual hace con menos pudor. “Por haberme
salvado, me ofrezco para que mañana repasemos de nuevo”. “Claro, mamá. Mañana tengo
que hacerlo todo perfecto”. “Eso espero, hijo. Eso espero”. En mi habitación me
hago un dedo magnífico pensando en la morbosa situación con mi hijo y la
oportunidad de disfrutar aún más mañana. Mi hijo parece que ha dejado la
timidez de lado y está dispuesto a jugar fuerte. Seguro que él también se va a
tocar esta noche para aliviar tanto estrés acumulado. Mejor para él, porque
mañana lo pienso poner al límite, pienso mientras me meto un dedo bien dentro
de la vagina y con el otro me toco el pezón que ha tocado sobre el camisón mi
hijo hace un momento. No voy a poder dormir de la excitación, así que me voy a
agotar a orgasmos. Hoy tengo material para pasar la noche en vela. En vez de
ovejitas voy a contar médicos, aunque todos tienen la cara de mi hijo. Por la
mañana me levanto con una sonrisa de oreja a oreja. He soñado muchas delicias
tras varios fuertes orgasmos. Pero sobre todo, he pensado en nuevas situaciones
para provocar y hacer disfrutar a mi nene. Por la mañana va a la biblioteca a
estudiar, lo que me da tiempo para ir a
compra el camisón que necesito. En el sexshop del barrio he visto
uno que tiene una faldita y bajo la falda una abertura que deja acceso a mi sexo. Como lo tengo depiladito,
sólo con un mechoncito en el monte de Venus, desde atrás la vista es excelente
si me agacho. Si no, parece una faldita corta, que cubre lo justito, dejando el
inicio del culo provocativamente al descubierto con el mínimo movimiento. Me
encanta sentirme así de caliente, provocadora y libre. Estoy deseando que
llegue la tarde para otra sesión de prácticas. Mi cuerpo necesita más.
Nerviosa, noto como ya estoy mojada sólo de pensarlo. Cuento los minutos para
que llegue, pero prefiero que sea él el que me busque. “Bueno, mamá. ¿Podemos
comenzar la práctica ya?” Mi hijo me avisa desde el salón. Se nota que está
impaciente. Salgo con el nuevo camisón como si nada ocurriese, aunque tengo
muchas ganas. Mi cuerpo sensual y mi camisón casi le causan un infarto. Le veo
cómo me mira con lujuria. Sí, es puro fuego lo que desprenden sus ojos. Me
quedan con la mirada. Él se ha puesto la bata. Qué guapo está. “Así vestido nos
metemos mejor en el papel” Me dice sonriente. “Sí, cuanto más real, mejor…” Creo que él también
trama algo… “Adelante”. Me tumbo y comienza el espectáculo. “Comenzamos con la
RCP básica”. Me coloca la cabeza hacia detrás y tras tomarme el pulso y
“escuchar mi respiración” durante unos tiernos segundos en los que reposa sobre
mi pecho, damos comienzo a la acción. Me he puesto el perfume más sensual que
tengo y al acercarse lo nota de inmediato. Es toda una declaración de guerra. Como
hizo ayer, comienza colocando su boca casi sobre la mía, pero sin tocarse, y yo
la abro bien para intentar atraerla. Duda pero apoya sus labios sobre los míos
suavemente y sopla aire. El aliento de mi niño es fresco y su olor varonil me
lleva la sangre a la cabeza. El contacto ha sido mínimo, pero ha provocado un
chispazo que inicia un incendio en mi interior. Ahora pasa a masajear el tórax
con empujones rítmicos dejándose caer sobre mí. Lo veo tan cerca y mis deseos
son tan fuertes…que tengo que controlarme con todas mis fuerzas para no saltar
sobre él. Cuando aproxima su boca de nuevo, esta vez ya se encuentra con la mía
recibiéndole. Esta vez mi lengua está expectante y se lanza hacia sus labios
como bienvenida. No sopla por la sorpresa, lo que me da tiempo a sentir sus
labios bien apoyados sobre los míos. Como deja un espacio libre, aprovecho para
sacar mi lengua un poquito y lamerle el labio superior ligeramente. El masaje
que sigue cada vez es menos agitado y más sensual. Parece como si contase más
rápido para volver a sumergirse en un beso con los labios calientes de su
madre. Los besos se alargan y son cada vez más húmedos. Le está gustando que su
madre le chupe los labios, que mi lengua profundice suavemente en su boca y
toque sus dientes y encías. Nuestra calentura se dispara. Se nota que ambos
estamos con muchas ganas. Así que doy paso al siguiente punto de mi plan. “Vamos
a continuar con el electroschok”. “Vale…” dice mi niño dando a entender que
quería seguir “practicando” el boca a boca. “Pero esta vez no le pongas tanto
voltaje que casi me abrasas…” le insinúo con una sonrisa divertida y mirándole
profundamente a los ojos. “Jajaja, seré cuidadoso” me contesta siguiéndome la
broma. Manosea por encima de mi camisón, que tiene un tacto muy suave. Los
pezones se transparentan casi totalmente. Se prepara para la descarga y yo para
mi actuación estelar. “Uno, dos y tres!! Electroschock!!” Comienzo a botar y
botar, mis manos tocan su pecho, sus muslos y busco su duro mástil como ayer.
Tiene un botón de la bata abierto y por ahí se cuela mi mano. Mi corazón me da
un vuelco al tocar la piel de su pene duro y caliente. Ese era su plan. Siento
su dureza y las venas que están a punto de estallar de la excitación. Mientras
lo masajeo moviendo su piel adelante y atrás al ritmo de mis “convulsiones” el
camisón, al ser más abierto, deja salir uno de mis pechos, que rebota delante
de la cara de mi hijo. El duro pezón casi le saca un ojo al pobre, que sigue su
movimiento descontrolado. Cuando paro, él quiere seguir cuanto antes, para no
darme tiempo a colocarme el camisón. Sigo con la mano metida en su bata, pero
no me muevo. “Uno, dos y tres!! Electroschock!!” Vuelvo a saltar fulminada por
un rayo y mi movimiento sobre su mástil se repite para su placer. Le masturbo
descaradamente con mi mano bien sujeta a su rabo. Esta vez también se sale el
otro pecho y los dos chocan entre sí una y otra vez delante de su embobada
cara. A mi nene se le cae la baba con el espectáculo y con la paja que le estoy
haciendo. Más, más, otra vez. “Uno, dos y tres!! Electroschock!!” También la
parte de abajo del camisón se levanta y aparece la braguita con apertura.
Dirige su mirada hacia mi entrepierna y sus pupilas se abren para intentar
mirar mi rajita mientras salto de un lado a otro. El camisón no se lo pone
fácil, pero ha podido ver algo. Noto en la mano la humedad que está
desprendiendo su glande. Toco la zona del frenillo con mi dedo pulgar para
darle más gustito… “Nene, me has dejado agotada…” Le digo espatarrada, con
respiración agitada e intentando recomponer mi aspecto. Saco la mano de su
bata, con pena por tener que soltar tan lindo trozo de carne. Pongo en su sitio
mi camisón mirándole a los ojos. Meto mis pechos de vuelta a su lugar con
pausa. Mi hijo se come con la mirada. “Pero si aún no hemos terminado…” “Ya,
ya…quieres probar la maniobra esa de ayer, no?” Le digo en un tono retante.
“Sí, claro. No podemos dejar la práctica sin terminar” “Pues si te aplicas bien
en esta parte, apuntas al sobresaliente” “Intentaré ganármelo” “Vas a tener que
sudarlo, ya que esta vez es quiero que continúes hasta que saques el objeto de
mi interior” Ya hemos visto las armas del otro. Las cartas están sobre la mesa.
¿Cómo acabará esto? Me pongo de pie y él se coloca tras de mí. Estoy abierta y
dispuesta. Siento mis jugos vaginales caer por mis muslos. Mi chocho está
anhelante. Me abraza e inmediatamente desplazo mi culo hacia detrás para
empotrarme contra su pelvis. Mi camisón se levanta con el gesto. El acceso está
libre. Noto que algo se cuela por parte abierta de su bata. Lo siento húmedo y
caliente sobre la piel de mi vulva. “Vamos, mi amor, comienza a empujar”
“Espera, mamá, que me coloque bien”. Su enorme pene tantea la entrada de mi
horno. Está en la temperatura y humedad perfectas para meter su barra de
pan. No es muy larga, pero sí muy gorda.
Me siento como una campana temblado con
cada golpe de badajo con sus movimientos pélvicos. Sus primeras embestidas
golpean contra mi culo, contra mis labios mayores, mi clítorix, mi zona
anal…pero no logra encontrar el camino. A mí esto me está poniendo hirviendo…Y
a él más nervioso. Pero no podemos romper las reglas, así que ninguno deja su
papel. Sigue intentándolo con cada pitonazo. Yo muevo el culo también para
buscar empalarme sobre esa gran tranca, pero creo que aún lo estoy poniendo más
difícil. Por fin, de improvisto, se produce la estocada mortal… Su gran barra
de carne encuentra el camino de mi cueva y me ensarta como una lanza al rojo
vivo. Mi grito es desgarrador. No lo puedo contener. Siento como si me hubiera
abierto en canal…Pero la sensación es tan deliciosa que mis paredes vaginales
lo estrangulan para no dejarlo salir. Con el acople realizado, comienza un movimiento
totalmente coordinado de pistoneo por parte de nuestros sexos. Su polla se va
abriendo hueco hasta llegar al cuello de mi útero. Está recorriendo el mismo
camino que hizo una vez, pero en sentido inverso. Sus manos dejan de
“empujarme” y pasan a controlar ambos pechos. Los pezones pinchan en sus
palmas. “Ahora, sigue hasta que lo expulses” “Claro, mamá” Qué obediente es mi
hijo… Me folla rítmicamente, como si su batuta dirigiera un concierto de la
filarmónica. O por lo menos yo oigo a la orquesta entera jadeando y suspirando.
Por un lado me gustaría quitarme la ropa y quitarle a él esa bata para poder
cambiar de postura, pero eso iría contra las reglas del juego que hemos puesto
en escena, así que tiene que follarme con la bata puesta y a través de la
apertura que deja para su pene. Su ritmo aumenta y ambos avanzamos juntos hacia
el orgasmo. Me muerdo el labio superior mientras recibo pollazos profundos. Se
nota que se ha hecho muchas pajas en estas 24 horas, ya que su aguante parece
no tener fín. Folla que te folla durante minutos. Su taladro perforándome los
más hondo de mi alma y mi vagina sufriendo y disfrutando al mismo tiempo de la
distensión que produce el calibre de su cañón. En el comienzo de mi éxtasis,
echo las manos hacia detrás y cojo ambos cachetes de su culo para acompañarle
en las embestidas e indicarle que no se le ocurra salir de mi interior. Él
comprende mi indicación y la calentura que le produce que su madre le pida que
se corra en mi chocho. Ya sólo quedan unas embestidas, aprieta mis tetas con
brusquedad y me clava tan profundo su estaca que perece que me va a sacar el
“cuerpo extraño” de la garganta de un pollazo. Ha sido un orgasmo brutal y
ambos estamos que nos fallan las piernas. La postura era difícil de mantener,
por lo que ahora nos duelen las rodillas y mi musculatura está tan relajada,
que no puede mantenerme en pie. Se arregla la bata, escondiendo su instrumento
rápidamente. Yo me pongo la mano en la frente e intento recuperar el aliento. “Creo
que te voy a dar un 10. Eres muy bueno con la materia. Me ha encantado hacer de
paciente de prácticas”. “Pues ya te pediré ayuda cuando tenga que hacer otro
examen práctico”. “Claro, mamá siempre estará preparada para ayudarte”. “Gracias,
mamá”.
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